Matinal de campaña de Alicia Sánchez-Camacho, la número 3 del PP y presidenta de los populares catalanes, esta mañana en el mercado de Bellvitge de l'Hospitalet del Llobregat. Lo denominan mercado, pero técnicamente es un mercadillo que se mantiene como tal mientras algún hipster iluminado no lo quiera transformar en una turistada imitando al modelo de Brooklyng.
Camacho ha empezado el día como marca la agenda. Micrófonos en frente para emitir la declaración de la mañana. Hoy tocaba bofetada a Albert Rivera. "Quien vote a Rivera, vota a Pedro Sánchez y punto", ha sido la divisa de campaña. Después, la agenda ha continuado con cinco minutos en un chiringuito en la rambla Marina donde los populares hacían una recogida de alimentos.
La "confrontación social" que vive Catalunya ha provocado que el chiringuito del PP estuviera a tres metros de uno de ERC. Y la tendencia psicodramática de la cultura política catalana ha añadido pulsión erótica al momento, cuando Sánchez-Camacho se ha tropezado con Anna Simó, dirigente de ERC, tras la atenta mirada de Eduardo Reyes, diputado de JxSí. El encuentro ha sido catalán. "¡Nena, que vaya bien la campaña!", se han dicho las dos con aquella cara que sólo saben hacer a las mujeres y que sólo ellas saben entender. Se han dado dos besos y se han despedido.
Cleopatra en el templo
Entonces, ha entrado en el mercadillo. Sánchez-Camacho ha desplegado toda su inmensidad. Como Cleopatra en el templo, Camacho se ha hecho ver. Saludaba, sonreía, se paraba, hablaba, tocaba a los niños y guiñaba el ojo. Otra cosa no sabrá hacer, pero de guiñar el ojo sabe un rato.Un hombre que vendía zapatillas, con gorra, jersey verde, chillón y simpático se le ha abalanzado. Tres besos le ha llegado a hacer. "¡Yo te voto, nena!", le ha informado. Camacho ha aguantado el tipo y le ha regalado un pin. El hombre se lo ha mirado y satisfecho ha gritado: "¡Hostia, un pin y, encima, de España... y encima, yo soy franquista!". Cuando se ha puesto el pin, Camacho había cambiado de parada.
La tele y el mercadillo
Mucha gente la saludaba, le daba besos y le pedían trabajo. Otra gente refunfuñaba de la cohorte con expresiones bastante gráficas. "¡Ahora se acuerdan del mercadillo!", exclamaba una señora con cesto en el brazo. "¡Que no roben tanto, que no roben tanto!", suplicaban tres mujeres que, supuestamente, son comprensivas con el robo siempre y cuando sea dentro de un orden. "Sí, sí... seguro que esta compra en el mercadillo... ya, ya...", comentaba un señor cargado de almohadas.A la Camacho la conocen. Algunos le decían de todo, pero muchos trataban a la presidenta del PP catalán con la confianza de la "política ésa que sale en la tele". La conclusión es evidente: Catalunya será la tele y mercadillo o no será. He aquí el objetivo del proceso.