Cuando una persona padece depresión, sufre tristeza, falta de esperanza, desgana y ausencia de motivación para todo aquello que se le presenta. Aunque es cierto que ser capaz de recuperar la motivación no cura la depresión, sí puede servir de ayuda a volver a conectarse con la realidad que le rodea y dar un primer paso en el complejo camino de la recuperación.

Para tratar médicamente el problema de forma adecuada se requiere acudir a la ayuda de una terapia psicológica y, en la mayoría de las ocasiones, se necesita la toma de fármacos.

En todo caso, y con el fin de darle un empujón a la motivación, a continuación vamos a ver qué teclas se pueden tocar para intentar conseguirlo.

Hacer ejercicio

Es una forma natural de incrementar la actividad de la hormona que interviene en el aumento del estado de ánimo, la dopamina. Un elemento que es clave para que se reduzcan algunos de los efectos de la depresión.

Dicho esto, realizar ejercicio intenso puede no estar al alcance de la persona deprimida, porque no sea sencillo hacerle enfrentarse ante una tarea que requiere un esfuerzo considerable. Sin embargo, si se pueden plantear pequeños periodos de actividad física a lo largo del día.

Un paseo de 15 minutos alrededor de la vivienda, realizar unos estiramientos mientras se escucha música o se está viendo la televisión, bailar en casa al ritmo de una música que invite a ello o hacer algunas sencillas tablas de ejercicio de cinco minutos, son pequeños hitos a los que debería poder enfrentarse psicológicamente casi cualquier persona que sufra depresión. Plantearse pequeños retos poco a poco hará que la autoestima aumente y con ello, la actividad física también podrá ir creciendo en duración y variedad.

Verse en pequeños grupos

Uno de los síntomas más claros de la depresión es que quien la padece no desea verse con nadie. Lo más habitual es querer estar solo o a lo sumo con algunos miembros de la familia solamente.

Resulta muy complejo pensar en salir a la calle y asistir a un evento o quedar con el grupo de amigos de toda la vida. No importa. Se trata de ir poco a poco también con esto y comenzar con aceptar quedar a solas con la gente más querida o en grupos de dos o tres amigos con los que siempre ha existido una confianza importante y una complicidad especial. Salir a ver una película, visitar un museo o salir a tomar un café a una terraza en un día soleado es un gran comienzo.

Se trata, al fin y al cabo, de ir rompiendo ese aislamiento que se produce y volver a engancharse en pequeñas dosis con el mundo.

El sueño

La depresión provoca generalmente desfases en el dormir. Hay quienes tienen enormes dificultades para conciliar el sueño y otros que no hacen más que dormir. Ambas situaciones pueden darse y en todo caso pueden provocar un empeoramiento de la situación de quien se encuentra deprimido.

Lo ideal para cualquier persona es dormir entre siete y nueve horas y para conseguir que esto ocurra –y que se dé por la noche, como es lo aconsejable–, lo mejor es seguir una serie de pautas como no echarse la siesta durante el día, respetar los mismos horarios de acostarse y levantarse cada día y realizar una rutina relajante antes de ir a la cama.

Las sustancias estimulantes

El uso del alcohol o de drogas puede hacer que quien padece la depresión se sienta temporalmente mejor, con un efecto de euforia. Sin embargo, cuando se pasa el efecto, lo normal es que el empeoramiento de la situación del enfermo sea evidente. Además, el consumo de estas sustancias unido a la medicación puede convertirse en una bomba de relojería, con lo que hay que evitarlas si se quiere conseguir recuperar la motivación.

El estrés

Es una de las circunstancias que más pueden afectar a una persona que sufre depresión. Tanto que les puede reducir alarmantemente su capacidad para enfrentarse a situaciones de alta presión.

Para tratar de recudir el estrés, se pueden intentar poner en práctica los siguientes consejos: aplicar técnicas de relajación, identificar los pensamientos negativos y buscar en su lugar aspectos positivos, establecer un protocolo de contar hasta 10 cuando se esté inmerso en un momento de estrés o ansiedad, conversar con seres queridos que se preocupen realmente por quien esté sufriendo el mal momento y, por último, reflexionar al final del día acerca de cómo ha ido este y contabilizar los momentos positivos que se han vivido.