Un hombre ha venido desde las Canarias, acompañado de su primo, porque le hacía "mucha ilusión" visitar el Valle de los Caídos. Allí está enterrado, como le llama él, "Don Francisco". Tenía la obligación casi moral de verle antes de que se lo puedan llevar. Guste o no guste, defiende, es "nuestra historia". Dice que "siempre" le ha honrado y que siempre lo hará. Está en un lugar privilegiado, el centro de la basílica, junto al fundador de Falange José Antonio Primo de Rivera. No corren la misma suerte las 33.000 víctimas allí sepultadas. Pero el visitante cree que de allí no se tiene que mover, que todo está en orden.

—Aquí está bien, acompañado de la gente mala...

—¿De la gente mala?

—Bueno, de los republicanos, de los rojos.

Es un miércoles por la mañana, laborable, pero aun así pasan por allí algunas decenas de personas. Como cada día, hay misa a las once en punto. No es como los homenajes al dictador de cada 20 de noviembre, pero el cura ruega por los "destinos de España" y por los "beatos mártires de los cuales custodiamos las reliquias". Dentro de la basílica, la oscuridad no permite apreciar sus paredes manchadas de sangre, levantadas por miles de presos políticos forzados a trabajar, algunos de los cuales murieron allí mismo. Sobre la tumba de Franco hay una quincena de flores bien frescas. El silencio y la solemnidad son sepulcrales.

De los más matinales es un grupo de estudiantes de secundaria franceses, que han llegado en bus. Su liceo acostumbra a hacer un viaje a Madrid, y por primera vez han pasado por el majestuoso Valle de los Caídos. Su profesor aclara que saben quién hay enterrado allí dentro, y que justamente por eso vienen en el marco del programa de la asignatura de Historia. No desperdician la ocasión: pocos mausoleos a un dictador hay en el resto de Europa. El resto de visitantes, o son turistas o son nostálgicos, ya sea declarados o disimulados. Prácticamente todos ellos utilizan expresiones como "reabrir heridas" o "remover la historia".

Dentro de la basílica, la oscuridad no permite apreciar sus paredes manchadas de sangre, levantadas por miles de presos políticos forzados a trabajar

Dentro del grupo de disimulados, probablemente encajaría un catalán que viene desde Vallromanes (Vallès Oriental). Explica que ha venido con su mujer porque "es historia", y que después se va a visitar El Escorial. Pero cuando es preguntado sobre la exhumación del dictador, puesta en marcha por el gobierno de Pedro Sánchez y que tendría que culminar el 10 de junio, echa balones fuera. "A nosotros la política no nos interesa absolutamente nada", asegura. Y continúa: "Lo veo folclore. Hay otras cosas que hacer antes que eso... Pero ya te digo que yo la política...".

Simbología franquista en la fachada de la basílica del Valle de los Caídos. Foto: Nicolas Tomás

Una mujer de Jerez de la Frontera, que acompaña a una madrileña, una mexicana y una polaca --todas ellas con aspecto de misioneras--, también dice que no importa dónde esté enterrado. "Franco estará en el cielo probablemente, pero su cuerpo me importa poco", sostiene. A pesar de todo, se opone a la exhumación que considera una "cortina de humo" de los socialistas, a los que acusa de "querer recordar la horrible guerra" cada día. "¿Por qué tenemos que enfrentarnos ahora los unos con los otros? ¿Qué sacarán? ¿Tres huesos? ¿No hemos aprendido a vivir en paz?", se pregunta. Y lanza una idea a Pedro Sánchez: "Que se lo lleve a la Moncloa. Sería el mejor sitio".

Entre otros visitantes que vienen a "ver el Generalísimo", hay dos amigos de Vitoria que rompen la tónica. Han venido por el propio monumento y por su significado. Ven estupendamente la exhumación e incluso dicen que se tendría que haber hecho hace mucho. "Es incomprensible que haya durante tanto tiempo un homenaje al dictador que aplastó las libertades", asegura uno de ellos. "El Valle de los Caídos es mearse en las víctimas, enterrarlas con el verdugo", denuncia. Contemplan con fascinación la cruz monumental de 150 metros que corona el conjunto arquitectónico, y que se ve desde varios kilómetros de distancia.

La del Valle de los Caídos es, en el fondo, una historia de víctimas y verdugos, de vencedores del golpe militar y vencidos. Con su testimonio, ElNacional.cat ha querido abordar la problemática: ¿qué hace todavía el dictador con los represaliados más 40 años después de su muerte?

