En democracia, la extrema derecha desacomplejada sólo ha tenido representación en el Congreso de Diputados en una ocasión. Fue la legislatura 1979-1982, cuando la coalición Unión Nacional obtuvo un escaño. El diputado era el falangista Blas Piñar López, dirigente de Fuerza Nueva, que se presentaba junto con Falange Española de las JONS, los Círculos Doctrinales José Antonio o la Confederación Nacional de Excombatientes.
Desde entonces, todos los intentos han fallado estrepitosamente. El último intento más o menos serio fue la coalición La España en Marcha (LEM), que reunía a La Falange, Alianza Nacional, Democracia Nacional o Nudo Patriota Español. Intentando superar viejas diferencias, se presentaron juntos a las elecciones europeas del 2014. Pero los resultados fueron nefastos: 17.000 votos en todo el Estado.
Ahora, 36 años después y con un rostro nuevo, la extrema derecha vuelve a amenazar con entrar en las Cortes españolas. Vox, el partido de Santiago Abascal, viene de llenar el Palacio de Vistalegre de Madrid, y ha pasando de una intención de voto del 0,2% al 1,9%, según el último barómetro del CIS. Si en alguna circunscripción, como Madrid, superara el 3%, podría obtener representación. De momento todo son encuestas y ruido mediático, pero están ganando notoriedad pública. Este mismo viernes tenía un lugar en la cabecera de la manifestación del 12-O en Barcelona.
De momento, su mejor resultado fue en las europeas del 2014. Con el expopular Alejo Vidal-Quadras como cabeza de lista, se quedó a las puertas de obtener un escaño, con 246.000 votos. En las municipales del 2015, consiguió 22 concejales —a los cuales se han ido sumando tránsfugas del PP y Ciudadanos— y dos pequeñas alcaldías: Barruelo del Valle (Valladolid) y Cardeñuela Riopico (Burgos).
El nacimiento de la formación liderada por Santiago Abascal y su auge tienen sus orígenes en los dos grandes conflictos que siempre han cohesionado la extrema derecha española: el País Vasco y Catalunya.
Del País Vasco a Catalunya
El conflicto vasco está en el centro del origen de Vox en 2013. Sin ir más lejos, su actual líder y uno de sus cofundadores, Santiago Abascal, viene de allí. Padre de un histórico miembro de Alianza Popular y nieto del alcalde franquista de Amurrio entre 1963 y 1979, Abascal fue diputado del PP en el Parlamento Vasco. José Antonio Ortega Lara, el funcionario de prisiones secuestrado por ETA entre 1996 y 1997, también tenía el carné del PP. Militó en 1987 y en el 2008. Y fue otro de los artífices de Vox. Los dos se dieron de baja por el mismo motivo: la "debilidad" de los populares ante ETA, que consideraban que se había "olvidado" de las víctimas y pactado con los terroristas.
En la carta que Abascal envió a Mariano Rajoy para comunicarle la baja, aseguraba que "la excarcelación de terribles criminales ha marcado, sin duda, un antes y un después en mis sentimientos y mi percepción de la dirección que representas". Se refería a las excarcelaciones después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos tumbara la doctrina Parot. También denunciaba "la continuación de la política sobre terrorismo heredada del gobierno anterior", el "trato indigno dado a las víctimas del terrorismo" o "la actitud pasmada y pasmosa ante el desafío de los dirigentes separatistas".
Abascal y Ortega Lara abandonaron el PP por la supuesta "debilidad" de Rajoy ante el terrorismo.
Sin embargo, si el País Vasco fue el caldo de cultivo, Catalunya ha sido la gran causa que le ha hecho ganar notoriedad. Sin ir más lejos, el partido es hoy la acusación particular en el caso 1-O, la causa judicial con más relevancia mediática de las últimas décadas en el Estado español. Su ariete judicial es su secretario general, Javier Ortega Smith, un abogado muy activo.
