Hacer las comidas en familia y mantener las costumbres de convivencialidad tradicionales de la dieta mediterránea influye positivamente en los hábitos de alimentación de los adolescentes y previene trastornos de conducta alimentaria. Esta es una de las conclusiones de un estudio elaborado por científicos de la Universitat Oberta de Catalunya y la Universitat Autònoma de Barcelona, publicado en la revista científica International Journal of Environment Research and Public Health.
Según la investigación, algunas de las rutinas de hacer las comidas en familia, como compartir los alimentos, sentarse alrededor de una mesa sin aparatos electrónicos o mantener una conversación agradable, son aspectos beneficiosos para la adolescencia y contribuyen a la salud de estos grupos de edad. Esta convivencialidad, donde es común conversar y comer más lentamente, promueve que los y las adolescentes reconozcan la sensación de saciedad durante las comidas e, indirectamente, evita la obesidad.
El estudio analiza uno de los aspectos menos investigados de la dieta mediterránea: la socialización en las comidas y cómo la manera en la que se consumen los alimentos repercute también en la salud. En este sentido, la investigadora Anna Bach-Faig explica que "para llevar una dieta saludable no solo influye lo que comemos, sino también cómo lo hacemos", y añade que "la dieta mediterránea es mucho más que una lista de alimentos; es un modelo cultural que incluye cómo se seleccionan, se producen, se procesan y se consumen estos alimentos".
La importancia de conversar durante las comidas
Los aspectos analizados en el estudio fueron la frecuencia y duración de las comidas familiares, el lugar donde se hacían, el uso de aparatos digitales, la preparación de los alimentos y el tipo de comunicación establecida en estos encuentros. Los resultados de la investigación muestran que la mayoría de las familias se reúnen para cenar, y sus hábitos cambian según si comen solos o con sus seres queridos.
En caso de comer acompañados, las comidas se ven como un espacio para comunicarse y socializar. Cuando las familias dedican menos tiempo a estos encuentros, no mantienen conversaciones agradables o se distraen con dispositivos electrónicos, también se observa que se sigue en menor medida la dieta mediterránea.
Fortalece los vínculos familiares
"Cuando los niños y las niñas son pequeños es más fácil mantener una conversación, pero durante la adolescencia hay una desconexión entre tú y ellos, y mediante las conversaciones alrededor de la mesa uno puede entrar un poco más en su mundo", explicaba una de las madres entrevistadas para la investigación.
Uno de los principales beneficios de estos encuentros familiares es que los progenitores se convierten en modelos que ayudan a establecer patrones saludables para sus hijos. Se trata de una conclusión que también confirman otros estudios, en los cuales se demuestra que comida en familia se relaciona con una dieta más saludable, con más fruta y verdura y menos bebidas azucaradas.
Promover la salud de las nuevas generaciones
La experta en nutrición Anna Bach-Faig insiste en que preservar las tradiciones en la manera de comer es esencial para conservar los beneficios de la dieta mediterránea y promover la salud de las nuevas generaciones.
El problema es que esta dieta mediterránea está, cada vez más, perdiendo peso con la llegada de la llamada "dieta occidental", en la cual predominan los procesados y comer de manera rápida, muchas veces delante de la televisión.
Considerar estos aspectos es clave, según el estudio, para promocionar una alimentación saludable durante la adolescencia y diseñar campañas de salud pública: "de la misma manera que se aconseja comer cinco frutas y verduras al día, se podría recomendar hacer como mínimo una comida en familia", señala Bach-Faig.