Aproximadamente el 20% de las mujeres sufre alopecia y el incremento de los casos es más que evidente, tal y como constatan los especialistas, sobre todo en la postmenopausia. Aunque en la mayor parte de los casos existe una predisposición genética a sufrir esta patología que suele tener un origen hormonal, los cambios en la vida de la mujeres en los últimos años y la multiplicación de los casos de estrés favorecen su aparición.

La causa genética tiene que ver con el desarrollo de las hormonas masculinas, los andrógenos, debido a una predisposición hereditaria. Se produce un exceso de transformación de la testosterona –una hormona que los hombres segregan en los testículos y que la mujer también produce en las cápsulas suprarrenales, en los ovarios y en el cuero cabelludo– en dihidrotestosterona (DHT). La causante de esta transformación es una enzima, la 5-alpha reductasa, que afecta a la parte superior del cuero cabelludo.

El exceso de DHT provoca que el pelo se miniaturice, se vuelva más fino y delicado, se caiga con mayor frecuencia y como consecuencia, aparezca la alopecia. En las mujeres, esta pérdida de cabello, sigue un patrón difuso o de corona, en el que se cae el cabello de la línea central del cuero cabelludo. Existen tres momentos en la vida en los que hay un mayor riesgo de sufrir este tipo de alopecia: la adolescencia, un período en el que se puede producir un desequilibro hormonal, el postparto y la postmenopausia, con la caída de los niveles de estrógenos.

También se puede producir alopecia por otro tipo de circunstancias, como accidentes, quemaduras, anemias, diabetes, trastornos en la glándula del tiroides, deficiencias de calcio, una fiebre alta o incluso una intoxicación alimentaria. Por lo general, los expertos distinguen entre las alopecias no cicatriciales, en las que no se produce destrucción del folículo piloso y en la que se incluye, además de la alopecia androgenética, la alopecia areata, una pérdida de pelo de origen desconocido que se presenta en forma de placas en el cuero cabelludo. Y las alopecias cicatriciales en las que se produce un daño o la destrucción completa del folículo piloso, entre las que se encuentran las causadas por traumatismos, las de origen infeccioso, tumoral o las debidas a enfermedades cutáneas. 

En cualquier caso, el factor psicológico es fundamental y no solo porque favorece la pérdida de cabello, sino porque cuando esta se ha producido, las mujeres ven muy afectada su autoestima debido a que un pelo bonito siempre se ha asociado en nuestra sociedad con la femineidad. Y, aunque las tornas están cambiando, en algunos casos afecta de forma importante a quien la padece.

En cuanto al tratamiento, el fármaco de uso tópico que más ha demostrado su eficacia es el minoxidil, que se aplica directamente sobre el cuero cabelludo para evitar que se siga cayendo el cabello, aunque no funciona en todos los casos. Cuando la mujer ha llegado a perder más de un 60% de su cabello en casos de alopecia irreversible, los expertos recomiendan un transplante capilar. El más común consiste en, después de aplicar anestesia local, extraer de la parte posterior e inferior de la cabeza  entre 1.500 y 3.000 cabellos, que se dividen micro o mini injertos de uno, dos o tres cabellos. A continuación, mediante incisiones, se van implantando los folículos en las zonas con mayor calvicie. En el cuero cabelludo se forman unas pequeñas postillas que desaparecen a los pocos días. Dos meses después comienza el crecimiento del cabello.