La relación entre alimentación, bacterias intestinales y su influencia en la salud, es uno de los temas más candentes de la medicina actual. Se sabe que la falta de una población saludable de bacterias intestinales compromete nuestra salud, lo que a su vez está relacionado con una dieta poco sana y equilibrada. Pero sobre aún hay muchas lagunas sobre el impacto concreto que los alimentos tienen sobre el microbioma, en parte por la gran complejidad de la flora intestinal.
Uno de los asuntos que más trae de cabeza a los científicos son los llamados fagos, unos son virus que solo atacan a las bacterias y que se encuentran en el intestino. Cada fago solo ataca un tipo específico de bacteria, lo que significa que tienen la capacidad de influir notablemente en nuestro microbioma y, por lo tanto, en nuestra salud.
Los fagos necesitan bacterias para vivir, por lo que si las bacterias están ausentes, los fagos no sobreviven. Esto significa que cualquier alimento que influya en los fagos puede influir en las bacterias intestinales y viceversa. Por ejemplo, si aumenta la población de un tipo de fago, las bacterias que consumen disminuirán, lo que posiblemente provocará que se multipliquen otras especies de bacterias.
La mayoría de los fagos en el intestino están presentes en forma latente: su ADN está integrado en el genoma de la bacteria. Son los llamados profagos. Los científicos han identificado ciertos compuestos que provocan que los profagos vuelvan a su forma activa. Cuando esto sucede, cientos de nuevos fagos brotan de la célula bacteriana, matando al huésped y atacando a otras bacterias. Estos compuestos incluyen la salsa de soja, la nicotina y algunos antibióticos, como la ciprofloxacina.
Un nuevo estudio llevado a cabo en la Universidad de San Diego se ha propuesto aumentar esta lista y localizar los compuestos de los alimentos que inducen la actividad del fago. Los resultados han sido publicados en la revista Gut Microbes.
La investigación
Los expertos seleccionaron una gama de bacterias comunes en el intestino: Bacteroidetes y Firmicutes. A continuación, seleccionaron 28 compuestos de los alimentos y observaron el crecimiento de bacterias en presencia de cada compuesto específico. De todos ellos, 11 compuestos produjeron niveles de partículas de virus a una velocidad superior a la de los controles, lo que significa que influyeron en la actividad del fago.
Algunos de los aumentos de fagos más importantes se produjeron en presencia de clavo, propóleos (un compuesto producido por las abejas), uva y el aspartamo, un compuesto que se utiliza como edulcorante. El inductor de profagos más potente fue la estevia, el sustituto del azúcar derivado de plantas. Con algunas especies de cepas bacterianas, la estevia aumentó el número de partículas de virus en más del 400%.
Por el contrario, algunos alimentos redujeron el número de partículas virales: ruibarbo, fernet (un tipo de licor italiano), café y orégano. Otros compuestos que provocaron alteraciones diferentes en el intestino fueron la pasta de dientes, el extracto de semilla de pomelo y la granada. También, uno de los alimentos antibacterianos más potentes que encontraron fue la salsa de tabasco picante.
Los científicos creen que estos hallazgos son importantes, porque el microbioma puede influir en nuestra salud física y mental, causando, por ejemplo, inflamación y un aumento del riesgo de cáncer. Por lo tanto, si los científicos pueden averiguar cómo alterar el microbioma de maneras específicas, se podrían eliminar o reducir estos riesgos.