Un documento del FBI prueba que el autor de un diario hallado en el Baix Empordà, Günter Zeschke, formaba parte de una red nazi clandestina que ayudó a escapar de la justicia aliada a Erhard Mossack, miembro de las Waffen SS y padre de Jürgen Mossack, el abogado que fue el epicentro del escándalo de los “papeles de Panamá”.
“¿Que si me sorprende averiguar que mi padre colaboró con una red clandestina que ayudaba a nazis destacados a huir de la justicia aliada? Por supuesto que sí. Yo jamás os he mentido. No sabía nada acerca de ello y, muy probablemente, mi madre tampoco porque, créeme, con ella hablábamos de todo. A nadie le gusta que de repente salgan cosas no precisamente bonitas acerca de su padre, pero la verdad, esto no cambia en nada lo que recuerdo acerca de él. Para mí, lo más importante es la verdad con mayúsculas. En esto, estoy segura de que estamos de acuerdo. Esa es la razón por la que colaboro con vosotros”. Quien habla de ese modo es Margarita Zeschke (Lahore, 1958), una empleada de limpieza de origen germano afincada en la Costa Brava a la que una serie de circunstancias fortuitas situó hace cuatro meses en el punto de partida de un misterio relacionado con el hallazgo de un diario en el Baix Empordà.
El cuadernillo, escrito a mano en alemán por un miembro de la Wehrmacht, fue inicialmente encontrado entre los papeles de un antiguo edificio situado en Sant Feliu de Guixols. En diciembre de 2021, un librero de viejo de Badalona llamado Marçal Font lo adquirió “por un precio razonable” y, con la ayuda de su pareja — Miriam Noheras— , un amigo — Francisco Muñoz— y un reportero, comenzó a descifrar todos los misterios que rodean a su aparición. Los enigmas más obvios eran quién lo había escrito, de qué hablaba y, sobre todo, qué hacía ese diario en un piso del Empordà. Y ahí es justamente donde entra Margarita, que no es otra que la hija del soldado nazi que escribió ese diario.
Dar con ella no fue fácil porque la última entrada del manuscrito se escribió 16 años antes de su nacimiento y, por lo tanto, las anotaciones del soldado no hacían referencia alguna a su existencia. Lo que sí mencionaba el cuadernillo era el nombre de su autor — un tal Günter Zeschke del que al principio se ignoraba casi todo. Una rápida comprobación de las listas telefónicas y las redes sociales permitió averiguar que en Sant Feliu de Guíxols, el lugar del hallazgo, existía al menos una residente que compartía ese apellido.
La hija de Günter
El pasado 4 de marzo, Font se presentó junto a sus compañeros en su casa. Llevaba consigo el diario del soldado nazi y una corazonada basada en la presunción de que la persona que ocupaba el viejo inmueble de aquella calleja empinada próxima a la línea litoral de Sant Feliu, no muy lejos del casino, compartía alguna clase de parentesco con el miembro de la Wehrmacht. Y en efecto, así fue. De inmediato, apoyada en el umbral de su vivienda, Margarita confirmó que se trataba de su hija y les franqueó la puerta de su casa y sus recuerdos. Lo que aclaró después fue sorprendente.
Según la hija de Günter, su padre había sido un geólogo alemán que, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, colaboraba habitualmente con la Unesco pronunciando conferencias e impartiendo enseñanzas en todo el mundo. De acuerdo a la versión que había logrado retener en la memoria, visitó por primera vez Sant Feliu de Guixols un año después de su nacimiento, en 1959, junto a su madre y su hermanastra mayor, y posteriormente regresó a pasar varios inviernos, lo que explicaba, entre otras cosas, que el prólogo de uno de los libros que escribió en alemán —Prospección de yacimientos extrayendo minerales pesados de las arenas de los ríos— había sido datado en la Costa Brava.
Margarita creía que su padre había terminado en Catalunya casi fortuitamente mientras viajaba por la Península buscando algún lugar para aprender castellano, con vistas a irse luego a Argentina. Simplemente, dio a entender que entró con su familia por Portbou y al llegar en coche a Sant Feliu les gustó el lugar y se quedaron algún tiempo. Como después se supo, su versión no se ajustaba plenamente a la realidad, lo que no significa en ningún caso que faltara a la verdad de forma deliberada.