La voz de las víctimas

A pesar de su modestia, la de Nicolás Sánchez Albornoz (Madrid, 1926) es una historia casi heroica, literalmente de película. Es un superviviente del Valle de Cuelgamuros, adonde llegó como preso político y escapó como pudo. Desde entonces no ha vuelto allí porque no ha querido. Ni lo piensa hacer una vez se lleven el cuerpo del dictador. "Hay lugares más bonitos que visitar en el mundo", dice. Es por eso que abre a este diario las puertas de su casa, cerca del parque del Retiro de Madrid.

A sus 93 años, todavía habla con mucha lucidez y vehemencia. Y antes de nada, quiere hacer una aclaración cuando escucha "Valle de los Caídos". Él siempre le llama Cuelgamuros, que era su nombre original. "Valle de los Caídos es un invento tardío para dar gusto a los americanos, pero no tenemos por qué entrar en ese juego", afirma. A Cuelgamuros llegó condenado a trabajos forzados por haber intentado reconstruir clandestinamente la Federación Universitaria Escolar (FUE). Escapó al cabo de unos meses y fue primero a París y después a Argentina, donde vivió durante décadas en el exilio.

Nicolás Sánchez Albornoz, preso que escapó del Valle de los Caídos, nos recibe en su casa. Foto: Nicolas Tomás

En su vertiente de historiador, prefiere no hacer drama ni épica de su propia experiencia. "Quieren que uno empiece a hacer un río de lágrimas, cuando le entrevistan, pero no hace falta," se justifica. De hecho, dice que en ese momento no sintió miedo, sino que lo sintió por primera vez cuando leyó la novela de Manolo Lamana, su compañero de fuga. Fue entonces cuando se dio cuenta de la grandeza de la hazaña que habían logrado.

"Como Estado, tiene los recursos legales suficientes para tomar decisiones sin ir consultando a nadie"

Para Sánchez Albornoz la exhumación de Franco es una cuestión de mínimos antes de resignificar Cuelgamuros. El dictador no puede seguir al lado de sus víctimas, de ninguna de las maneras. Pero cree que el Gobierno ha sido demasiado generoso con la familia del dictador. "Como Estado, tiene los recursos legales suficientes para tomar decisiones sin ir consultando a nadie", indica. Y desmonta algunos de los argumentos: "Eso de que hay que respetar a los particulares me parece bien, pero él no lo es, es un dictador nefasto".

También carga contra la estrategia de obstrucción que sigue la familia para paralizar la exhumación a los tribunales. "No se puede ser más humanitario que enterrarle al lado de su amadísima esposa. ¡Ni que lo enteraran al lado de un animal!", exclama. También tiene reproches al papel "nefasto" de la Iglesia, que "ha estado enredando constantemente".

¿Qué hacer después con Cuelgamuros? No tiene una respuesta clara al respecto. Primero de todo, por la complejidad de resignificarlo: fue construido por presos políticos forzados. Y apunta una posibilidad: dejar de poner dinero público. "Está costando mucho dinero al Estado y se está deteriorando", afirma. "El primer paso tiene que ser no poner un duro más. ¿Acaba cayendo por obra de la naturaleza sabia? No hay ningún inconveniente. Otros imperios, como el romano, han caído y hoy la gente deambula entre los escombros".

En materia de memoria histórica, lamenta, todavía queda mucho para hacer. "Hasta ahora ningún gobierno ha hecho suficiente", avisa. Sólo hace dos excepciones, la ley de memoria histórica de Zapatero, aunque fuera "insuficiente", y el actual gobierno de Sánchez, que ha empezado por la exhumación.

La voz de los verdugos

El general Juan Chicharro, exayudante del rey emérito Juan Carlos I y primo del secretario general de Vox Javier Ortega Smith, recibe a ElNacional.cat en la sede de la Fundación Nacional Francisco Franco. Junto al estadio Santiago Bernabéu, en el acomodado barrio de Chamartín. Es el presidente de la entidad. Y el nombre no engaña. Su despacho está presidido por dos grandes retratos del Caudillo, varias banderas españolas franquistas e incluso una carlista. Sobre su escritorio, muchas biografías del dictador y una tarjeta de socio de una asociación de la División Azul, los hombres de Franco que lucharon con Hitler en la Unión Soviética.

El general Chicharro, presidente de la Fundación Nacional Francisco Franco, nos abre las puertas de su despacho. Foto: Nicolas Tomás

Su versión de la historia del Valle de los Caídos es peculiar. Los presos políticos que trabajaron lo hicieron de manera voluntaria y tenían unas condiciones de trabajo "extraordinarias", asegura. "Iban con sus familias, cobraban un salario y redimían un día de pena por cada cinco que estaban allí. Hasta el punto que condenados a muerte estaban en la calle en cinco años", explica. "No digo que hubiera bofetadas entre los presos políticos para ir allí, pero preferían ir allí antes que estar en otros lugares", concluye. Algunos presos murieron en el mismo Valle de los Caídos.

