"Puigdemont a prisión". Es el cántico que más se ha podido escuchar en las manifestaciones unionistas masivas convocadas por Societat Civil Catalana y secundadas por los principales partidos constitucionalistas. Los intentos del recuperado referente unionista Josep Borrell para que dejaran este trabajo a la justicia fueron en vano: fue el clamor unitario, primero de la manifestación del 8 de octubre, y después de la del 12 y el 29 de octubre. Su origen, sin embargo, no está en estas protestas, sino unos días antes.
El sábado 30 de septiembre, la víspera del referéndum, unos pocos miles de personas, bajo una molesta lluvia, se concentraron en la plaza Urquinaona de Barcelona, desde donde marcharon hasta la plaza Sant Jaume, ante el Palau de la Generalitat. Lo hicieron con muchas banderas españolas y algunas catalanas, llamando a este cántico. Aunque la mayoría de crónicas los describen como "unionistas" o "españolistas", eran una cosa más que eso.
De banderas también había del partido neofascista y xenófobo Democracia Nacional, presidido por Manuel Canduela, procesado -y finalmente absuelto- por el asesinato del independentista valenciano Guillem Agulló. También estaba Somatemps (con cabecera propia), uno de los principales convocantes de la concentración. Esta entidad supuestamente historicista ha sido impulsada por conocidos ultras, como el expresidente de Societat Civil Catalana, Josep Ramon Bosch, o Josep Alsina, que ha estado vinculado a organizaciones neonazis y fascistas como el Partido Nacional Socialista Español (PENS), la Fuerza Nueva de Blas Piñar o el Movimiento Social Republicano (MSR), el referente del griego Amanecer Dorado en el Estado español. Organizaciones como Convivencia Cívica Catalana o la misma Falange también llamaron a asistir.
Este "Puigdemont a prisión", popularizado por los ultras, hoy se ha convertido en el principal cántico de las grandes manifestaciones unionistas. Pero es mucho más que una anécdota: antes de que el unionismo democrático saliera a manifestarse cívicamente y pacíficamente después del referéndum, la extrema derecha españolista ya se había hecho suyas las calles antes del 1-O.
Hasta ahora la presencia de la ultraderecha en las calles de Catalunya era bastante más limitada. A duras penas se dejaba ver los Días de la Hispanidad. Cada año, para el 12 de octubre, centenares de militantes y simpatizantes de la extrema derecha españolista desfilan por Montjuïc hasta la plaza Sant Jordi, donde después de los parlamentos realizan un homenaje a la bandera española. Fuertemente protegidos por Mossos d'Esquadra, rodeados de todo tipo de simbología fascista y nazi, desde este escenario se ha amenazado periodistas.
De hecho, el vicepresidente de Democracia Nacional, Pedro Chaparro, ha sido condenado este octubre a un año de prisión por amenazar y coaccionar al fotoperiodista Jordi Borràs, especializado en la extrema derecha. A pesar de también ser condenado a cuatro años más por el asalto al Centro Cultural Blanquerna en 2013, Chaparro todavía no ha entrado en la prisión. "Hace meses que lo tendría que haber hecho", lamenta Borràs.
Al acto de Montjuïc del 2013 estuvo cuando se presentó en sociedad La España en Marcha, una plataforma unitaria formada por Democracia Nacional, Alianza Nacional, Nudo Patriota Español, La Falange y Movimiento Católico Español. Esta coalición, que se presentó a las elecciones europeas del 2014, hoy está prácticamente muerto por las diferencias internas.
Pero sus actores no han desaparecido del mapa. Superando sus discrepancias, el referéndum del 1 de octubre ha hecho volver a salir la ultraderecha a las calles catalanas. "La extrema derecha ha estado altamente fragmentada desde la desaparición de la Fuerza Nueva de Blas Piñar", explica Jordi Borràs. No obstante, añade, el proceso de independencia catalán ha sido un "factor cohesionador", porque "por encima de sus diferencias y peleas hay un bien superior: preservar la unidad de España".
Para empezar, han aparecido en las grandes manifestaciones de Societat Civil Catalana. Aparte de SCC y los tres partidos unionistas, Borràs contó hasta 14 organizaciones de extrema derecha en la concentración del 8 de octubre, entre las cuales Somatemps, Plataforma per Catalunya y las diversas Falanges. En la del 12 de octubre había incluso Hogar Social Madrid, con una pancarta propia. Después de estas protestas se han registrado todo tipo de incidentes, desde batallas campales en plena plaza de Catalunya hasta agresiones a periodistas y peatones o enfrentamientos con los Mossos d'Esquadra.
