Llega el horario de invierno: una hora más para dormir, pero menos horas de luz. A pesar de los debates sobre la conveniencia o no de esta medida, cuando menos este año los relojes se seguirán retrasando una hora. La madrugada del sábado 26 al domingo 27 de octubre, a las tres de la madrugada volverán a ser las dos.
¿Y si hay más tiempo para dormir, por qué muchas personas se encuentran apáticas, irascibles e irritables? Porque el cambio de hora afecta al estado de ánimo, explica Diego Redolar, profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC.
"Las personas tenemos un tipo de reloj biológico que está regulado, entre otras cosas, por la luz del día, lo cual favorece esta regularidad en los ciclos de víspera y de sueño en nuestro cerebro", añade María José Acebes, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC. "Cuando se sufre un cambio de hora brusco, en los viajes o con el cambio de hora, por ejemplo, este reloj biológico se desajusta, se encuentra desfasado y necesita un periodo de adaptación", dice.
¿Cuánto de tiempo necesita para adaptarse? En realidad, como regla general muy poco, tal como explica Rodar: "Por cada hora de desfase horario hace falta un día de adaptación". Así, el lunes 28 de octubre ya tendríamos que estar totalmente adaptados al nuevo horario. No obstante, esta no es una regla exacta y hay quien necesita más tiempo, como los niños, a las personas con ciertas patologías y las personas mayores.
Los efectos del 'winter blues'
Cuando los signos de decaimiento no desaparecen al cabo de pocos días sino que persisten a lo largo de los meses, "puede ser que ya no estemos hablando de la típica 'letargia del invierno', sino de un trastorno afectivo estacional (SAD en las suya sigla en inglés, o winter blues), explica Marta Calderero, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
Este trastorno afecta entre el 1% y el 10% de la población, según se explica en el estudio "Trastornos afectivos estacionales, winter blues", publicado en junio de 2015 en la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría. No obstante, no tiene la misma incidencia en unas zonas que en otros, puntualiza Rodar. En el norte de Europa, en países como Noruega, por ejemplo, tiene una incidencia mayor que en España.
Entre los síntomas del trastorno afectivo estacional hay la fatiga o sensación de tener poca energía, un estado de ánimo triste o deprimido siempre o casi siempre, la pérdida de interés por actividades, la dificultad para dormir o un sueño excesivo, los cambios en el hambre y mucho deseo de comer alimentos ricos en hidratos de carbono, sentirse inquieto o tener dificultades para concentrarse o sensibilidad al rechazo de amigos y familiares y, como resultado de eso, retraimiento.
Rodar explica que "hay una sustancia denominada melatonina que ayuda a regular los ritmos estacionales. En los seres humanos también puede participar en el control de los ritmos circadianos, al segregarse durante la noche, que es el periodo durante el cual se duerme. Aunque nuestra especie no tiene ritmos estacionales pronunciados, el ritmo diario de secreción de melatonina persiste. Esta sustancia puede afectar a la sensibilidad del núcleo supraquiasmático del hipotálamo en los sincronizadores y puede alterar los ritmos circadianos.
"Se ha comprobado que la administración de melatonina en el momento adecuado (en la mayoría de los casos justo antes de ir a dormir) reduce significativamente los efectos adversos tanto del desfase horario como de los cambios de turno del trabajo. En los momentos de poca luz del año (otoño e invierno) parece que unos niveles adecuados de melatonina nos podrían ayudar a regular a nuestros ritmos biológicos, lo cual redundaría en beneficio de la calidad del sueño, entre otros aspectos", subraya.