Unos días después de las elecciones del 14-F, el dirigente de ERC Joan Tardà ha presentado su libro En defensa pròpia (Pòrtic) a los suscriptores de ElNacional.cat. En un coloquio exclusivo llevado a cabo a través de Zoom, en el cual los socios del Club han podido trasladar sus dudas y opiniones al exdiputado de ERC.
¿A quién va dirigido 'En defensa pròpia'?
El libro no es una obra académica, porque yo no soy politólogo, sino que es un discurso que va dirigido a todas las personas que tienen un vínculo con Esquerra Republicana. Sea un vínculo muy fuerte, hasta el extremo de ser afiliados al partido, o sean personas que tienen un vínculo sólo de una cierta fidelidad electoral.
¿Y qué pretende?
Hemos vivido un momento de aceleración de la historia que ha hecho que todo cambiara mucho en pocos años, la prueba está en que hace diez o doce años los independentistas eran muy pocos y ahora son muchos más. El libro pretende recordar que en el tablero de la política catalana el republicanismo ha estado en todo lo que ha pasado en los últimos 15-20 años. Convenía recordar cuál ha sido la sucesión de estos hechos tan determinantes.
¿Cuáles son estos hechos?
Desde la normalización del independentismo a raíz de la formación del primer gobierno tripartito presidido por Pasqual Maragall hasta el momento actual. De lo que trata el libro es de recordar todo eso para hacer más evidente el cambio estratégico que hemos hecho nosotros a partir de finales del año 2017 y así poder acumular suficientes fuerzas para encarar un nuevo embate.
El titular del libro es 'En defensa pròpia', ¿de quién se defiende?
Se plantea cómo y de qué manera se cree que sería bueno que encaráramos los próximos meses y años, es decir la legislatura que viene. No es una defensa personal mía, sino una defensa de la estrategia del republicanismo. En los últimos tiempos, hemos sido objeto de un cierto hostigamiento por parte de un sector del independentismo que considera que la línea de ERC no es correcta. Viven instalados en una idea de considerar que el 1 de octubre fue la victoria final cuando no fue, ni mucho menos, la victoria final.
En el libro valora la coalición entre Junts y ERC, ahora nos encontramos de nuevo en un callejón sin salida. Harán falta acuerdos y los próximos días serán claves. ¿Qué diferencias habrá para que el procés no quede disipado?
A raíz de la conferencia nacional del 2018 y del último congreso nacional, hemos hecho dos debates profundos e intensos de donde hemos sacado conclusiones. A pesar de las condiciones difíciles que teníamos con la dirección del partido decapitada —Oriol en la prisión, Marta en el exilio y una parte de la dirección judicializada—, hemos llegado a la conclusión de que se tiene que priorizar la acumulación de fuerzas. Es decir, buscar el escenario más adecuado para hacer crecer el procés en dos vertientes.
¿A qué vertientes se refiere?
Hacerlo crecer, en primer lugar, con respecto al contenido de las fuerzas y, en segundo, a partir de su transversalidad. Hay que construir un camino más amplio para que quepa la diversidad. Esta es nuestra apuesta. También tiene una translación en la capacidad de hacer sentar a la administración española en la mesa de diálogo y de negociación. Por lo tanto, es prioritario ser más de los que somos y que la correlación de fuerzas de nuestro país sea todavía más favorable de lo que ya es al independentismo.
En el libro dice que "no se trata de competir para quién consigue el pedazo más grande de pastel independentista, sino de hacerlo más grande"...
Exacto, creo que la estrategia es buena atendiendo a la posición del republicanismo en las áreas metropolitanas. Nos hemos convertido, a pesar de que todavía con un diferencial respecto de los socialistas, en la segunda fuerza en el Baix Llobregat, en el Vallès y en el área metropolitana tarraconense. La estrategia es la correcta.
También escribe que "el error fue tragarnos la propuesta del frente patriótico de Artur Mas". ¿Queda algún tipo de recelo que hace imposible que haya una unidad independentista con el factor común de la independencia?
Estamos convencidos de que la unidad estratégica no pasa necesariamente por la unidad electoral. Eso lo teníamos claro antes de que aceptáramos la propuesta del president Mas de hacer Junts pel Sí. Creemos que, para avanzar, hace falta que el independentismo sea tan plural como es la sociedad catalana. Si el independentismo tiene diferentes anzuelos, tiene más posibilidades de pescar que si va a la pesca sólo utilizando un solo anzuelo. Eso no quiere decir que no pueda haber una unidad, una convergencia estratégica.
Cuando Mas hizo la propuesta, ya habíais decidido que no iríais juntos...
