Que Vox es un partido populista no es ninguna novedad. Como el resto de formaciones de ultraderecha de Europa, y del mundo, los de Santiago Abascal han hecho de esta retórica el caballo de Troya con el cual llegar al poder. De momento no lo han conseguido, pero se han visto reforzados constantemente, elección tras elección, región tras región, gracias a un discurso marcado por la combinación del relato machista, racista y xenófobo. Y a todo esto hay que sumarle una retórica sutil, pero evidente, que cada vez tiene aires más antielitistas.
No hay que ir muy lejos para descubrirla. La semana pasada, el presidente de Vox visitó Catalunya para participar en un gran acto de los ultras en Cornellà de Llobregat. Acompañado del líder en Catalunya, Ignacio Garriga, fue cómplice de esta estrategia. Después de bramar contra el proyecto independentista, al que acusaba de "poner lo común al servicio de unos pocos", se lanzaba al ataque. "Este proyecto ha contado con el apoyo inestimable de las élites en Catalunya, unas élites que vieron una oportunidad hace muchos años para ganar dinero, hacerse con el monopolio estratégico de ciertos sectores, y convertirse en los nuevos oligarcas en Catalunya". Un discurso que no solo recriminó el apoyo al independentismo, sino también el supuesto distanciamiento con la gente 'corriente': "Unas élites que están alejadísimas de los problemas cotidianos de las familias y de los trabajadores en Catalunya, y que tienen un único objetivo: lucrarse a costa de vosotros".
La candidata ultra a Andalucía, Macarena Olona, también ha participado activamente. Hace solo unos días, en un acto de campaña ante un amplio público, se autodeclaró "la candidata del pueblo". "Soy la candidata de Andalucía y para todos los andaluces". Y aún más: "Hoy, las élites no están aquí. Soy una de vosotras. Y si yo llego, si Vox llega [al gobierno], llegaremos todos". Ya lo hizo, similarmente, el candidato de la extrema derecha para Castilla y León hace unos meses, también durante la campaña electoral de la comunidad autónoma, cargando contra "aquellas élites que extraen rentas del pueblo para pagarse su fiesta autonomista y globalista". "Nunca unas élites políticas han estado tan alejadas de los intereses reales de los españoles", añadía.
Recuerdo trumpista
Este relato en contra de las élites y en contra del sistema no es nuevo, y recuerda claramente la batalla del expresidente estadounidense Donald Trump. Durante su campaña electoral, y ya como mandatario en la Casa Blanca, se reivindicó en unos términos similares a los que ha expresado Vox últimamente, describiéndose como un "hombre del pueblo" en guerra contra el "establishment". Y funcionó. El magnate acabó al frente de la potencia más poderosa de la historia, a pesar de su condición de multimillonario, con una cifra personal próxima a los 3 mil millones de euros, que lo situaría justo en medio del elitismo norteamericano.
Donaciones reveladoras
La extrema derecha española tampoco está tan cercana al pueblo como quiere hacer creer. Hace un año y medio, ya se reveló el origen de la financiación de los ultras. Y es que se constató que Vox había recibido, durante el ejercicio del 2019, más donaciones privadas que el resto de partidos juntos. En total, 1.564.800 euros en concepto de 'donaciones y legados', según reveló elDiario.es. Una cifra que multiplicaba por ocho la que había registrado Vox dos años atrás (cuando recibió 189.763 euros), y que es casi tres veces la suma del PSOE, el Partido Popular, Podemos y Ciutadans (652.785 euros). Los datos no señalan quiénes están detrás de estas donaciones, pero sí que evidencian que hay poderes económicos ocultos, y no solo las clases populares, como le gusta hacer ver al partido ultra.
El origen sí que puede encontrarse en otro lugar. En agosto del año pasado, Wikileaks reveló el listado de las grandes fortunas que financiaron el nacimiento de Vox a través de los lobbies ultraconservadores Hazte Oír y CitizenGo. Entre las decenas de nombres, estaban el propietario de la multinacional de servicios externalizados Grup Eulen, David Álvarez Díez; la presidenta del grupo empresarial español Fomento de Construcciones y Contratas, Esther Alcocer Koplowitz; quien fue presidente de El Corte Inglés, Isidoro Álvarez; y el propietario de la empresa constructora española OHL, Juan Miguel Villar Mir, quien también fue vicepresidente tercero y ministro del gobierno del franquista Arias Navarro después de la muerte de Francisco Franco.
Las propuestas económicas, para los ricos
Y, si aún quedan dudas sobre a quién sirven los ultras, solo hay que fijarse en las propuestas económicas que presentó Vox en su programa electoral para las elecciones al Congreso de los Diputados de noviembre de 2019. En el documento, bajo el título España siempre, uno de los puntos estrella era el de reformar el sistema de impuestos del IRPF. Actualmente, este se divide en cinco tramos, que van desde el 19% que pagan aquellas personas con unas retribuciones situadas entre los cero y los 12.450 euros anuales, hasta el 45% para aquellas personas que ganan más de 60.000 euros. La propuesta de los ultras simplificaría el sistema con solo dos tramos: un 22% de IRPF para aquellos que cobran menos de 60.000 y otro del 30% para los que superan esta cifra. Con todo, aquellas personas más pobres saldrían más perjudicadas, y los más ricos saldrían mejor parados.
Y las empresas se verían beneficiadas en otra cuestión, según el mismo programa económico. Vox quiere rebajar el impuesto de sociedades de tipo general para que pase del 25% al 22% inmediatamente, y posteriormente reducirlo gradualmente hasta el 12,5% para convertir España en la nueva Irlanda del sur de Europa, con el dumping fiscal como principal aliciente para atraer empresas multinacionales. Por si no fuera suficiente, la ultraderecha también pretende eliminar el impuesto especial del 30% que recae sobre la banca y el sector de los hidrocarburos. Una rebaja de impuestos que Vox intenta dibujar como beneficiosas para las clases trabajadoras, pero que solo tiene un objetivo: favorecer a las mismas élites que tanto calumnia.