Este fin de semana llega el tradicional cambio de hora, el primero del año. En la madrugada del sábado 30 al domingo 31 de marzo hay que adelantar los relojes y a las 02.00 serán las 03.00 horas. Dormimos, por lo tanto, una hora menos, al igual que ocurre en el resto de la Unión Europea.
Las razones de este cambio son conocidas: aprovechar las horas de luz solar y ahorrar más energía. Pero no todo el mundo lo tiene tan claro en Europa, puesto que en los últimos meses se ha generado un gran debate acerca de la posibilidad de abolir la medida. De hecho, la intención era que este fin de semana fuera la última vez que se llevara a cabo el cambio horario, tras realizar una encuesta entre habitantes de la UE que se mostraron mayoritariamente partidarios de eliminarlo.
Finalmente, se ha aprobado una directiva por la que se da de plazo a los Estados miembros hasta abril de 2021 para decidir si quieren que sus países mantengan de forma fija el horario de verano o el de invierno, así que habrá que esperar.
Aunque buena parte de la población no percibe que el cambio horario afecte a su salud, existen estudios que demuestran que sí que tiene riesgos. Por ejemplo, un estudio llevado a cabo en Finlandia concluyó que el número de accidentes cerebrovasculares era un 8% más alto en los dos días posteriores al horario de verano. Los enfermos de cáncer tenían aún más posibilidades –hasta un 25% más–, y en las personas mayores de 65 años se incrementaba en un 20%.
Para llevarlo a cabo, los expertos compararon el índice de accidentes cerebrovasculares en más de 3.000 personas hospitalizadas la semana después de un cambio de horario de verano frente a otro grupo hospitalizado dos semanas antes o después de esa semana.
También parece afectar al corazón. Una investigación publicada en Open Heart demostró un aumento del 25% en el número de ataques cardíacos que se producen el lunes después de que comienza el horario de verano, en comparación con otros lunes del año.
Otro estudio recogido por Chronobiology International, concluyó que las tasas de aborto involuntario fueron mucho más altas para las mujeres que realizaron un tratamiento de fecundación in vitro dentro de los 21 días del inicio del horario de verano, en comparación con las que lo realizaron el resto del año. La investigación apunta a que los cambios en el ritmo circadiano pueden afectar a la fertilidad y la reproducción.
En el caso de los jóvenes y adolescentes, una investigación publicada en el Journal of Clinical Sleep Medicine demostró que los adolescentes, después del cambio de hora de primavera, perdieron una gran cantidad de sueño que repercutió en mayor somnolencia, retraso en el tiempo de reacción y menor capacidad de atención. También se analizó cómo se producen más accidentes automovilísticos en los días posteriores al cambio de horario.
Existe por lo tanto evidencia científica de que el cambio horario afecta a nuestra salud y a nuestro ritmo circadiano. Estos son algunos consejos para minimizar los riesgos:
- Dormir al menos siete horas en los días anteriores y posteriores.
- Ajustar gradualmente el tiempo a la hora de ir a la cama los días previos, alrededor de 15 minutos para no hacer que el cambio resulte tan brusco.
- Salir a la calle la mañana del domingo pronto para que nuestro ritmo circadiano se ajuste de forma más rápida gracias a la luz solar.
- Acostarse pronto el domingo por la noche para asegurarse un buen descanso para comenzar el lunes la semana.