"Pensaba que nos estaban liquidando por filas". Es lo primero que le vino a la cabeza cuando empezó a escuchar ráfagas de tiros en el interior del hemiciclo del Congreso de los Diputados. Era 23 de febrero de 1981, y un grupo de uniformados de la Guardia Civil acababa de irrumpir para impedir la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo. Una segunda imagen también le vino a la cabeza: las de la policía cargando a caballo en el funeral de monseñor Romero, en el Salvador, asesinado hacía menos de un año. Una auténtica masacre. Se quedó allí, encogida detrás de su escaño, sin ver qué pasaba en el otro lado. "Ahora sentiré un frío en el cuerpo". Sólo pensaba en taparse la cabeza y la barriga, estando como estaba embarazada de gemelos. "No pensé que moriría, porque eso cuesta, pero sí que pensé que, si me tocaban, abortaría", reflexiona Anna Balletbò cuarenta años más tarde en conversación con ElNacional.cat.
Balletbò fue testigo presencial, en primera línea, del golpe de estado del 23-F. Era diputada por el Partit dels Socialistes de Catalunya, un cargo que ostentó durante las seis primeras legislaturas de la democracia, de 1976 al 2000. Han pasado 40 años desde el levantamiento del teniente coronel Antonio Tejero, pero conserva muchos recuerdos y anécdotas. Y también alguna lección. Admite, ya en un terreno más político que personal, que últimamente tiene más presente aquel acontecimiento, ya que "se habla de forma tan peyorativa de lo que fue la Transición".
Justamente su condición de embarazada hizo que le permitieran salir del edificio del Congreso de los Diputados. El momento "más brutal" fue justamente cuando abandonaba el Congreso, acompañada del brazo de un guardia civil. En la M-30, como se conoce el pasillo que rodea todo el hemiciclo por fuera, vio a mucha gente estirada boca abajo que no se movía. "¡¿Por qué los han matado?!", preguntó exaltada. Pero nada de eso, por suerte: eran escoltas, chóferes y otra gente armada —los diputados también tenían permiso para llevar armas— a quien los golpistas estaban desarmando. "Pensé que habían hecho allí una escabechina", recuerda ahora.
Una vez fuera, lo primero que hizo fue llamar al rey Juan Carlos I, que se disponía a jugar una partida de squash cuando estalló todo. Balletbò no tenía el teléfono del monarca, pero lo consiguió a través de Jordi Pujol. La primera pregunta que le hizo el monarca es si había heridos. Después ya vinieron preguntas "de militar", en palabras de la exdiputada socialista: "¿Cuántos hay? ¿Cómo ha podido salir? ¿Le han dado el alto? ¿Ha podido identificar a alguien? Cuál es su graduación?". Recuerda el final de la conversación. "El Rey está al servicio de los más altos intereses de España", le dijo Juan Carlos I en tono mayestático. "¿Y...?", le preguntó la parlamentaria. "… Y de la democracia", respondió. Se quedó más tranquila. No tiene ninguna duda sobre el papel que jugó el jefe del Estado aquel día, a pesar de las sombras que todavía perduran.
Los años 80 fueron muy convulsos, tanto a nivel económico, por la grave crisis, como a nivel político, por las turbulencias del avance del proceso autonómico y los atentados de ETA. "La gente se olvida, pero no parábamos de ir a funerales", apunta Balletbò. El ruido de sables se visualizó con luces y taquígrafos aquel día, con la entrada violenta de Tejero y los guardias civiles que había reclutado durante las horas previas. Pero fue una constante desde la muerte del dictador. Aquellos años hubo varias conspiraciones, sobre todo militares, pero algunas también con implicaciones de civiles, desde la Operación Galaxia (1978) y la intentona de la Coruña (1985), hasta al caso De Meer (1986). Carlos de Meer es el padre de la hoy diputada de Vox Rocío de Meer. Se reunió con Muammar al Gadafi para buscar financiación para una golpe contra Felipe González.
En este contexto tan complicado, donde había "muchos nervios" por parte de algunos estamentos, Anna Balletbò mantiene que en cierta manera el intento de golpe de Estado del 23 de febrero del 81 "triunfó". En este sentido, la entonces diputada socialista explica que "estábamos en un proceso de construcción de un Estado" y "lo que hace el 23-F es poner la raya". Fue un hasta aquí hemos llegado. A partir de aquí, el desarrollo del estado autonómico fue mucho más lento y limitado. Sin embargo, la exparlamentaria lo justifica: "Este es un país que ha llevado a los diccionarios la palabra pronunciamiento. Pero llevamos 40 años, ¿eh? Es el periodo más largo de tranquilidad que hemos tenido".