La hija del soldado nazi explicó también cómo acabó el diario en un piso desocupado del Empordà. Ella misma se lo había regalado algunos años antes a un coleccionista catalán de objetos militares. Margarita reveló también un dato esclarecedor: su padre era esquizofrénico y se quitó la vida en Berlingen (Suiza) tras regresar de un viaje a Munich, ingiriendo una pastilla de cianuro, exactamente igual que Hitler y su plana mayor. Que hubiera combatido del lado de las tropas de Hitler era, en su opinión, puramente circunstancial, y resultado de las circunstancias de su país. “Papá jamás hablaba de política ni reveló interés alguno por los nazis”, nos dijo, hablando alternativamente en un perfecto catalán y un perfecto castellano. “De alemana tengo poco, tras haber vivido el grueso de mi vida en València y Catalunya”, nos aclaró a propósito de ello.
El modo en que la hija del soldado —nacida en Pakistán durante uno de los viajes de su padre— procesaba sus recuerdos y evocaba la memoria de su progenitor le producía emociones claramente contradictorias, a caballo de un vago resquemor y la idealización. ¿Qué le llevó a Günter a quitarse la vida? “La versión más bonita es que lo hizo para ahorrarnos el sufrimiento que nos causaba por culpa de sus problemas mentales”, aseguró. Al parecer, su trastorno psiquiátrico le provocaba actitudes violentas que obligaban a su madre a llevársela de casa para protegerla. “Un poco antes de suicidarse, al entrar en casa, trató de hablar conmigo y me negué porque estaba enfadada”, nos confiesa.
Existe, además, una versión extraoficial familiar sobre su muerte que guarda relación con su trabajo de geólogo. Según Margarita Zeschke, se rumorea entre los suyos “que halló en la Selva Negra un gran yacimiento de uranio y no fue tomado en serio, lo que le causó una profunda frustración que le llevó a tomar su decisión. Una vez muerto se supo que estaba en lo cierto”.
Memoria traicionera
Cuando Günter se quitó la vida, el 21 de marzo de 1970, Margarita apenas sí tenía 12 años de edad. Que ella terminara viviendo en Catalunya guarda relación con el hecho de que su madre, Waltraud Kumpmann, decidiera tras el suicidio de su esposo instalarse en la Península, donde la vida era mucho más barata para ella y sus hijas. Parte de lo que creía saber Marga se debía menos a su experiencia directa que a los recuerdos más o menos deformados por el tiempo que le habían transmitido su madre —fallecida en 2006— y su hermanastra —mayor que ella y fruto de una corta relación con un oficial nazi casado de Waltraud. Ésta era a su vez la hija de un antiguo general de la Luftwaffe, Emil Kumpmann. Cuando Günter la conoció en Bonn era madre soltera en la Alemania de postguerra.
“Lo que Margarita nos contó durante aquella primera visita fue, por así decirlo, la primera madeja que comenzamos a enhebrar para arrojar algo de luz sobre el contexto del hallazgo del diario”, nos dice el librero Marçal Font. “Pero el diario hablaba por sí solo y nos ayudó a aclarar nuestras primeras dudas y a enmendar la historia de la hija. Lo primero que supimos es que contiene episodios de la vida en el frente de un soldado nazi llamado Günter Zeschke, en un periodo que abarca desde noviembre de 1939 hasta marzo del 42. ¿Qué cuenta exactamente? Su día a día en el frente dentro de una unidad de zapadores destinada en Noruega, Suecia y Finlandia, donde tomó parte en la operación Zorro Plateado”.
Günter nació en Berlín el 15 de marzo de 1921. El cuadernillo es en sí mismo un objeto singularmente bello. Entre las líneas de una peculiar caligrafía conocida como Sütterlin hay mariposas, mapas de guerra, dibujos de soldados de la Wehrmacht y entradas para los cines Goebbels que frecuentaba el autor. Prendida en las páginas hay asimismo una flor edelweiss, que era un signo de virilidad que los soldados de la Wehrmacht lucían en el ojal.
Parte del texto está encriptado con un código de origen francmasón. La primera entrada del diario está registrada en noviembre de 1939, cuando recibió adiestramiento en la ciudad alemana de Spandau. El diario fue literalmente “abandonado” 26 meses después, mientras estaba destinado en la ciudad finlandesa de Turku. Su última anotación concluye con una coma. Por alguna razón, jamás volvió a escribir en él. Las últimas veinte páginas están en blanco. Es más que probable que alguien o algo lo interrumpiera.
