A partir de los 40 años se produce una disminución de la densidad mineral ósea, especialmente en el caso de las mujeres, que se acentúa con la llegada de la menopausia, aunque también ocurre en el caso de los hombres. De hecho, entre los 35 y los 50 años, se calcula que el 28 por ciento de los hombres y el 26 por ciento de las mujeres muestran signos significativos de osteopenia, es decir, de baja mineralización del hueso. 

En el caso de los hombres las razones es la bajada del nivel de testosterona. Se acentúa cuando coexisten otros factores como el hecho de fumar, la mala nutrición y la falta de ejercicio. En el caso de las mujeres, se suele producir por un déficit de estrógenos. Hay muchas enfermedades o trastornos que también afectan la salud ósea, como la enfermedad de Cushing, el hiperparatiroidismo o el hipertiroidismo.

La prevención básicamente consiste en evitar los factores de riesgo: no fumar y no beber, principalmente. La dieta juega también un papel fundamental. Existen alimentos ricos en calcio que deberían incluirse en la alimentación de manera regular además de los productos lácteos: las espinacas, las almendras, el sésamo o el kale, son algunos ejemplos.

También son muy adecuados los ricos en ácidos omega 3, que influyen en el metabolismo óseo: el salmón (preferiblemente salvaje), las sardinas, boquerones, caballa, las nueces o el aceite de lino. La carne es la principal fuente de colágeno, la proteína de la que están mayoritariamente formados los huesos. Hay que controlar la ingesta de carne roja, pero la de aves como el pollo o el pavo se puede consumir varios días a la semana.

El ejercicio físico también es fundamental para prevenir la osteopenia y la osteoporosis. Las actividades con peso son muy recomendables, tanto con el propio cuerpo como con aparatos o pesas. Caminar, bailar, montar en bicicleta y nadar son otras de las principales recomendaciones de los médicos.

Por último, hay que estar muy atentos a los primeros síntomas. A medida que los huesos se van debilitando sí que existen una serie de factores que pueden alertarnos de su aparición. Por ejemplo, un dolor de espalda intenso que no se mitiga con el tiempo, una pérdida de estatura leve, una mala postura en la espalda (encorvamiento) que se va acentuando o una fractura que aparece con un pequeño golpe no demasiado grave. A veces, sobre todo a edades más avanzadas, se producen fracturas que puede pasar desapercibidas, como la fractura vertebral. Se presenta con un dolor muy intenso al hacer esfuerzos como levantar una carga o hacer un movimiento brusco. Generalmente producen contracturas que impiden la flexión o rotación de la columna, afectando mucho a la calidad de vida.  También pueden producir un fuerte dolor en las fosas ilíacas y en los flancos.