La visita (per sorpresa i meteòrica) de Pedro Sánchez a Barcelona se ha convertido esta mañana en un juego del escondite protagonizado por el presidente español para evitar al president de la Generalitat, Quim Torra -que no para de telefonearle-, y para zafarse de las ágiles protestas de los independentistas -que se ha activado rápidamente- y de la prensa -que no ha recibido ninguna programación de la visita-. Y, a pesar de todo, Sánchez no ha podido ahorrarse a su paso los abucheos espontáneos y los gritos de Llibertat presos polítics. Tanto delante de la prefectura del CNP como en las visitas a los heridos.
Poco antes de las ocho de la mañana desde la Moncloa se ha informado de que Sánchez viajaría a Barcelona. El objectivo: visitar a los agentes heridos en los disturbios de estos días y encontrarse con los representantes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
No se ha dado más información sobre los horarios de la visita, pero sí se ha revelado que el mandatario español había hecho llegar una carta al president de la Generalitat, Quim Torra, advirtiéndole sobre cuáles son sus obligaciones. Desde el Govern se ha respondido a la carta al cabo de dos horas con una nueva misiva. Era la guinda de un fin de semana en que el president ha llamado dos veces a Sánchez y le ha enviado una carta, además de un llamamiento público al diálogo.
Sánchez ha querido dejar claro que su silencio va dirigido sólo a Torra, y esta mañana de camino a la capital catalana ha telefoneado tanto a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, como a la presidenta de la Diputación, Núria Marín, además de hacer públicas estas conversaciones a través de tuits.
Esto no ha hecho desistir a Torra. El jefe de gabinete del president de la Generalitat, Joan Ramon Casals, ha telefoneado al de Sánchez, Ivan Redondo, para intentar un encuentro aprovechando su visita. Pero ni siquiera ha conseguido hablar con él. La respuesta ha sido que el jefe de gabinete estaba al teléfono y con reuniones en aquel momento.
Mientras los dos gabinetes intentaban ponerse -o no- en contacto, Sánchez estaba ya a poco más de dos calles del president. Torra, en el Palau de la Generalitat, y Sánchez, en la comandancia de Via Laietana, reuniéndose con los responsables policiales. Lo acompañaban el ministro de Interior, Fernando Grande Marlaska, y la delegada del Gobierno español, Teresa Cunillera. La Via Laietana se ha blindado para garantizar la entrada y la salida del presidente español sin problemas, pero no han podido evitar los gritos y protestas de la gente en la calle.
Y es que la principal preocupación del presidente no era esquivar a Torra, sino a las protestas independentistas. Ni siquiera se ha informado a la prensa de los horarios, a pesar de las repetidas peticiones en este sentido, para mantener el máximo secretismo sobre el recorrido de la comitiva y evitar así facilitar la movilización de protesta. "No hay previsto, por ahora, ningún acto", ha sido la respuesta recurrente a las repetidas demandas de información de los periodistas a los largo de la mañana.
Sólo el fotógrafo de Efe y un cámara ofrecían imágenes de la visita y desde la Moncloa se iban haciendo públicas las escenas de la reunión con los mandos de los cuerpos policiales y la visita a los heridos de los hospitales de Sagrat Cor y Sant Pau.
Esto no ha impedido que Sánchez haya tenido que escuchar el malestar de la gente tanto médicos y trabajadores del Hospital de Sant Pau como personas concentradas en la calle que le han abucheado al tiempo que repetían consignas reclamando la libertad de los presos.
Tsunami Democrático ha convocado a la gente con un mensaje al mediodía citando a la gente en la delegación del Gobierno a partir de las 13 horas. Inmediatamente han corregido el mensaje reclamando llegar lo antes posible porque el presidente español, aseguraban, ya estaba dentro. Pero no era así. Sánchez no ha llegado a ir a la delegación del Gobierno que lo esperaba con la calle repleta y el cruce de la calle Mallorca cortado por la muchedumbre.
Antes de la una y media desde la Moncloa se ha comunicado que el presidente volvía a Madrid después de visitar la prefectura y los Hospital de Sant Pau y Sagrat Cor. "Finaliza su estancia en Barcelona", se informaba. No ha habido ni la posibilidad de un contacto con la prensa para valorar la situación en Catalunya. El presidente se ha marchado con la misma velocidad y secretismo con que había llegado. Una visita relámpago de poco más de cinco horas.