Ha sido y es una fábrica de querellas y denuncias. Esta semana se ha sabido que quiere investigar al empresario que compró las urnas entrevistado en el FAQS. Pero antes ha denunciado al abogado Gonzalo Boye, al Govern en el exilio y a la traductora de la demanda contra Llarena en el tribunal belga; al presidente Roger Torrent y parte de la Mesa por haber debatido la suspensión de los diputados; a la ministra Dolores Delgado por "negarse" a defender Llarena; a los CDR por las pancartas contra Felipe VI en el aniversario del 17-A, e incluso contra el juez belga que admitió la demanda contra Llarena, asegurando que el magistrado podría haber cometido rebelión o sedición.
Los tribunales han resucitado una formación que, en las elecciones españolas del 2015 y 2016, no pasó de los 58.000 votos en todo el Estado. Tanto es así que Vox casi ha cuadruplicado los ingresos procedentes de afiliados y donaciones en tan sólo un año. De los 463.000 euros que percibió en 2017 a los casi 1,2 millones de euros que acumula este año. Según los datos de la formación, han pasado de 1.400 a 11.040 militantes en cinco años.
De la FAES a Falange
El periodista Federico Jiménez Losantos describe a Vox --partido hacia el cual no ha escondido nunca su simpatía-- como "el PP de Aznar pero todavía más". Sin duda, el partido nació como una escisión del ala dura de Génova, los desencantados con el "moderado" Rajoy, que les había "traicionado". El mejor ejemplo son Abascal, Ortega Lara y Vidal-Quadras.
Entre sus fundadores también había José Luís González Quirós, que había militado en la UCD, el CDS y el PP. Gran colaborador de Aznar desde que llegó a la Moncloa en 1996, fue parte del consejo asesor de FAES, la fundación del expresidente español. González Quirós ya no forma parte de Vox. Tampoco está ya Ignacio Camuñas, quien fue ministro de Relaciones con las Cortes del gobierno de Adolfo Suárez. También ayudó a fundar la formación.
Sin embargo, en el actual comité ejecutivo, sigue habiendo ilustres representantes del aznarismo. Es el caso del vocal Rafael Bardají, que fue asesor de los ministros de defensa populares Eduardo Serra y Federico Trillo, así como director de política internacional de la FAES. De ideario neocon y del hueso|pepita de Aznar, a quien acompañó a la Casa Blanca, se le considera ideólogo de la intervención española en la guerra del Iraq. Hoy lleva las relaciones internacionales de Vox, que pasan sobre todo por el trumpisme y el Frente Nacional francés (hoy Agrupación Nacional).
Jorge Buxadé, miembro de la ejecutiva de Vox, fue candidato de Falange Española de las JONS y Falange Española Auténtica.
Una de las trayectorias más controvertidas es la del catalán Jorge Buxadé, también vocal del comité ejecutivo de Vox. En las elecciones catalanas de 1995 fue el número 7 de la lista de Falange Española de laso JONS por Tarragona; y en las elecciones españolas de 1996, fue el número 8 de Falange Española Auténtica por Barcelona. También fue secretario de la Fundación Joan Boscà, constituida por la plana mayor de Societat Civil Catalana. Como abogado del Estado, Buxadé fue quien recurrió en nombre del gobierno español de Zapatero la consulta soberanista de Arenys de Munt del 2009.
En las listas de Vox también ha ido Jorge Arturo Cutillas, que era el número 33 por Madrid en las últimas españolas. El 2009 fue el número 6 de Alternativa Española en las elecciones europeas. Alternativa Española es un partido surgido de Fuerza Nueva y liderado por Rafael López-Diéguez, yerno de Blas Piñar López. De hecho, hasta su muerte, el histórico dirigente franquista fue el presidente honorario de la formación. Cutillas también fue en listas del Partito Demócrata Español (PADE), que fue una escisión a la derecha del PP.
