Un año después de la ruptura con Junts per Catalunya, Pere Aragonès continúa sentado en su despacho de la presidencia de la Generalitat contraviniendo los augurios que apuntaban a que 33 diputados —de los 135 del Parlament— es un apoyo insuficiente para mantenerse en el Govern. Desde el primer momento, Aragonès ha dejado claro que no tiene ninguna intención de convocar elecciones y que pretende agotar la legislatura. De poco ha servido que la oposición se esfuerce en exhibir la debilidad del Govern, la última vez en el debate de política general de la semana pasada. La realidad ha demostrado que la incapacidad del resto de partidos para pactar una moción de censura se ha convertido en el principal puntal del Govern que encabeza Esquerra. Esto y el hecho de que en la última legislatura el apoyo de ERC era imprescindible para el gobierno de Pedro Sánchez en Madrid, lo cual ha condicionado también el voto del PSC en el Parlament.
Este sábado hace un año que Junts abandonó el Govern. El detonante de la crisis fue la decisión de Aragonès de expulsar al vicepresident Jordi Puigneró del Ejecutivo, después de que el partido de Carles Puigdemont lo instara a someterse a una cuestión de confianza. Junts dejó la decisión en manos de la militancia, que optó, con un 55% de los votos a favor y 42% en contra, por salir del gobierno. El resultado tan ajustado hacía evidente hasta qué punto el debate había rasgado al partido. Por una parte, los partidarios de marcharse, con la presidenta de la formación, Laura Borràs, al frente, acompañada por el silencio del secretario general, Jordi Turull. Del otro, el llamado sector pragmático con los consellers Jaume Giró y Victòria Alsina como caras visibles. "Junts gana y Pere Aragonès pierde", concluyó Borràs al anunciar la decisión de salir del ejecutivo.
De repente, Aragonès se quedó solo en el Palau de la Generalitat. No tanto como el personaje que hizo popular Macaulay Culkin en 1990, pero expuesto a los riesgos que provoca el no disponer de socios que facilitaran su mayoría en el Parlament. Sin embargo, un año después ha dejado claro que en su caso esto no ha sido un problema. Más bien al contrario, según la valoración que se hace desde el Govern.
Menos ruido y gobiernos más largos
Fuentes del Ejecutivo aseguran que ahora trabajan con "menos ruido" y "menos disputas internas", lo cual permite acelerar los proyectos, a la vez que facilita las sinergias entre departamentos, dado que todos son del mismo color político. Es más, subrayan que en el Consell Executiu hay más debate e intercambio de opiniones con más comodidad, lo cual alarga las habituales reuniones de los martes. Según estas fuentes, cuando ERC y Junts compartían gobierno las reuniones tenían una duración media de 90 minutos, mientras que con el Ejecutivo en solitario duran 135 minutos de media, es decir, 45 minutos más.
Para el apartado estadístico queda también que, con este año en solitario, Aragonès ha superado las marcas de duración de los gobiernos que lo han precedido, tanto el de Carles Puigdemont, que acabó antes de cumplir dos años a raíz de la suspensión del autogobierno, como el de Quim Torra, que se cerró con dos años y cuatro meses a raíz de la inhabilitación del president por exhibir una pancarta reivindicativa en el balcón de la Generalitat durante periodo electoral. La intención de Aragonès es ir más allá, agotar la legislatura, y hacerlo en solitario.
Dos presupuestos
De momento, Aragonès exhibe como grandes éxitos de su gobierno el haber aprobado dos presupuestos. El primero lo lideró un conseller d'Economia de Junts, Jaume Giró, que consiguió aprobar las cuentas dentro de los plazos que marca la ley, por primera vez en 12 años. También los segundos presupuestos del gobierno Aragonès los arrancó el conseller de Junts, pero en este caso, el último tramo se hizo ya con el departamento en manos de Natàlia Mas. Aragonès consiguió aprobar sus segundos presupuestos, aunque con dos meses y diez días de retraso, gracias al apoyo del PSC y comuns. Ha sido la primera vez desde el 2015 en que se conseguían aprobar dos presupuestos consecutivos. Además, fuentes del Ejecutivo aseguran que de cara al próximo año han puesto también la maquinaria presupuestaria en marcha.
Pero la actividad legislativa ha tenido pocas novedades más a lo largo de este año. El mes de diciembre pasado, dos meses después de la ruptura, el Parlament aprobó la Ley de la Ciencia de Catalunya que, como el mismo conseller de Universitats, Quim Nadal, reconoció, había sido impulsada por la consellera de Junts, Gemma Geis. Aparte de eso, el Govern ha aprobado la Ley del Audiovisual de Catalunya, que quedó ratificada en el Parlamento en el último pleno de esta semana después de recibir en junio la luz verde del Consell Executiu.
Por lo que respecta a las sombras de este año de gestión de Aragonès, destacan los peores resultados de comprensión lectora de los alumnos catalanes, de la mano del conseller Josep González Cambray, cuya cabeza acabó rodando el mes de junio; las polémicas en torno a la gestión de la sequía y las denuncias de los agricultores sobre la falta de respuesta del departamento de Acción Climática; o el descalabro de las oposiciones para la estabilización de funcionarios de la Generalitat que tuvo que encarar la consellera de Presidencia, Laura Vilagrà, entre acusaciones de caos e incompetencia de sindicatos y afectados.