El periodista Raimundo Castro, entonces corresponsal de El Periódico de Catalunya, también estaba en el Congreso de los Diputados aquel 23 de febrero de 1981. De hecho, vio a los golpistas antes que los mismos diputados. Se estaba produciendo la farragosa votación nominal de investidura, y él estaba fumando a las puertas del hemiciclo —entonces no había que salir al patio— con otros compañeros redactores. E irrumpió Tejero, con el tricornio en una mano y una pistola en la otra. Antes que a los parlamentarios, dijo a los periodistas que se tiraran al suelo. "Yo, más que asustado, no hice caso. A mis espaldas escuché el trueno del disparo preventivo que hizo el coronel al techo", relata Castro. Después vendría la réplica dentro de la sala de sesiones.
En aquellos primeros instantes el desbarajuste era tal que él ya empezó a hacer sus cábalas: "Estaba convencido entonces de que el golpe triunfaría. De hecho, intenté calcular qué estadio de fútbol estaba más cerca del Congreso de los Diputados, si el Santiago Bernabéu o el Calderón. Estaba convencido de que pasaría como en Chile y acabaría en un estadio de fútbol". El dictador Augusto Pinochet utilizó el Estadio Nacional, en Santiago de Chile, como centro de detención y torturas. Con la misma sensación se marchó de las Cortes: "Cuando por fin salimos, poco antes de las nueve de la noche, muchos creíamos que el golpe había triunfado. Tejero iba engañando a sus mandos diciendo que tal región militar se había levantado". No fue hasta que llegó a casa que se tranquilizó. Llamó a su jefe de redacción, Ángel Sánchez, que le dijo que el golpe de estado había fracasado.
Balletbò: "No hay ningún militar en activo que esté dispuesto a dejarse mandar por un militar en la reserva"
A diferencia de Balletbò, el periodista sí que hace una enmienda al relato oficial del 23-F. El Rey no fue ningún héroe; más bien todo lo contrario, estaba implicado de una manera u otra. "Es el bombero pirómano. Él provocó el incendio y después es él quien aparece como el que lo resuelve todo", critica Raimundo Castro. No sólo eso, sino que, paradójicamente, su figura salió reforzada. "El Rey se había llegado a plantear hacer un referéndum en seis meses, pero salió fortalecido. El 23-F fue su referéndum", asegura. Señala que el hecho de que Tejero fuera el protagonista es un "disparate", porque ya llevaba dos intentos fracasados. "Parece incluso como si hubieran utilizado a Tejero para que fuera un golpe de estado fallido", reitera.
Posteriormente, Castro tuvo muchas conversaciones con Adolfo Suárez, al que el Rey también colocó su diana como objetivo a abatir. Y dice que no se ha investigado lo suficiente la implicación de los Estados Unidos, que también lo quería fuera del tablero de juego. Las discusiones entre el jefe del Estado y el jefe del gobierno llegaron a subir mucho de tono. Tanto que, según el periodista, Suárez le llegó a decir a Juan Carlos I: "A mí me han votado y a ti no".
¿Se podría repetir hoy?
Cuarenta años después, el ruido de sables ha vuelto a planear sobre el ambiente. Ya lo hizo en 2006, con la aprobación del nuevo Estatut de Catalunya, y lo ha vuelto a hacer durante los últimos meses. Todo empezó con una carta de exmilitares, ya retirados, que se dirigían al rey Felipe VI para que actuara ante el "gobierno socialcomunista" de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Estos mismos militares en la reserva se pronunciaban en chats de WhatsApp a favor de "fusilar a 26 millones de hijos de puta", en referencia a los españoles de izquierdas, independentistas o nacionalistas. La ministra Margarita Robles lo puso en manos de la Fiscalía y dio el caso por cerrado, asegurando que se trataba de hombres que ya estaban en la reserva. Que las fuerzas armadas de hoy eran "las del siglo XXI".
Pero no sólo se trata de militares retirados, como algunos medios han revelado durante los últimos meses. Público publicó el pasado diciembre chats de oficiales y de suboficiales en activo donde se justificaban aquellas proclamas y se intercambiaban ataques y acusaciones infundadas, así como burlas y escarnio, contra los máximos integrantes del Gobierno. Se defendía específicamente a los altos mandos que decían desear fusilamientos masivos. También han aparecido grabaciones en instalaciones militares, como las de la Brigada de Paracaidistas (BRIPAC). Sus integrantes aparecían cantando canciones de la División Azul y realizando saludos fascistas.
A Anna Balletbò le dan "asco" este tipo de movimientos, "sobre todo aquel que decía que tenían que morir más de 26 millones, más del 50% de la población". Sin embargo, no le da ningún tipo de relevancia. "No me preocupan manifestaciones de este tipo. Si lo quisieran hacer, estarían haciendo otra cosa", subraya la exdiputada del PSC en el Congreso. Apunta que sólo son militares retirados y que "no controlan la Brunete", a diferencia del 23-F. "No hay ningún militar en activo que esté dispuesto a dejarse mandar por un militar en la reserva. El poder en el ejército te lo dan los que mandan", insiste. Concluye que "locos hay en todas partes", poniendo el ejemplo del asalto al Capitolio de los Estados Unidos, y que España es "una democracia consolidada del todo".
