Probablemente, uno de los episodios más surrealistas que se ha vivido este año en la política española es el enfrentamiento que protagonizaron Federico Jiménez Losantos y Santiago Abascal. El comunicador ultra le hizo una pregunta bien sencilla: si se había vacunado. Un interrogante que el dirigente político no supo o no quiso responder. Un interrogante, probablemente inocente, que acabó destapando una guerra entre "Pfizerico", como bautizaron a Losantos los seguidores de Vox, y "bebelejías", como les tildaba el locutor. Este no es un hecho aislado. Otros representantes de la formación ultra también han jugado con la ambigüedad. Es el caso del diputado en el Congreso Víctor Sánchez del Real, que se negó a revelar este "dato privado" después de pasar nueve días con fiebre y tos. Porque por todo el mundo, la extrema derecha ha encontrado el pretexto perfecto en la pandemia y las teorías de la conspiración. España no es una excepción, con un partido que primero hablaba del "virus chino" (o "virus comunista") y que ahora denuncia la "dictadura sanitaria" por las restricciones a la covid.
Está pasando en las instituciones donde Vox ha podido entrar y está pasando también en las calles y en las redes sociales, en Twitter, Facebook o Telegram (su canal favorito). La pandemia es el caldo de cultivo perfecto para la derecha nacionalista radical, pero también para los partidos y movimientos de ultraderecha violentos que buscan salir de la marginalidad y hacerse un hueco. Por eso neonazis, fascistas y falangistas se están infiltrando en el movimiento antivacunas y contra las restricciones por la covid.
Se pudo ver ahora hace una semana en una manifestación negacionista en la ciudad de València, convocada por la plataforma Unión Activa Valencia, contra el pasaporte COVID implantado por la Generalitat Valenciana y contra la vacunación infantil. Allí aparecieron banderas españolas –sin escudo, como utilizan muchos franquistas– y con la cruz de Borgoña, también utilizada a menudo por la ultraderecha. Entre estos probablemente habría miembros de España 2000, que durante días habían llamado a participar de la concentración.
Este partido de origen valenciano, que gobierna un pequeño pueblo en las afueras de Madrid (gracias a los votos del PP, que podría haber dado el gobierno al PSOE), está presidido por el empresario de la seguridad José Luis Roberto, autodeclarado fascista que fue detenido durante la Transición por colocar bombas en encuentros independentistas en el País Valencià y hoy se encuentra imputado por delito de odio por un acto islamófobo de su formación. Sus militantes y simpatizantes también han protagonizado escenas de violencia. Sin ir muy lejos en el tiempo, el pasado 1 de mayo, Día del Trabajador, fueron detenidos en València dos históricos ultras por una agresión a un joven al grito de Sieg Heil. Fue después de una manifestación convocada por España 2000 y uno de los detenidos era Jorge Plaza Vallés, miembro del servicio de orden del partido. Como en tantos otros casos, finalmente la jueza no vio delito de odio.
Y ahora ha visto una oportunidad en la pandemia. La retórica que utiliza España 2000 se mueve en los mismos términos que el resto de movimientos conspiranoicos y antisistema: "Están nerviosos porque ven que cada vez hay más gente que está despertando contra la dictadura del Nuevo Orden Mundial e intentan criminalizar este noble movimiento. Siempre estaremos al lado de la verdad y la libertad, le pese a quien le pese", escribían en Twitter hace pocos días. Y así decenas de publicaciones, intercaladas con contenido contra los inmigrantes y contra el independentismo.
La manifestación del pasado domingo acabó reuniendo a unos centenares de personas. Los organizadores acogieron a los fascistas de buen gusto. No en balde, en su página de Facebook, la plataforma Unión Activa Valencia también cuelga vídeos de Pedro Varela contra la "plandemia". Varela, conocido hitleriano, era el propietario de la librería neonazi Europa de Barcelona, ahora ya cerrada por incitación al odio y la discriminación racial, donde se podía encontrar el Mein Kampf y toda lleva de bibliografía por el estilo. Varela acumula dos condenas: una de cinco años de prisión por apología del Holocausto y una de dos años y nueve meses por "difusión de ideales genocidas".
No es el único intento de hacerse un hueco. Es el caso también de Democracia Nacional, partido extraparlamentario conocido por sus campañas xenófobas y que ha participado de acciones violentas como el asalto a la Librería Blanquerna del año 2013. Su líder Pedro Chaparro –que ha conseguido aplazar nuevamente el ingreso en la prisión– es justamente uno de los condenados por Blanquerna y también por haber amenazado al fotoperiodista Jordi Borràs.
Apelando al denominador común "dictadura sanitaria", en las últimas semanas, la formación neofascista ha puesto en marcha una campaña en las redes y en las calles, empapelándolas, para rechazar el "pasaporte sanitario dictatorial", la obligatoriedad de la mascarilla y la "vacunación experimental obligatoria". Chaparro ha llegado a denunciar que "España es un experimento del globalismo". El presidente de las juventudes de DN, Pablo Lucini, también se desplazó hasta el Congreso al día siguiente de la aprobación del restablecimiento de la mascarilla en exteriores, una concentración convocada por el influencer Alvise Pérez. "¿Qué hacemos que no entramos allí?", preguntaba Lucini señalando el parlamento español y apelando a defender su libertad. "¡A las armas"!, le respondió uno de los congregados. El canal de Telegram del partido, desde donde bombardean diariamente con publicaciones contra la vacunación –que califican de "experimento génico"– y convocan a manifestaciones negacionistas, cuenta con más de 3.800 suscriptores.
