En palabras muy sencillas, se padece hipertensión cuando la sangre viaja por nuestras arterias a una presión mayor de la deseable para la salud. Cuando esto se produce, se genera una tensión sobre la pared de los vasos sanguíneos frente a la cual responden aumentando su grosor y perjudicando la circulación. Los médicos han fijado un valor a partir del cual podemos hablar de hipertensión: 140/90 mmHg. Esta cifra quiere decir que el corazón ejerce una presión máxima de 140 mmHg durante la sístole o fase de bombeo y que el corazón en reposo o fase diastólica tiene una presión de 80 mmHg.
El prototipo de hipertenso tiene unas características definidas: suele ser una persona con sobrepeso, con malos hábitos de vida como una incorrecta estructuración de la comida, poco ejercicio y con antecedentes familiares. Aunque existen también algunas enfermedades que pueden provocarla, como la diabetes y el colesterol. El problema es que si no se controla seguirá su evolución, muchas veces sin síntomas, hasta que con el paso de los años aparezcan problemas graves en el riñón, corazón, cerebro y vasos sanguíneos (hemorragia cerebral, angina de pecho, infarto de miocardio…).
Hay que tener en cuenta que la presión arterial no es constante y cambia durante el día para adaptarse a las necesidades puntuales de nuestro organismo. La simple toma de la tensión produce un efecto que se conoce como el de la “bata blanca” y que tiende a elevarla. Otros factores que pueden aumentar transitoriamente estas cifras son el esfuerzo físico, un cambio de tiempo, las emociones o las tensiones psíquicas.
Consejos
Cuando se padece hipertensión, no siempre se indica un tratamiento farmacológico. Si no es muy grave, basta con seguir una dieta adecuada, reducir el consumo de sal y alcohol y hacer ejercicio. Pero si la presión sanguínea no disminuye, lo más recomendable es seguir un tratamiento con pastillas.
Además, se ha de seguir una dieta muy cuidada en el que el consumo de grasas no debe superar el 30 % del total de las calorías ingeridas al día. Hay que limitar el consumo de alimentos ricos en grasas saturadas, que se encuentran en los embutidos, la leche entera, los quesos, la mantequilla y en la grasa de las carnes rojas. En cambio se pueden consumir grasas poliinsaturadas que se encuentran en los pescados azules o las monosaturadas, presentes en el aceite de oliva.
Además se deben consumir alimentos ricos en potasio, presente en frutas y verduras frescas como el calabacín, espinacas, coles, brócoli, alcachofas, mandarinas, fresas, sandía, cítricos, cerezas y plátano. Se recomienda no bajar de los 1.000 mg. diarios de calcio. Esta cantidad la puedes encontrar en un litro de leche o en dos yogures.
En cuanto al alcohol, un hipertenso no debe abandonar completamente el consumo del mismo, pero esta sustancia consumida en exceso puede aumentar la tensión arterial y reducir los efectos de los fármacos.