El relato era el de una mayoría silenciosa que se veía aplastada por una minoría que controlaba las instituciones de autogobierno, y que había vertido el país a una declaración de independencia. Y que por eso Mariano Rajoy se veía obligado a convocar elecciones, para "devolver la voz" a los ciudadanos y escoger un gobierno que cambiara radicalmente el rumbo. Y el presidente español las convocó acelerando al máximo los plazos. Pero había un problema de base: el punto de partida era equivocado.
Y los resultados han sido los que han sido. La victoria de Inés Arrimadas es estéril. A pesar de que la candidata naranja proclame que la mayoría del país ha expresado voluntad de cambio en las urnas, y que Rajoy la tenga a ella como interlocutora después del 21-D, la realidad es que no puede conformar ningún tipo de "mayoría alternativa al independentismo". La única alianza posible es la independentista. Desde Cs culpan a la ley electoral "injusta", pero la realidad es que con circunscripción única perdería dos escaños y tampoco le acabarían de salir los números.
Aunque Ciutadans consiguió ser la primera fuerza en votos y escaños y proclame que ganó las elecciones, la realidad es que el bloque republicano se impuso tanto en votos como en escaños. Junts per Catalunya, ERC y la CUP han sumado 70 escaños y 2,06 millones de votos (100.000 más que en 2015), mientras Ciutadans, el PSC y el PP han conseguido juntos 57 escaños y 1,89 millones de votos. Los partidos independentistas sacan 13 escaños y 174.000 votos de diferencia a los partidos unionistas.
Ciutadans ha sido la primera fuerza en las ciudades más pobladas del país, empezando por la capital del país, pero eso no significa que el bloque unionista haya ganado la partida. En Barcelona ciudad, JuntsXCat, ERC y la CUP sumaron el 45,78% de los votos, frente al 43,47% de Ciutadans, el PSC y el PP. Y el unionismo tiene un gran problema en el resto del territorio. Por comarcas, 35 cayeron del lado republicano (en algunos casos con porcentajes superiores al 70%) y siete del lado "constitucionalista": Aran (60,52%), Tarragonès (55,21%), Baix Llobregat (55,17%), Baix Penedès (51,85%), Vallès Occidental (48,52%), Barcelonès (48,16%) y Garraf (45,74%).
Si el bloque unionista ha conseguido los resultados que ha conseguido, subiendo del 39,11% del 27-S al 43,49% del 21-D, ha sido sobre todo por los votos conseguidos en el cinturón que forman la costa de Barcelona y la de Tarragona (y la excepción aranesa), las dos demarcaciones catalanas donde se concentra más población.
Otra de las hipótesis de las que partía el bloque unionista es la de la fuerte movilización del sus votantes -después de las manifestaciones masivas de Societat Civil Catalana- en contraposición con la desmovilización de los electores independentistas, que podían considerar ilegítima la convocatoria de elecciones por parte de Rajoy con la aplicación del artículo 155.
Esta teoría también ha estado parcialmente falseada. La participación en estos comicios, nuevamente histórica -subiendo del 74,95% al 81.94%-, se ha incrementado en 230.000 votos. Aunque se acostumbra a decir que el abstencionismo en las elecciones catalanas es mayoritariamente unionista, 105.000 de estos nuevos votantes optaron por candidaturas independentistas. De hecho, el 21-D ha habido casi 20.000 independentistas más que el 1-O. En mayor o menor medida, los dos bloques se han sentido interpelados por la convocatoria y se han movilizado.
Vasos comunicantes
El independentismo se ha mantenido en el 47% que logró el 27-S y ha conservado la mayoría absoluta a pesar de perder dos escaños. El unionismo, en cambio, ha crecido tanto en votos (del 39,11% al 43,49%) como en escaños (de los 52 en los 57). Pero no lo ha hecho a costa del independentismo, sino a costa de los abstencionistas que ha conseguido movilizar y también de los comunes, que han perdido tres escaños respecto de la anterior marca, Catalunya Sí Que es Pot, pasando de once a ocho diputados.