Los mismos pasos ha seguido Alianza Nacional, partido neonazi fundado en 2005, defensor de las teorías del supremacismo blanco y del ius sanguinis (derecho de sangre) y negacionista del Holocausto. Su líder, Pedro Pablo Peña, es otro de los condenados por Blanquerna y ha llegado a defender el uso de la violencia directa contra el independentismo. De hecho, Peña tiene una condena por tenencia de explosivos. Entre sus miembros también está Pedro Cuevas, el asesino del joven independentista valenciano Guillem Agulló. Después de pasar sólo ocho años en prisión (de una condena de diecisiete años), Cuevas fue a las listas de AN en el municipio valenciano de Xiva. Manuel Canduela, otro de los presuntos implicados en el homicidio del militante de Maulets, presidió la formación durante unos cuantos años. En 2013 la Fiscalía del Tribunal Supremo abrió diligencias para decidir sobre su eventual ilegalización pero quedó en nada.
Sin ilegalización, el partido neonazi sigue muy activo, reanimado por la pandemia. A través de las redes sociales también se dedica a bombardear contenido contra la vacunación y las restricciones por la covid. "Tienen plena conciencia de que la vacunación no inmuniza, de que un vacunado con pauta completa puede contagiar. Pero no soportan que haya más de cuatro millones de españoles que no se someten a su tiranía sanitaria", escribía Pedro Pablo Peña el pasado 23 de noviembre. "Las democracias han muerto. El Estado de derecho ha sido destruido. Las libertades están siendo reinterpretadas, es decir, vaciadas de contenido. Los autores de esta monstruosidad no son ni los nazis ni los comunistas, sino los liberales y los socialdemócratas, aquellos que presumían de ser los defensores de la democracia", denunciaba el líder de Alianza Nacional.
No ha faltado nadie en esta cita de la ultraderecha. Tampoco La Falange, una de las dos escisiones del partido fundado por José Antonio Primo de Rivera, que no necesita carta de presentación después de cuarenta años de dictadura franquista. Actualmente está presidida por Manuel Andrino, también condenado por Blanquerna, que volvio la Diada del 2020 y aseguró que había que "derramar sangre de los enemigos" rojos y separatistas como hicieron en 1936. En 2005 también fue condenado por estafar a una mujer mayor para quedarse con su casa y hace años fue detenido por un supuesto intento de homicidio de un agente de policía.
"¿Por qué se sigue administrando un fármaco cuyos fabricantes reconocen que no es efectivo y no se suspende toda vacunación inmediatamente?", se preguntaba el pasado 1 de diciembre la cuenta de Twitter de La Falange. Los mensajes son reiterados, donde uno de los partidos herederos de la dictadura denuncia que "es control social, es simple control de nuestras vidas a través de medidas ilegales". También está el caso de la diputada falangista (de la otra escisión, Falange Española y de laso JONS) en el Parlamento de Andalucía, Luz Belinda Rodríguez, escindida de las filas de Vox, que hace apología del negacionismo y se vanagloria de no haberse vacunado.
Están los sospechosos habituales y también algún actor nuevo. Hay grupos que directamente han nacido durante la pandemia, y que la han aprovechado para difundir sus posiciones ultraderechistas. Lo hizo Hogar Social Madrid durante la anterior crisis y lo ha hecho ahora Bastión Frontal con el coronavirus, tomando el relevo. Nacida en el barrio obrero madrileño de San Blas, es una organización juvenil "nacionalista" (fascista) ya fichada por la Policía y la Fiscalía de delitos de odio por sus discursos y por su violencia. Al frente está la joven falangista y neonazi Isabel Peralta, ya conocida por su discurso contra los judíos o por su entrevista en el prime time de La Sexta. Defensores de la "acción directa", las principales manifestaciones las han convocado contra los menores migrantes no acompañados, ante los mismos centros que los acogen. Hoy Peralta se encuentra de intercambio en Alemania con una beca de diez meses del partido neonazi Der III Weg (La tercera vía), para aprender técnicas de propaganda. Algo ha aprendido.
Aparte de los niños migrantes, también han encontrado una ventana de oportunidad en la pandemia. A duras penas son un centenar de miembros, pero llegan a miles más. Sus principales cuentas en Facebook, Twitter e Instagram, que acumulaban varios millares de seguidores, han sido clausuradas. Pero les quedan otras vías, como su canal de Telegram, con menos censura, donde ya superan a los 3.700 seguidores y difunden contenido que, gracias a las comparticiones, ha llegado hasta las 14.000 personas. El contenido más visualizado (14.400), de hecho, tiene como protagonistas a Isabel Peralta y el coronavirus. Es un vídeo de finales de noviembre, debidamente editado y subtitulado en inglés, donde la joven neonazi hacía un llamamiento a la desobediencia: "Quizás pensaban que no encontrarían ningún tipo de oposición. Pero se han equivocado. Esto no acabará mientras sigamos con miedo. Por cada restricción que respetamos pondrán cien más. Por cada ley absurda que obedezcamos en silencio perderemos otro derecho fundamental. No lo aceptes, no lo normalices, porque no estás solo". En este contexto, Bastión Frontal hacía un llamamiento a "rechazar el confinamiento, la distancia social, el bozal (mascarilla) y las sustancias experimentales (vacunas)".
La pandemia ha sido la ventana de oportunidad. Pero en el mismo canal de Telegram de Bastión Frontal hay esto y también el mismo contenido ultraderechista de siempre. Desde convocatorias de manifestaciones contra la "invasión migratoria" hasta apologías de la figura de José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange todavía enterrado en el Valle de los Caidos, pasando por la difusión de acciones contra el "pancatalanismo" y los "separatistas" en el País Valencià. Todo muy bien aliñado con contenido contra la "dictadura sanitaria", que entra mejor.