Ni siquiera a día de hoy ha sido transcrito por completo su contenido. Por lo que se ha descifrado hasta la fecha se sabe, sin embargo, que Günter participó en la captura de Noruega, primero, siendo parte de una unidad de camilleros, y más tarde, como zapador. Junto a sus camaradas, llegaron en transporte marítimo hasta Larvik sin hallar resistencia. Aunque iba en la retaguardia, resultó alcanzado varias veces por el enemigo y fue condecorado con la Cruz de Hierro de primera clase, la insignia de Asalto General y la de Herido de Guerra. “Esencialmente, el diario contiene observaciones sobre su vida en el frente y acerca de las escaramuzas en las que tomó parte”, dice el librero.
Hay algo, además, en el diario hallado en Sant Feliu, que desde el primer momento contradecía la versión que Margarita había retenido acerca de la supuesta condición ocasional de nazi de su padre. Según su hija, su participación en el conflicto como soldado de la Wehrmacht había sido forzada por las circunstancias geopolíticas. Simplemente, creía que su padre se vio arrastrado por la tormenta nazi y obligado de algún modo, y como todos, a combatir.
Desde el primer momento, Marçal puso en cuestión semejante apreciación llamando la atención sobre algo. “Supimos ya al principio que se unió voluntariamente antes de la guerra a una especie de milicia informal conocida como Landwehr-Kommandeur”, apunta el librero. “Y también averiguamos que era un habitual de las películas del circuito de Goebbels, lo que, en combinación con lo anterior, reforzaba la idea de que simpatizaba con la ideología nazi o, en otras palabras, que era un nazi convencido”.
Informe secreto del FBI
Hace solo una semana, el dueño del diario y sus colegas hallaron un informe secreto del FBI que ha venido a confirmar esta intuición inicial. El documento proporciona una prueba irrefutable de que, tal y como sugerían los autores del hallazgo del diario, Günter siguió moviéndose en un entorno nazi tras la Segunda Guerra Mundial y que, parapetado tras su condición de geólogo, siguió colaborando con organizaciones y empresarios vascos e hispanoalemanes abiertamente partidarios del Tercer Reich.
Concretamente, el documento de los federales, datado en febrero de 1947, ha revelado algo asombroso. Según los federales, el antiguo soldado nazi Günter Zeschke era parte de la red clandestina que ayudó a ocultarse a Erhard Mossack, un miembro de las Waffen-SS, además del padre de Jürgen Mossack, fundador del despacho de abogados que estuvo en el epicentro del escándalo de los llamados 'papeles de Panamá'.
Erhard Günter Mossack, tres años mayor que el propio Zeschke, se unió en 1935 a la sección infantil de la Jungvolk o Juventudes Hitlerianas. Al alcanzar la mayoría de edad, se enroló en las Waffen-SS, el brazo armado de las Schutzstaffel y llegada la guerra, en noviembre de 1942, fue transferido a la legendaria división Totenkopf. Sirvió primero en Francia y más tarde, en el frente soviético. Dos meses antes de la caída de Berlín, en 1945, fue capturado por las tropas aliadas cuando estaba a punto de cumplir los 21 años. En diciembre de ese mismo año, logró escapar junto a siete camaradas de un campo de prisioneros de guerra situado en Le Havre (Francia) tras robar un camión. Después de realizar seiscientos kilómetros en solitario, consiguió llegar hasta la ciudad alemana de Colonia. Con los años, llegaría a ofrecerse como informante de la CIA y acabaría emigrando a Panamá, donde su hijo Jürgen, nacido en 1948, se hizo infaustamente famoso gracias al escándalo de la filtración de documentos de miles de empresas offshore.
