Que el aire contaminado es un peligro para la salud pública, es algo de lo que somos todos cada vez más conscientes. La necesidad de sociedad y de las empresas de avanzar hacia el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible –que incluyen la utilización de energías más limpias y la reducción del impacto medioambiental en las ciudades con la mejora de la calidad del aire como cuestión trascendental– lo demuestra. Y, a nivel científico, está ampliamente reconocido que la exposición a la contaminación del aire a largo plazo aumenta los riesgos de padecer enfermedades cardiovasculares y respiratorias.
Ahora, un nuevo estudio llevado a cabo por científicos del Instituto Max Planck de Química y el Centro Médico de la Universidad de Mainz ha concretado la pérdida de esperanza de vida global y pública causada por la contaminación del aire y el resultado es impactante. La cifra es mayor que la de muchos otros factores de riesgo, como fumar, sufrir enfermedades infecciosas o incluso la violencia.La contaminación del aire provoca alrededor de 9 millones de muertes prematuras en todo el mundo, lo que corresponde a una reducción media de la esperanza de vida per cápita de 2,9 años. En comparación, el tabaquismo la reduce en una media de 2,2 años (alrededor 7,2 millones de muertes), el sida en 0,7 años (1 millón de muertes) y las enfermedades parasitarias como la malaria, en 0,6 años (600.000 muertes).
Según los expertos que han participado en el estudio, dado el enorme impacto en la salud pública y la población mundial, se podría decir que existe una pandemia de contaminación del aire. Esta investigación es la primera en examinar el impacto global de la contaminación del aire en la salud humana en comparación con otros factores de riesgo en todo el mundo.
Concretamente, los científicos examinaron primero la conexión entre la exposición a contaminantes –principalmente las partículas en suspensión y el ozono– y la aparición de enfermedades. Investigaron los efectos de diferentes fuentes de contaminación, distinguiendo entre emisiones naturales (incendios forestales, polvo eólico) y antropogénicas, incluido el uso de combustibles fósiles.
Con estos datos, estimaron el exceso de mortalidad específico de la enfermedad y la pérdida de esperanza de vida en todos los países del mundo. Los resultados del estudio demostraron, entre otras cosas, que la mortalidad causada por la contaminación del aire es más alta en el este de Asia (35 por ciento) y el sur de Asia (32 por ciento), seguido de África (11 por ciento), Europa (9 por ciento) y América del Norte y del Sur (6). Las tasas de mortalidad más bajas se encuentran en Australia (1,5 por ciento). Todas están asociadas con los estándares de calidad del aire más estrictos de todos los países.
Los expertos subrayan que es de suma importancia llevar a cabo acciones concretas. Por ejemplo, que la contaminación del aire se tenga en cuenta como un factor de riesgo cardiovascular y que se mencione claramente en las guías de prevención de síndromes agudos y coronarios e insuficiencia cardíaca. Es solo un ejemplo de distintas acciones que se podrían llevar a cabo, porque casi dos tercios de las muertes causadas por este motivo, es decir, alrededor de 5,5 millones al año son evitables, entre otras cosas porque la mayor parte de la contaminación proviene del uso de combustibles fósiles.