"Esta legislatura ya no tiene más recorrido político. Llega a su final". Cuando a las 12 del mediodía el president, Quim Torra, ha empezado a leer su declaración institucional en la galería gótica del Palau de la Generalitat la política catalana se ha congelado unos instantes. La imagen de unas elecciones inminentes ha provocado más de un sobresalto, incluso entre aquellos que conocían el contenido de la declaración del president.

Sabía lo que diría Torra el vicepresident, Pere Aragonès, que había sido informado un cuarto de hora antes en el Palau de la Generalitat. Lo sabían los consellers de JxCat a los cuales había reunido previamente para comunicarles la decisión, y el presidente del PDeCAT, David Bonvehí, que también había sido convocado en el Palau. También estaban informados de su decisión los presos, con quien Torra se había reunido en el Parlament horas antes aprovechando su presencia en la cámara catalana para intervenir a la comisión del 155. Y lo sabía el president en el exilio, Carles Puigdemont. Pero, incluso, entre los que estaban al corriente de la decisión final, las primeras palabras del president han provocado cierta sorpresa.

La tormenta se había desencadenado el lunes por la mañana cuando, después de un fin de semana repleto de contactos con ERC, se anunció que el secretario general del Parlament, Xavier Muro, había ejecutado la decisión de la JEC y había retirado la acreditación de diputado al president.

Aquella misma tarde, después de una agitada sesión con nuevas reuniones de la mesa y tensión entre el presidente, Roger Torrent, y el vicepresidente, Josep Costa, el Parlament hizo la primera votación sin Torra.

Previamente, el president de la Generalitat había protagonizado un último intento de frenar la situación con una intervención ante el hemiciclo en que advirtió que se estaba poniendo en riesgo las instituciones. Sólo los diputados de JxCat aplaudieron sus palabras y el silencio de ERC se convirtió en la imagen gráfica de la ruptura entre los dos socios de Govern.

Acto seguido, Torra se dirigió a su despacho del Parlament donde hizo evidente la profunda irritación con esta decisión. No era el único. El enfado con ERC lo mostraron también los consellers de JxCat y la cúpula del grupo. La imagen de unas elecciones anticipadas y de una crisis de Govern que dejara fuera del ejecutivo a ERC empezaba a tomar cuerpo. Aquella noche nadie tenía ninguna duda que la legislatura colgaba de un hilo y que cualquiera de estos escenarios se podría acabar materializando.

En este contexto se celebró la reunión del grupo parlamentario en los despachos del Parlament. Torra quiso escuchar a todos los diputados. Se repitieron las voces reclamando crisis de gobierno y elecciones. Era la opinión de diputados más contundentes del grupo, del entorno más próximo a Torra, pero también de consellers como Damià Calvet o personas de máxima confianza de Puigdemont, como Elsa Artadi.

Frente a estos, otras voces defendieron la necesidad de evitar la ruptura y sacar adelante los presupuestos para superar una situación de prórroga desde el 2017. 

La intervención de Puigdemont fue una de las últimas. A través de videoconferencia, advirtió que JxCat contradice su discurso a favor de la unidad si apuesta por la ruptura con ERC y llamó a demostrar que el grupo de Junts es el que apuesta por "la actitud más responsable".

Al día siguiente estaba prevista la presencia de los presos en el Parlament. Esta circunstancia no resultó ajena, según una opinión muy general, a la decisión de posponer cualquier decisión.

Las intervenciones de los presos en la comisión apelando a la unidad, y en particular las de Jordi Turull y Quim Forn, criticando las imágenes de tensión del día anterior entre JxCat y ERC, resultaron decisivas. También las reuniones que el president mantuvo por la tarde con todos ellos mientras permanecían en el Parlament.

El martes por la noche la opinión general era que, a pesar de la profunda irritación de Torra con ERC, la tormenta se acabaría superando sin ruptura y que la intervención de los presos había tenido un efecto balsámico.

Pero a las once de la noche los consellers del Govern recibieron un aviso de cambio de agenda, la reunión del ejecutivo de las 9 de la mañana se aplazaba hasta las 3 de la tarde. A las 11 y media de la noche se anunció que al mediodía el president haría una declaración institucional. De nuevo, se dispararon las alarmas y así se han mantenido a lo largo de la mañana de tensión de este miércoles en que ERC, sin saber qué pensaba anunciar Torra, le ha advertido públicamente sobre las consecuencias de una acción unilateral.

Finalmente, sin embargo, el president ha anunciado que el acuerdo con ERC estaba agotado, pero ha asegurado que las elecciones no se convocarán hasta después de aprobar los presupuestos.

La legislatura ha obtenido un nuevo margen hasta los 18 de marzo cuando los presupuestos lleguen al pleno del Parlament, eso siempre y cuando ningún grupo de la oposición pida un dictamen del Consell de Garanties Estatutàries, lo cual alargaría un mes el plazo. Y evidentemente, a condición que el Supremo no se avance y acabe inhabilitando a Torra antes de que los presupuestos completen todo su recorrido parlamentario.