Es cierto, previamente, en el congreso nacional, habíamos decidido que no. De hecho, Oriol Junqueras se presentó ante el consejo nacional y nos pidió que convenía rectificar y hacerlo. Yo era partidario de no hacer Junts pel Sí, porque entendía que, a veces, 1+1 no hacen dos. Pedí que no se procediera a hacer una votación y que aceptáramos la propuesta de Oriol Junqueras. No era bueno que reflejáramos una cierta división dentro del partido en aquellos momentos tan delicados. Hicimos Junts pel Sí y se demostró que la suma no rindió lo suficiente.
¿Por qué no?
Nuestro país es muy heterogéneo social, sociolingüística y culturalmente para que nos limitemos sólo a una sola marca y opción política.
Pero el factor común de independencia es único...
Las razones por las cuales una persona se convierte en independentista pueden ser diferentes o, si no lo son, que la jerarquía de las causas sea diferente. Hay personas que son independentistas de manera accidental porque consideran que la república es la mejor manera, o la más rápida, para llegar a un cierto estatus social de distribución de la riqueza. Hay otros que lo son por razones de carácter cultural. Yo conozco independentistas de todo tipo.
Si tenemos que ir a buscar un independentismo de una clase determinada, costará mucho llegar a una mayoría, ¿no?
Por eso es bueno que haya unas ciertas coincidencias de carácter estratégico y que los partidos sepan hacer renuncias. Por ejemplo, para nosotros fue una renuncia aquello que habíamos aprobado en el congreso. Y finalmente hicimos Junts pel Sí. La noche electoral quedamos todos un poco decepcionados porque las expectativas eran altas. La suma del potencial de ERC y de Convergència i Unió, teóricamente, tenía que dar un resultado mejor. Es aquello que he dicho antes de que 1+1 no suma dos.
Cuesta de ver que haya una unidad con la misma estrategia hacia la independencia.
Creo que sí que existe. Si no hubiera existido, no habríamos tenido el gobierno de Puigdemont-Junqueras y, posteriormente, el gobierno de Torra-Aragonès.
Se han enfadado más de la cuenta...
Eso pasa en todos los gobiernos de coalición por todo el mundo y si no, mira el gobierno Sánchez-Iglesias cuántas contradicciones tienen. Esto no es lo que realmente asusta. No puede ser que se confunda la unidad estratégica con la voluntad de mantenerse en el poder y no aceptar cuáles son los cambios que se van dando en el mismo proceso.
¿Como por ejemplo?
Muchas veces me había encontrado con personas que me decían: "Tardà, sobre todo, ¡unidad!". Se utilizaba esta palabra como una pedrada. Nos lo recalcaban a nosotros mientras teníamos un gobierno con otro partido independentista, y no a la CUP. Ha habido manifestaciones delante de la sede de ERC reclamando unidad y nunca ha habido ninguna delante de la CUP. Ha habido una cierta frivolidad a la hora de no intentar entender que la unidad electoral es una cosa y la unidad estratégica es otra.
Desde el primer día habéis dicho que la joya de la corona era la victoria independentista del mes de diciembre del 2017. ¿Ahora dónde estamos, pues?
El estado español hizo todo lo posible y más para que en el Parlament, a partir de diciembre del 2017, no hubiera una mayoría independentista y no lo consiguieron. Es cierto que ganó Ciudadanos, pero la mayoría siguió siendo independentista. Acto seguido, analizamos la situación de la siguiente manera: el estado español no ha conseguido echarnos del campamento base. Un campamento base que el año 2004 ni siquiera veíamos, estaba en el horizonte.
¿Ya están en la cima?
No, ahora estamos en el campamento base. El estado español quería alejarnos otra vez del campamento base y no lo consiguieron. Por eso nosotros, el día siguiente de las elecciones, dijimos que era necesario asentarnos en el campamento base y que el gobierno efectivo no tenía que ser el de Bélgica. El gobierno de Bélgica podría ser el legítimo, pero el efectivo tenía que ser el de Barcelona.
De este debate habla en el libro.
Sí, fue un debate estúpido que hubo sobre si teníamos que delegar el voto por parte de nuestros compañeros diputados encarcelados. Si la joya de la corona era la mayoría independentista alcanzada de manera titánica el mes de diciembre del 2017, ¿qué sentido tenía que los diputados de Junts per Catalunya encarcelados no cedieran el voto como hicieron Romeva y Junqueras al presidente de su grupo parlamentario? Si no lo cedían, perdíamos la mayoría. Es decir, la joya de la corona se iba al garete.
Pero no es el único debate a lo largo de todos estos años...
Como este ha habido muchos: la hipotética investidura del president Puigdemont, las banderas del balcón del Palau de la Generalitat, etc. Ha habido una serie de debates estúpidos y estériles de carácter simbólico que no llevaban a nada y que no pretendían tanto hacer crecer el independentismo, sino, por parte de JxCat, crear el escenario más adecuado para poder refundarse en las mejores condiciones y refundar el pospujolismo. Y para hacerlo había que atacar a ERC.
¿Les ha salido bien?
