Más allá del sexo, la edad, la clase social y otros factores, después de estos meses de pandemia, los científicos han concluido que la obesidad es sin duda un gran responsable de la mortalidad que ha producido la COVID-19 en las sociedades occidentales. Así ha quedado reflejado en un análisis llevado a cabo por expertos del Instituto Wolfson de Medicina Preventiva y la Universidad Queen Mary de Londres en el Reino Unido, que afirman que el nuevo coronavirus es un problema de salud más exacerbado por la pandemia de obesidad.
En el texto reflejan la evidencia que existe hasta estos momentos de que las personas con sobrepeso u obesidad tienen muchas más probabilidades de desarrollar infecciones graves derivadas del SARS-CoV-2 potencialmente mortales en un 44% más de probabilidades. Ser obeso aumentó el riesgo relativo de sufrir más riesgo en un 97%. En este sentido, los expertos abogan porque la industria alimentaria tome medidas ante las devastadoras consecuencias del problema de la obesidad.
En todo el mundo, más de 1.900 millones de adultos tenían sobrepeso u obesidad en 2016, y ese número está aumentando rápidamente. Las últimas cifras muestran que la prevalencia de sobrepeso y obesidad entre los adultos ha superado el 60% en muchos países occidentales. En Estados Unidos, ha alcanzado el 72%. La obesidad es un factor de riesgo para desarrollar hipertensión, diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas, derrames cerebrales y cáncer.
En su análisis, los científicos describen los diferentes mecanismos que podrían explicar la mayor gravedad de la COVID-19 entre las personas con sobrepeso y obesidad. Por ejemplo, las personas con obesidad tienen mayores niveles de la enzima convertidora de angiotensina-2 (ACE-2), la enzima unida a la membrana que el virus usa para ingresar a las células. Aún no está claro si este hecho se debe a que sus células grasas producen más enzima, o simplemente a que tienen más tejido adiposo o de almacenamiento de grasa.
“El tejido adiposo de las personas con obesidad puede, por lo tanto, ser un objetivo potencial y un reservorio viral para el SARS-CoV-2 antes de que se propague a otros órganos, como ha demostrado ser el caso de otros virus”, afirman los expertos. La presión arterial alta, los niveles altos de colesterol y la diabetes que los médicos asocian con la obesidad también son sospechosos de provocar que las personas con COVID-19 sean más susceptibles a la infección. Además, podría aumentar la probabilidad de una respuesta inmune innata excesiva o una tormenta de citoquinas que causa daño a los pulmones y otros órganos de pacientes críticos.
Además de esto, la obesidad crea una mayor resistencia en las vías respiratorias de los pacientes, lo que dificulta la expansión de sus pulmones y, por lo tanto, reduce la función pulmonar. Los científicos piden una acción global para combatir la obesidad. “Las industrias alimentarias de todo el mundo deben dejar de promocionarse inmediatamente y los gobiernos deben forzar la reformulación de alimentos y bebidas no saludables”, aseguran. Incluso acusan a algunos fabricantes de alimentos de tácticas poco veladas, utilizando la pandemia como una oportunidad de marketing.