Los ultras también han salido a la calle por su propio pie en todo el país: en Mataró, una quincena agredió a puñetazos a un hombre de 29 años; en Sabadell, la prensa tuvo que salir protegida por la policía en una concentración convocada por Somatemps y secundada por SCC; en Barcelona, los estudios de Catalunya Ràdio fueron atacados, y la sede de la ANC fue asediada por la plataforma Por España me muevo, que integra a Democracia Nacional, Somatemps, Legión Urbana y la Hermandad de Antiguos Caballeros Legionarios, entre otros. Y la lista podría seguir.
De hecho, el procés no sólo ha despertado la extrema derecha en Catalunya, sino que también fuera del Principado. En Zaragoza, centenares de ultras bloquearon un acto a favor del referéndum que organizaron Podemos y sus confluencias (la Policía Nacional les dijo que no podía hacer más porque los efectivos estaban en Catalunya). Por la Diada Nacional del País Valencià el 9 de octubre, decenas de españolistas protagonizaron disturbios y agresiones indiscriminadas, después de reventar la manifestación pacífica de Acció Cultural del País Valencià, el PSPV, Compromís y Podem.
Algunos de estos hechos han sido denunciados por los agredidos, pero otros no serán nunca denunciados. "En primer lugar, por miedo a las represalias, porque la parte contraria puede acceder a tus datos personales, pero también por desconfianza hacia el sistema judicial español", asegura Jordi Borràs, que señala que muchos casos relacionados con la extrema derecha quedan olvidados en un cajón.
Más allá de la extrema derecha
"El procés reagrupa la extrema derecha y utiliza la agitación en la calle porque es su terreno predilecto. No es que salga ahora", afirma Borràs, que constata que llevan más de treinta años en las calles, pese a que con una presencia más limitada a fechas simbólicas. "Los nuevos que salen a la calle son las plataformas cívicas", como Societat Civil Catalana. Ahora, por una parte, hay una "visibilización" de su violencia, apunta el fotoperiodista. Por la otra, el discurso ha trascendido los sectores propiamente ultras.
"Me estoy encontrando muchos casos de agresores que no podemos identificar como militantes de la extrema derecha españolista, algo que es todavía más preocupante", advierte Jordi Borràs. Lo atribuye a la "gestación de un discurso dirigido no sólo contra los independentistas, sino también contra los pilares básicos de las instituciones catalanas". Una radicalización del discurso que, según él, "se ha montado desde los despachos de la Moncloa y desde la bancada derecha".
Borràs también constata que hay un doble vara de medir por parte del Estado. "Se imputan delitos de odio a diestro y siniestro contra profesores, pero para muchos las amenazas de la extrema derecha son nuestro pan de cada día", sostiene.
¿Proyección electoral?
El historiador Xavier Casals, especializado en la extrema derecha, pone en duda que haya un crecimiento de la extrema derecha, sino que su "presencia agresiva" se debe a la coyuntura. El anticatalanismo ha sido un elemento "estructural" de la ultraderecha españolista, explica Casals. La lucha por la unidad nacional, contra los elementos que la amenazan, ha movilizado estos movimientos ya desde principios del siglo XX. Pasó lo mismo con la independencia de Cuba. Después de perder la isla, el incipiente regionalismo catalán servía para sacudir el fantasma de una "segunda Cuba".
En este sentido, según el profesor de la Universitat Ramon Llull, el actual resurgimiento de la extrema derecha en las calles de Catalunya y el Estado tiene que ver con una "reafirmación". Por ahora, no ve riesgo de una emergencia electoral de los partidos extremistas como VOX o la federación Respeto (Plataforma, España 2000 y Partido por la Libertad).
En la misma línea, Borràs asegura que "está por ver" si se traduce en representación electoral. "Desde la desaparición de Blas Piñar la extrema derecha no tiene un líder carismático, porque no ha sido capaz de superar la nostalgia franquista", explica. Ha habido alguna excepción, como la de Plataforma per Catalunya, "que optó por un discurso nuevo y un liderazgo también fuerte, como el de Josep Anglada".
En todo caso, apunta Casals, "todo dependerá de cómo Rajoy resuelva el conflicto catalán. Sólo si el PP fracasa puede dejarles espacio".