El Aeropuerto de Barcelona – el Prat ha recuperado este viernes la actividad de la Terminal-2 (T2), cerrada desde finales de marzo con motivo del pico de la pandemia de coronavirus. La reanudación se ha hecho con restricciones para acceder a las instalaciones y una escasa programación de vuelos, tanto de llegadas como de salidas. Un 24 de julio de cualquier verano, al conjunto del Aeropuerto del Prat se esperarían cerca de un millar de despegues y aterrizajes, mientras que este viernes hay escasamente 350.
A partir de este viernes devuelven a la terminal 2 las operaciones de Ryanair, EasyJet, Wizz Air, Transavia, Air Baltic, Air Moldova, Pegasus Airlines y Volotea, que estaban trasladadas temporalmente en la T1 desde el 26 de marzo.
Servicios cerrados
Fuentes de Aena destacan que la instalación ha vuelto a funcionar para ensanchar la operativa de todo el aeropuerto y evitar aglomeraciones en la T1. A pesar de la reapertura, en la T2 no se han puesto en marcha la mayoría de tiendas ni de los establecimientos de restauración.
Ahora bien, con la reapertura de la T2, que se ha hecho una semana antes de lo que estaba previsto, se ha reanudado la actividad del servicio gratuito de buses lanzadera que enlaza las dos terminales. Tanto la terminal como el autobús, sin embargo, muestran una imagen que queda lejos del constante ir y venir de gente que tradicionalmente caracteriza el aeropuerto.
Medidas de seguridad
Asimismo, la puesta en marcha ha venido acompañada de uno desplegando de varias medidas de seguridad por evitar la propagación de la Covid-19. Así, tan sólo pueden acceder aquellas personas con reserva o tarjeta de embarque, o bien que tengan alguna causa justificada, como acompañar menores.
Una vez dentro, se recomienda el uso de gel hidroalcohòlico, es obligatorio el uso de mascarillas y se acuerda de que hay que cumplir el distanciamiento social. Así y todo, la distancia de seguridad está bastante ausente en las colas de los mostradores de facturación.
La Valerie, una pasajera que viaja a Nantes con sus hijos a ver a la familia, se queja a la ACN de la falta de señales a tierra para garantizar la separación y reconoce que le "preocupa" la ocupación de las instalaciones en la zona de embarques.
Además, relata que hasta el último momento ha tenido que estar pendiente de modificaciones del vuelo, que ha cambiado temprano coincidiendo con la apertura de la terminal. Ante la coyuntura sanitaria y la incertidumbre hacia la evolución de la pandemia, asegura que han mantenido la visita tradicional que cada verano hacen a Francia con el temor a que se restrinjan los vuelos a partir de septiembre.
También viaja a Nantes l'Aleix, de Parets del Vallès, que desde principios de año había pospuesto el viaje dos veces. Él asegura que siente "una pizca de nervios" ante la situación sanitaria, si bien matiza que "no es precisamente miedo". "Si entre todos gestionamos las medidas de seguridad como es debido, se puede viajar", apunta, deseando "coger poco a poco una cierta normalidad".
Formularios y temperatura en la zona de llegadas
Con respecto a la zona de llegadas, la habitual y multitudinaria espera de amigos, familiares y empresas de traslado de pasajeros contrasta con la imagen desértica de este viernes. Las puertas del espacio de llegadas se abren ahora de forma muy puntual y a un ritmo muy inferior del de cualquier mes de julio.
Antes de salir de las instalaciones, todos los pasajeros que llegan a la T2 tienen que cumplir el protocolo fijado por Aena en todos los aeropuertos. Así pues, tienen que entregar un formulario con los datos de contacto y declarante que no tienen síntomas de la Covid, así como tienen que pasar por el control de una cámara térmica que supervisa que no tengan fiebre.
Jimmy, que vuelve a Barcelona después de unos días de vacaciones y es la primera vez que vuela desde marzo, explica que el cumplimiento de las medidas de seguridad ha sido sencillo. Más perplejidad, sin embargo, le genera el aspecto de la terminal. "Es una llegada triste porque está muy cerrado. No entiendo que el aeropuerto de Barcelona esté así", asegura, mientras recuerda que en Francia sí que hay las cafeterías y tiendas abiertas a los aeródromos.