Si Ciutadans ha llegado en primera posición a la línea de meta es por dos factores. En primer lugar, por la división del independentismo en tres listas separadas, a diferencia de las elecciones de 2015. En segundo lugar, y más importante, por los vasos comunicantes dentro del mismo bloque: lo que gana un partido unionista, lo pierde otro. En pleno discurso de Inés Arrimadas la noche electoral, Ciutadans pasó de los 36 a los 37 escaños, hecho que generó un pequeño momento de euforia. Quien lo perdía era Alejandro Fernández, hasta ahora diputado del PP por Tarragona, un escaño que ahora se teñía de naranja.
Justamente Ciutadans ha subido doce escaños respecto de la pasada legislatura sobre todo a costa del PP, que ha perdido ocho. La candidatura de Xavier Garcia Albiol -y la del gobierno español que convocó estas elecciones con el 155- ha hecho el peor resultado de la historia del partido en Catalunya. Sólo tres diputados por Barcelona, con menos votos y escaños que la CUP, con quien tendrán que compartir el Grupo Mixto ante la imposibilidad de formar grupo parlamentario propio (que requiere un mínimo de cinco parlamentarios).
De hecho, este trasvase de votos tan grande dentro del mismo bloque del 155 ha provocado ya reproches entre los mismos partidos. Al día siguiente de las elecciones, Xavier Garcia Albiol lamentaba que "lo grave de verdad es la mayoría independentista en el Parlament" y que "hoy los resultados serían distintos si no hubiera habido ese empeño de Ciutadans y compañía para hundir el PP para ganar, en lugar de sumar." Y este sábado le reclamaba que "respetara las normas democráticas" y reivindicara "el derecho a gobernar Catalunya como lista más votada". Desde Ciutadans han lamentado que los "viejos partidos del bipartidismo" hayan hecho malos resultados, y le han recomendado a Albiol que se centre en gestionar su grupo parlamentario de tres.
Por su parte, la alianza del PSC y Units para Avançar (la formación heredera de Unió Democràtica) ha visto frustradas sus expectativas. Si bien al inicio de la campaña muchas encuestas les situaban por encima de los 20 diputados y cerca de los tres abanderados, finalmente se han tenido que conformar con el aumento de un diputado, pasante de 16 a 17 escaños. El PSC también ha tenido que ver cómo el área metropolitana de Barcelona, su feudo histórico y donde tiene las alcaldías más importantes, se teñía todavía más de color naranja.
Pero Ciutadans no sólo se ha consolidado con fuerza en el área metropolitana, donde ya irrumpió en las elecciones del 27-S, sino que también se ha convertido en gran parte del país en casi la única opción alternativa al independentismo.
El 155, el gran perdedor
No hay ni una mayoría independentista ni unionista en votos, pero las elecciones sí han hecho visible un gran consenso mayoritario: la oposición a la aplicación del 155. A Junts per Catalunya, Esquerra Republicana y la CUP hay que sumar Catalunya en Comú-Podem, que ha llegado a presentar un recurso de inconstitucionalidad contra las medidas excepcionales adoptadas por el gobierno español. A pesar de la pérdida de peso de los comunes, el bloque contra el 155 suma un total de 2,39 millones de votos, el 54,94% de los sufragios. En el Parlament, esto se traducirá en 78 de los 135 escaños.
Rajoy ya ha gastado la carta de las elecciones autonómicas. Las convocó con el 155 para tratar de conseguir una mayoría alternativa forzada que echara el independentismo del poder. Con un nuevo récord de participación masiva, los resultados han sido una mayoría independentista renovada, un rechazo frontal a la suspensión de las instituciones de autogobierno catalanas y que su partido sea residual en Catalunya, incluso por detrás de los "radicales" de la CUP, con quienes compartirá Grupo Mixto.