Pero hay otros orígenes políticos. La vicesecretaria de organización, Salud Anguita, es una concejala tránsfuga de Ciudadanos en Jaén. El vicesecretario de Presidencia, Enrique Cabanas, era colaborador de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES), que Abascal fundó. Esta entidad se dedica a organizar actos de defensa del himno y la bandera de España, y llegó a recibir 183.000 euros en subvenciones de la Comunidad de Madrid. Su concentración contra el 1-O la víspera del referéndum acabó con jóvenes cantando el Cara el sol con los brazos alzados.
El vicesecretario de relaciones internacionales, Iván Espinosa de los Monteros, es hijo del alto comisionado de la Marca España, y se estrenó en política con Vox, siendo el número dos de Vidal-Quadras en las europeas del 2014. También fue secretario de DENAES.
Hay otros que no tienen experiencia en política, como el caso de la vicesecretaria de movilización, Alicia Rubio. Esta profesora de instituto y tertuliana es autora del libro Cuando nos prohibieron ser mujeres... y os persiguieron por ser hombres, autoeditado en el 2016, donde denuncia la "ideología de género" y desarrolla "el origen, la expansión y la relación con los lobbies homosexualistas de este constructo social".
Un programa ultra para un partido ultra
En el acto de Vistalegre, Vox presentó un programa de 100 medidas "urgentes", que arrancaba evidentemente con Catalunya. La primera es la "suspensión de la autonomía catalana hasta la derrota sin paliativos del golpismo y la depuración de responsabilidades civiles y penales". También contempla ilegalizar partidos y entidades "que persigan la destrucción de la unidad territorial de la Nación", agravar las penas "por las ofensas y ultrajes a España y sus símbolos o emblemas", suprimir las policías autonómicas o eliminar el requisito del conocimiento de las lenguas cooficiales para acceder a la función pública.
Fuera de Catalunya, piden la supresión del concierto económico vasco y del convenio navarro, y su incorporación al régimen común.
La número 9 es la "derogación inmediata de la Ley de memoria Histórica", porque "ningún parlamento está legitimado para definir nuestro pasado". El partido se ha opuesto a la exhumación del cadáver de Franco del Valle de los Caidos.
Otro de sus grandes temas es la inmigración. En este ámbito, proponen la deportación de todos los inmigrantes irregulares o de los que, estando de forma legal, cometan un delito grave o reincidan en delitos leves. Santiago Abascal también ha amenazado con expulsar al dirigente de Podemos Pablo Echenique, argentino de nacimiento y nacionalizado español, por "atacar las libertades en España".
Como Trump en México, proponen "levantar un muro infranqueable en Ceuta y Melilla" y dar "amparo legal" a la policía para proteger las fronteras con dureza.
Como Donald Trump en México, proponen "levantar un muro infranqueable en Ceuta y Melilla", así como dar a la policía y las Fuerzas Armadas "todos los recursos materiales" y el "amparo legal" para "cuidar nuestras fronteras con total eficacia". También quieren publicar "datos sobre nacionalidad y origen en estadísticas de delitos".
También tiene medidas contra el feminismo y lo que denominan "ideología de género". En este sentido, proponen derogar la ley de violencia de género "y toda norma que discrimine a un sexo del otro", suprimir "organismos feministas radicales subvencionados" o una "persecución efectiva de denuncias falsas". También quieren sacar el aborto de la sanidad pública, porque es una "intervención ajena a la salud".
Finalmente, después de los reveses de la justicia europea, instan a "recuperar la soberanía nacional en la aplicación de sentencias de nuestros tribunales". Aseguran que "terroristas, violadores y asesinos en serie no volverán a beneficiarse del amparo de organismos europeos, como hasta ahora". También quieren restaurar la cadena perpetua. Apuestan por "abandonar organismos supranacionales si son contrarios a los intereses de España".
Alt right española
Cuando llegó al frente del Frente Nacional, Marine Le Pen puso en marcha la llamada estrategia de la desdemonización. Ideada por su mano derecha, Florian Philippot, buscaba renovar la fachada del partido, adaptarlo el discurso a los nuevos tiempos y esconder bajo la alfombra los viejos estigmas. El objetivo: recoger más votos, ir más allá de su electorado fiel, el más ultra. Incluso supuso la expulsión de su padre Jean-Marie Le Pen, que insistía en sus comentarios sobre las cámaras de gas y el general colaboracionista Philippe Petain.