En lo que concierne a la historia del diario, lo verdaderamente relevante es que entre los nombres de la red que, según el FBI, le ayudaron a ocultarse y a sobrevivir en 1946 se halla el de Günter Zeschke. En su informe de veinte páginas, los federales aseguran que conoció al “capitán Zeschke” el 26 de marzo de ese año, gracias a un amigo común, el mayor Roetzel. Zeschke le dio cien marcos a Mossack y le proporcionó una lista de diez nombres de personas que, eventualmente, estaban en disposición de ayudarle. El miembro huido de las Waffen-SS estuvo a punto de unirse a una organización de nazis reconvertidos en falsos comunistas para camuflar su condición y escapar de la justicia aliada en aquellos años posteriores al final de la gran guerra en que no estaba aún bien claro qué destino iba a darse a los individuos más comprometidos con el Tercer Reich. Al decir de Marçal Font, no hay ni la más mínima duda de que el Zeschke mencionado en el informe es el mismo individuo que años después aparecería en Sant Feliu de Guixols como geólogo y sobre todo, no hay duda tampoco de que era uno de los nombres de referencia a quienes acudían los nazis huidos que precisaban ayuda de sus camaradas. En otras palabras, era un personaje clave del entramado, la clase de nacionalsocialista con el que se podía contar en situaciones comprometidas.
El asunto no es baladí porque sustenta la idea de que sus futuras relaciones con otros nazis residentes en España fueron menos fortuitas de lo que Margarita creía. “De un modo más específico, nos ayuda también a entender qué sucedió entre el momento en que realiza su última anotación en el diario y cuando, 16 años después, aparece en Catalunya relacionándose con algunos nazis naturalizados españoles y afincados en el País Vasco, los miembros de la familia hispanoalemana Lipperheide, propietarios de las minas gerundenses de Osor”, apunta el librero Marçal Font.
Convertido en geólogo
En efecto, otro de los misterios que planteaba el hallazgo del diario y que Margarita no era capaz de ayudar a esclarecer era la auténtica razón por la que aquel soldado de la Wehrmacht aparentemente de segunda, reaparece en Catalunya a finales de los cincuenta reconvertido en un reputado geólogo a las órdenes de una dinastía de empresarios —los citados Lipperheide— con un pasado criminal, afectos a los franquistas y al Tercer Reich. Es esta dimensión del contexto que rodea a la aparición de ese cuaderno la que, en opinión de Font y sus compañeros, ha arrojado resultados más interesantes y novedosos acerca de las vinculaciones de Catalunya y el País Vasco con el nazismo.
Al decir del librero de Badalona, el hallazgo del diario hubiera sido esencialmente un hecho anecdótico de no haber venido a iluminar varias cuestiones adicionales: la fuerte presencia nazi en Catalunya; el papel de esta comunidad en el esquema de producción y exportación clandestina de minerales estratégicos al Tercer Reich y en las llamadas líneas de rata o rutas de huida de los nazis y, más en general, la clara implicación en las actividades nazis de empresarios blanqueados por la dictadura franquista y por el olvido. Los investigadores no descartan gracias a los datos de los que disponen que las prospecciones que realizó en España guardaran alguna relación con el proyecto Islero. Es decir, con las ambiciones franquistas de convertirse, después de Francia, en el segundo país de la Europa occidental capaz de construir una bomba atómica.
Existe, claramente, una dimensión personal, que es la que encarna Margarita Zeschcke y el modo en que ha venido redescubriendo ciertos aspectos del pasado de su padre gracias al hecho fortuito de que se desembarazara del cuadernillo y este a la postre acabara en las manos de un librero apasionado por los misterios de la historia y sus amigos. Que su padre le otorgaba gran importancia a su viejo diario es algo que han podido inferir gracias, sobre todo, al hecho de que solía portarlo consigo en sus viajes por el mundo, en lugar de dejarlo en casa, como hubiera sido más normal. ¿Cómo ha podido Font alcanzar esta conclusión? Esencialmente, lo ha colegido a partir del hecho de que entre sus páginas hay objetos como mariposas que fueron introducidos tras la Gran Guerra.
“Pero además hay algo más. Gracias a las pesquisas realizadas en torno a la aparición de este diario hemos podido confirmar que, en efecto, desde las minas de Osor se exportó hasta la Alemania nazi una cantidad que no hemos podido todavía precisar, pero en todo caso significativa, de fluorita, un mineral estratégico, al igual que el wolframio o tungsteno, para el esfuerzo bélico nazi, sin el cual el Tercer Reich no hubiera podido resistir hasta el 45”, añade Font. “El propietario de esas minas no era otro que Federico Lipperheide, uno de los 104 nazis reclamados por los Aliados al régimen franquista. Y se da la circunstancia de que fue justamente Lipperheide quien contrató a nuestro Günter Zeschcke”.