Castro: "Lo primero que hace Narcís Serra es pactar una cúpula del Opus Dei, que se encarga de los nombramientos"
Raimundo Castro no lo ve posible más que nada por el contexto internacional. "Sería impensable para la Unión Europea y la OTAN. Era pensable con Trump, pero ahora no", asegura el excorresponsal de El Periódico de Catalunya en Madrid. Tampoco en caso de que se avance en la resolución del conflicto político catalán, que está convencido de que acabará en las urnas: "Si dan un golpe de Estado para parar un referéndum como el del Quebec, sale toda la Unión Europea cerrando filas".
Ahora bien, Castro lamenta que no se hizo ningún tipo de limpieza de las fuerzas armadas, sino más bien todo lo contrario. "Inmediatamente después del 23-F, como no se desmonta nada, los coroneles se ponen a preparar otro golpe de estado, el del 27-O del 82", pone de ejemplo. "Para calmarlos, lo primero que hace Narcís Serra es pactar una cúpula del Opus Dei, que se encarga de los nombramientos, que son los generales de ahora," explica. La manera de pararles los pies es "promocionarlos". Y también enviarlos a misiones en el extranjero "para que sus amigos europeos les digan que es imposible un golpe de Estado" en España. Y "de aquellos polvos, estos lodos," lamenta el periodista. La actual jerarquía militar viene de allí mismo. Sólo se cuela alguna alma libre, como el ex-JEMAD Julio Rodríguez, hoy jefe de gabinete de Pablo Iglesias.
Incorporamos una tercera voz en este debate. Él no estuvo presente en el Congreso de los Diputados, porque a duras penas tenía cuatro años, pero el 23-F siempre ha estado presente en su trayectoria. Se trata del exteniente Luis Gonzalo Segura, que fue expulsado del ejército español por denunciar la corrupción que había dentro de las fuerzas armadas. Conoce de primera mano lo que hay hoy en las filas castrenses, y no es para tirar cohetes. Más bien todo lo contrario: ha llegado a la conclusión de que no se hizo limpieza y que todos los gestos han sido de cara a la galería, sin que descienda la hegemonía ultraderechista y filogolpista. Lo ha visto con sus propios ojos.
El exmilitar expulsado recuerda una escena de aquellos años, de la Transición, cuando el presidente Adolfo Suárez, una vez desarticulado el golpe de estado de Tejero, planteó revertir su dimisión "con la condición de hacer una limpieza en las fuerzas armadas" de aquellos elementos amenazadores. Pero nada de todo esto pasó "porque Juan Carlos no estaba por la labor". Desde entonces, lamenta cuatro décadas más tarde, nunca se han depurado sus filas de los remanentes fascistas y golpistas. Y no se ha hecho porque a la derecha política no le ha interesado. "Ellos los sacuden y después marcan y tutelan la política y establecen los límites de esta", asegura. E insiste: "Todas estas cartas, manifiestos y chats son una participación política del ejército muy nítida". El auge y los discursos de Vox han sido parte de sus carburante.
Segura: "Todas estas cartas, manifiestos y chats son una participación política del ejército muy nítida"
¿Se podría repetir hoy? Luis Gonzalo asegura que ahora mismo, a corto plazo, no es factible. Como mucho "algún movimiento incontrolado" que incluso permitiría a Felipe VI construir un símbolo como el de su padre. No obstante, señala un elemento que considera relevante: "En el chat insisten mucho en que no se podía perpetrar un golpe de estado porque no sería bien visto ni en España ni en Europa". Eso significa, según su opinión, "que tenemos unas fuerzas armadas golpistas, que estarían dispuestas a un golpe de estado si encontraran una base de aceptación para hacerlo". Y avisa en este sentido: "Las coyunturas cambian relativamente rápido. Quizás en diez años tenemos un escenario de una Europa partida, con muchos gobiernos de extrema derecha. Eso podría hacer cambiar el paradigma".
¿Qué lección podemos extraer 40 años después? "Tristemente, que seguimos bajo el yugo de las armas", advierte el exteniente Segura. Avisa de que no se ha enfrentado el problema de la presencia de la extrema derecha en el ejército y que eso es una "amenaza seria" para catalanes, vascos y el resto de españoles de izquierdas. "Tenemos una pistola que nos apunta y seguimos jugando a la ruleta rusa", lamenta el exmilitar. Y concluye: "Las circunstancias pueden cambiar. Es un problema al que tenemos que hacer frente. Y hasta que no lo hagamos, no podremos tener un entorno más democrático". El asalto al Capitolio de los Estados Unidos es un aviso a navegantes.