Aunque admite que Franco no decidió que quería ser enterrado en el Valle de los Caídos, sino que "fue el rey quien lo enterró allí", el general Chicharro se opone de todas todas a la exhumación. "Es un mandato del Congreso, pero está el poder judicial", sostiene. Y desarrolla su argumento con un ejemplo: "El Congreso puede decir que todos somos negros. Pero después el poder judicial, de arreglo a la ley, dirá no, en España no somos negros, sino que somos blancos, amarillos y colorados. Si no, España sería una dictadura".

Justamente en la justicia, y más concretamente en el Tribunal Supremo, es donde tienen depositadas las esperanzas. Le han pedido medidas cautelarísimas para paralizar la exhumación. El exayudante del rey emérito no tiene ningún problema para admitir que ha habido una estrategia concertada del entorno del dictador para presentar recursos idénticos en diferentes tribunales. Y, según dice, ha funcionado: "No somos nadie y hemos parado el Estado".

"No digo que hubiera bofetadas entre los presos políticos para ir al Valle, pero preferían ir allí antes que estar en otros lugares"

Más allá del Supremo, Juan Chicharro espera que un cambio de gobierno después del 28-A a favor de las derechas lo detenga todo. "De Santiago Abascal tenemos claro que se opone por completo a la ley de memoria histórica", señala. "Ciudadanos lo tenemos clarísimo: podría sacarlo de allí", añade. La incógnita es el PP de Pablo Casado: "Veremos hasta dónde llega, pero no me fío mucho. Dolors Montserrat nos respondió por escrito que recurrirían el decreto de exhumación y al final no lo hicieron".

"La historia es la que es y no se tiene que intentar cambiar", resume el presidente de la Fundación Nacional Francisco Franco. Sobre el lugar preeminente de los dos falangistas en el mausoleo tiene clara la respuesta: "Fue Franco quien construyó la basílica".

Sacar al dictador, primer paso

Poco después de llegar a la Moncloa, el gobierno de Pedro Sánchez puso en marcha el procedimiento para la exhumación de Franco con un decreto el 24 de agosto del año pasado. Después de meses de dar garantías y margen a la familia para disponer de los restos de su familiar, el pasado 15 de marzo el ejecutivo socialista dio carpetazo al asunto. Si el Supremo no lo detiene, la exhumación tendrá lugar el 10 de junio y el cadáver será trasladado al cementerio de Mingorrubio-El Pardo, donde descansa su esposa Carmen Polo.

Tumba de Francisco Franco, situada en el centro de la basílica del Valle de los Caídos. Foto: Nicolas Tomás

Miguel Ángel Muga, abogado y presidente del Foro por la Memoria de Madrid, considera que el Gobierno ha sido muy garantista, demasiado incluso. Recuerda que las autoridades alemanas acordaron con la familia del nazi Rudolph Hess lanzar sus restos al mar. Cree que Sánchez se tendría que haber plantado más, por ejemplo con el juez que admitió una de las denuncias del entorno. "Además de recusarle, el gobierno tendría que haber presentado una querella por prevaricación", sostiene. El letrado indica que no son posibles medidas cautelares, porque la exhumación es reversible.

Pero, más allá de la exhumación del dictador, Miguel Ángel Muga considera que hay más cosas que hacer. La primera, "sacar el franquismo de las instituciones", en referencia al relato de "reconciliación" que iguala víctimas y verdugos. La segunda, solucionar el resto de "problemas" del Valle de los Caídos, como sacar a José Antonio Primo de Rivera, expulsar la comunidad benedictina de la basílica, sacar la cruz "nacional-católica" o explicar la verdadera historia del lugar a los visitantes. Si no, no se podrá "resignificar". También habría que averiguar si se pueden recuperar algunos de los 33.000 cuerpos que hay documentados.

El problema, para el abogado, es de fondo: la ley de memoria histórica ha sido insuficiente e incluso contraproducente. "Ni hay verdad, ni hay reparación, ni hay justicia", sintetiza en este sentido. Y la realidad lo demuestra: se incumple con gobiernos de la derecha, por ejemplo con los nombres de las calles. Un gran déficit, según Muga, es la ausencia de plazos, sanciones o posibles consecuencias jurídicas. Con respecto al Valle de los Caídos, la ley prohíbe actos políticos. "Pero todos los 20-N hacen una misa donde se exalta a José Antonio y al dictador. Eso es más que rezar a Dios", critica el jurista.

ElNacional.cat ha intentado ponerse en contacto con el abogado de la familia Franco, Luis Felipe Utrera Molina. Después de varios intercambios de mensajes con su bufete, el letrado ha denegado la petición de entrevista.