Francisco Nicolás Gómez Iglesias, conocido popularmente como el Pequeño Nicolás, ha quedado absuelto de dos de los delitos en que se le atribuían. La Sala Segunda del Tribunal Supremo ha informado este miércoles que el acusado ha quedado libre de los delitos de usurpación de funciones públicas y soborno activo, que la Fiscalía le imputaba. El Pequeño Nicolás se sentó en el banquillo de los acusados este mes de mayo por un presunto delito que cometió siete años antes, durante un viaje que hizo a Ribadeo, en Lugo, donde se había hecho pasar por un enlace entre el Gobierno y la Casa Real. La Fiscalía le pedía tres años de prisión.
El Supremo ve el comportamiento del Pequeño Nicolás como un "simple acto de jactancia"
La Sala Penal ha estimado un recurso contra la sentencia de la Audiencia de Madrid, que condenó a Gómez Iglesias por delitos de usurpación de funciones públicas y soborno activo. El Tribunal sostiene que no hubo delito de usurpación de funciones públicas porque la conducta del Pequeño Nicolás consistió en una única acción de suplantación: organizar y participar en una comida con un empresario, haciéndose pasar por un enlace de la vicepresidencia del Gobierno y la Zarzuela. De hecho, el Tribunal define la actuación como un "simple acto de jactancia", un hecho atípico penalmente, ya que se trata de una comida sin contenido político o económico que no encaja en el concepto de acto oficial.
Relativo al soborno activo, el Tribunal Supremo dice que dar una retribución económica a un policía local para organizar un servicio de escolta ajeno a toda función pública no es delito. Para que sea delito, la recompensa que se ofrezca al funcionario tiene que ser por acciones relativas al ejercicio del cargo. En este caso, tanto quien compró al funcionario como quien se dejó comprar sabían que no realizaban ningún acto vinculado con la actividad del funcionario. Además, el acto se produjo en Ribadeo, fuera de la localidad donde del agente de policía trabajaba y este estaba fuera del horario de servicio. Los magistrados insisten que había complicidad entre Gómez Iglesias y el funcionario, que sabían que lo que estaban organizando era un espectáculo, un simulacro.