Es una estrategia en la que se ha reflejado Vox, que ha tratado de romper con el esquema clásico de la extrema derecha española. En sus mítines no se ven banderas preconstitucionales, y su discurso va más allá de los nacionalismos catalán y vasco y de la inmigración. También hay una dosis de antieuropeísmo y antiglobalización, en la línea de las extremas derechas en auge en Europa.
Vox se refleja en el Frente Nacional de Marine Le Pen, la Hungría de Viktor Orban y los Estados Unidos de Donald Trump.
Pero aquí no se acaban los referentes internacionales de Vox. Su presidente, Santiago Abascal, ha asegurado en más de una ocasión que otro ejemplo a seguir es la Hungría de Viktor Orban. Fuera del continente, el referente claro está: los Estados Unidos de Donald Trump.
En abril del año pasado, antes de las elecciones presidenciales francesas, Abascal y otros miembros de su ejecutiva se reunieron en Perpinyà con Marine Le Pen. La formación francesa les invitó, y su dirigente le trasladó "todo su apoyo". También ha mantenido encuentros con la líder de Alternativa por Alemania, Frauke Petry, y con el líder del Partido de la Libertad holandés, Geert Wilders.
Por otra parte, el miembro de la ejecutiva de Vox, Rafael Barjadí, también se reunió el abril pasado con Stephen Bannon, quien fue el principal asesor de Trump durante la campaña y en los inicios en la Casa Blanca. "Es muy importante que en España exista un partido basado en la soberanía y la identidad del pueblo español, y dispuesto a defender sus fronteras", afirmó Bannon, que ahora ha cruzado el Atlántico. Está confeccionando una alianza, con sede en Bruselas, de extremas derechas europeas, desde Le Pen hasta Salvini, pasando por Orban.
La extrema derecha ya tenía representación
Desde muchos sectores se ha hablado de España como "la excepción europea", por la ausencia de partidos de extrema derecha en su parlamento. Eso es cierto, pero esconde otra realidad: que hasta ahora sus votantes no han desaparecido, ni han dejado de votar, sino que han optado por el voto a formaciones de amplio espectro. Y algunos dirigentes de estos partidos les han dado el discurso que buscaban, por ejemplo contra la inmigración. La extrema derecha ya tenía representación política.
Los datos del barómetro del CIS de julio de este año confirman esta hipótesis. En una escala del 0 (izquierda) al 10 (derecha), el el 88,5% de los que se identifican con el 9 y el 86,4% de los que se identifican con el 10 fue votar a las últimas españolas. De los votantes del 10, el 73,7% votó por el PP; en el caso del 9, el 91,3% por el PP y el 4,3% por Ciudadanos.
Hasta ahora, los votantes de extrema derecha sí que votaban, y lo hacían mayoritariamente por el PP.
Dos años después, lo que ha habido es un traspaso de votos. En el barómetro de julio, el 45,5% de los que se identifican con el 10 votarían por el PP si mañana hubiera elecciones. El 18,2% lo haría por Ciudadanos y el 9,1% por Vox.
Lejos de desmarcarse, Pablo Casado quiere acercarse a Vox para atraer a sus votantes. "Compartimos muchas ideas y principios", aseguraba el presidente del PP este lunes de visita a Barcelona. Está para ver si los acaba absobirnedo, como pasaba hasta ahora, o si Vox resucita a Fuerza Nueva en el Congreso.
De momento, Vox ya ha recibido el aval de Blas Piñar Pinedo, nieto del histórico dirigente ultraderechista. Es amigo personal de Santiago Abascal y militante del partido desde el nacimiento. En el libro Del PP a VOX: De la traición de Rajoy a la nueva derecha española (2015), Piñar Pinedo lo justifica: "Vox se ha presentado con un manifiesto que ha rebasado mis expectativas".