Creo que se han equivocado totalmente, porque si el objetivo de hacerte fuerte es atacar a otro colectivo independentista, eso genera una lucha fratricida que no tiene ningún sentido y rinde poco. Al final, la ciudadanía ha acabado premiando a aquella opción independentista que no ha estado tan cultivadora del simbolismo, pero que hemos ido manos a la obra. Por ejemplo, si hubiéramos cerrado el paso a Pedro Sánchez y no hubiéramos aprobado los presupuestos, ERC no habría ganado las elecciones.
Desde fuera, estos ataques, parece que no gustan.
Nosotros lo que priorizamos es ser lo bastante fuertes para plantear tres líneas de actuación. La primera es cómo y de qué manera reconstruimos el país cuando todavía desconocemos la intensidad de la destrucción que estamos sufriendo a causa de la crisis pandémica.
¿Y la segunda?
Hay que desjudicializar el procés, porque si no, seguiremos sometidos a la preeminencia de las emociones. Y las emociones dificultan una cierta racionalidad política. Para nosotros, la desjudicialización pasa por una amnistía, porque alcanza presas y exiliadas, y anula el delito.
¿La tercera?
Ser capaces de construir una solución democrática y pasar por las urnas. Se tiene que hacer lo imposible para acumular fuerzas, sentarse en la mesa a dialogar y llegar a unos acuerdos con el estado español. Harán falta movilizaciones, ser cada vez más fuertes electoralmente, y posiblemente, harán falta momentos de desobediencia civil. El estado español es una democracia de muy poca calidad y cuando avanzamos y dialogamos y negociamos, las contradicciones serán más evidentes.
¿Qué denotan estas contradicciones?
Pues, por ejemplo, la policía patriótica; el uso de las cloacas del Estado; la judicialización del procés en clave de venganza; un poder judicial secuestrado por la ultraderecha incardinada en el "Consejo General del Poder Judicial", en la Audiencia Nacional y en el Tribunal Supremo; y aparatos del estado que están dispuestos a externalizarse de los comportamientos democráticos de un estado que se hace llamar democrático. A medida que vamos ganando, las contradicciones del estado español se harán más evidentes. Es posible que la represión se mantenga aunque pueda ir cambiando.
Siguiendo con el símil del campamento base... si el 1 de octubre era llegar a la cima, ¿por qué después de aquel día hablamos de que todavía estáis en la base?
Porque cuando tú estás lejos de la falda de la montaña, la montaña parece más baja. Cuando llegas a la falda y miras arriba, ves que la montaña es más alta de lo que pensabas. Acéptame esta metáfora para visualizar la poca calidad democrática del estado español. Prefirió retratarse ante el mundo con una acción violenta, antes que sentarse en la mesa a dialogar.
¿Se pecó de ingenuidad?
Alguien puede pensar que somos ingenuos, que no lo sabíamos y en este sentido hago una referencia histórica, porque a veces la historia se acelera. Mi abuelo fue a dormir un día viviendo en una monarquía y al día siguiente se levantó en una república. Al cabo de tres años fue detenido y lo encarcelaron en el barco Uruguay. Dos años después, fue movilizado para ir a la guerra. A veces, la historia se acelera como un caballo desbocado. Ahora haré sesenta y ocho años y mi generación nunca había previsto que en el 2021 tendríamos tanta fuerza como tenemos. Todo lo que hemos hecho no sólo no lo habíamos hecho nunca, sino que no estaba previsto que lo haríamos.
¿Por qué se ha acelerado la historia los últimos años?
Por la crisis económica y la sentencia del Tribunal Constitucional con respecto al Estatut. Nuestra generación se vio obligada a improvisar. Hicimos todo lo que hicimos teniendo en cuenta que todo se aceleró de golpe y no existía un plan de trabajo diseñado. Lo que sí que estábamos obligados era a analizar profundamente todo lo que habíamos hecho bien para hacerlo todavía mejor, y también todo lo que no habíamos podido hacer mejor porque nunca lo habíamos hecho.
¿Y lo habéis hecho?
Creo que nuestro gran mérito ha sido ser capaces de repensar, reorientar y reformular la estrategia para saber cuál es el camino más corto para pasar del campo base a la cima. Hemos llegado a la conclusión de que el camino tiene que ser muy amplio, para que quepa mucha más gente y gente diferente.
Uno de los catalizadores de la aceleración de la historia ha sido la gente de la calle, de las movilizaciones.
No se puede mantener la intensidad del movimiento de forma permanente. Hemos vivido una cierta resaca, y no tendríamos que confundir un momento de reflujo de la movilización como sinónimo de derrota. No se puede entender ningún fenómeno de movilización acelerada sin la carga de las emociones. La emoción se convierte en el mejor carburante. La emoción contagia y crea catarsis colectivas que animan a los ciudadanos a ser protagonistas en la calle. Pero las emociones también caducan. Es necesario que el reflujo de las emociones no corrompa el procés.
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