La Organización Mundial de la Salud define la salud mental como un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad.

Son muchos los trastornos que provocan que millones de personas en todo el mundo no puedan disfrutar de un estado de salud mental satisfactorio y uno de los más extendidos es la ansiedad. Es la sexta causa de discapacidad en el planeta y se calcula que más de 260 millones de personas en el mundo la sufren.

La ansiedad se presenta como un estado de preocupación exagerado, que provoca desasosiego e incertidumbre ante acontecimientos presentes o futuros. Puede ser consecuencia de una anticipación a un peligro inmediato, o al menos así se percibe, y se traduce en una serie de síntomas físicos como las palpitaciones y taquicardias, opresión en pecho, sudoración excesiva, sensación de ahogo, mareos o náuseas.

Aunque hay un cierto grado de ansiedad que siempre está presente en nuestras vidas y nos ayuda a hacer frente al día a día cumpliendo una función adaptativa, se puede convertir en patológica cuando su intensidad o duración es mayor de lo normal. 

Existen difstintos tipos de ansiedad que se traducen en diferentes trastornos: trastornos obsesivos compulsivos, agorafobia, trastornos de estrés postraumático, de fobia social, de pánico o el llamado trastorno de ansiedad generalizada, que consiste en mantener una preocupación persistente de forma desproporcionada por los acontecimientos que en otras circunstancias podrían calificarse de habituales. Otro de los síntomas es la dificultad para enfrentarse a situaciones de incertidumbre, incapacidad para olvidar una preocupación, o sensación de nerviosismo que impide relajarse en todo momento.

Este tipo de ansiedad está más que presente en la vida cotidiana de muchos individuos de nuestra sociedad. Cuando se vuelve incapacitante, lo más adecuado es acudir a un especialista. La terapia cognitivo-conductual tiene un amplio historial de éxito en estos pacientes. También existe la farmacología, que en momentos determinados puede servir de gran ayuda. Las medicinas más recetadas son las benzodiacepinas –que pueden llegar a causar dependencia– y los antidepresivos.

Pero lo cierto es que en nuestro día a día, también podemos poner en marcha una serie de prácticas que nos pueden ayudar a prevenir y controlar la ansiedad.

Limitar el estrés en la medida de lo posible

Una buena forma de controlar el estrés es haciendo una buena planificación. Todos deberíamos dedicar un día a la semana a organizar un calendario donde se especifiquen las tareas y obligaciones que se tienen por delante, lo que a su vez también permite gozar de más tiempo de ocio. En todos los sentidos: organizar los menús, los horarios, la compra semanal… Todo ayuda a reducir la incertidumbre.

Realizar diariamente una técnica de relajación

Cada uno puede escoger la técnica que mejor se adapte a sus necesidades. Tumbarse en una cama o una superficie blanda e ir recorriendo mentalmente el cuerpo a la vez que se relajan los músculos es una de las más reconocidas. Pero para otras personas hacer respiraciones profundas, baños relajantes, meditación u otro tipo de ejercicios como el yoga tienen los mismos efectos.

Reemplazar pensamientos negativos por positivos

Esta es una de las técnicas más útiles. A veces no podemos evitar que los pensamientos negativos acudan a nuestra mente, pero sí tenemos capacidad de bloquearlos o de alguna manera sustituirlos por pensamientos positivos empleando la razón. Una buena idea es hacer una lista escrita con los pensamientos negativos y poner frente a ellos los positivos, lo que ayudará a tener una perspectiva más clara.

Hablar y conversar

Tener a alguien que escuche nuestros problemas y nos ayude a desahogarnos es muy necesario. Aunque no sirva para obtener una solución inmediata a los problemas, guardarse los pensamientos que desembocan en la ansiedad y no exteriorizarlos puede agravar los síntomas.

El ejercicio físico

Adoptar unos hábitos de vida saludables son necesarios para hacer frente a la ansiedad, tanto la alimentación como el ejercicio físico. Está demostrado que la actividad libera sustancias químicas en el cerebro que estimulan las emociones positivas y promueven el bienestar.