Esta semana, la mayor parte de los niños comienzan el colegio después de medio año sin acudir a la escuela. Tanto para los padres como para los hijos es una situación extraordinaria. A las ganas de ver a los amigos y volver a la rutina, se añade la incertidumbre que existe por el aumento de los contagios y el no saber qué va a ocurrir cuando todos los alumnos estén juntos en espacios más reducidos.
Además, sobre todo para los más pequeños, los nuevos protocolos con el uso obligatorio de mascarillas, la distancia interpersonal, la toma de temperatura, los grupos burbuja y demás requisitos son un estrés añadido que no tiene nada que ver con la vuelta al curso escolar que se ha producido otros años.
Por estos motivos, lo normal es que se produzca una cierta ansiedad entre los estudiantes que puede afectar a cada persona de distinta manera. Y no solo para los niños y adolescentes, sino también para los padres. En estos casos, lo mejor es, en primer lugar, explicarles cuál es el protocolo que sigue cada centro para evitar las transmisiones. Normalmente, los colegios han elaborado una guía que han enviado a los padres y alumnos. Es bueno verlo en familia, sobre todo en el caso de los más pequeños y explicar paso a paso lo que se van a encontrar cuando lleguen a la escuela, para que no les sorprenda, por ejemplo, que la profesora les espere cada mañana con un termómetro en la mano. También es bueno crearles hábitos estos días de desinfección de manos de forma continua, para que sepan lo que tienen que hacer cuando lleguen allí.
También para los más pequeños, es bueno advertirles que los recreos, el comedor y otros espacios comunes no van a ser iguales que en años anteriores. Deberán respetar unas normas y relacionarse con menos personas, acatando las órdenes que les den sus profesores. Es importante hacerles ver que ellos también son responsables de la transmisión de la enfermedad, pero sin crear alarmismos. No se trata de que vayan con miedo al colegio, porque sería contraproducente, pero sí que estén advertidos y sean más prudentes que nunca por su bien y el de toda su comunidad.
Todos esas circunstancias pueden provocar un aumento de la ansiedad, debido fundamentalmente a la presión con la que se enfrentan y la pérdida de hábitos de trabajo que han vivido en estos meses. Por lo tanto, también es necesario ayudarles al comienzo a crear estos nuevos hábitos de trabajo y estudio, pero de una forma tranquila. Al principio, lo mejor es que se adapten poco a poco, que se acostumbren primero a las nuevas normas, que estén tranquilos y que vuelvan a retomar la relación con sus compañeros.
Una vez conseguido este primer paso, a continuación hay que establecer unas rutinas día a día progresivas, para que vuelvan a trabajar y a encontrarse cómodos. Como puede que en muchos casos haya que recuperar materia, habrá que tener más paciencia y no fijarse los mismo objetivos que otros años, puesto que pueden variar. En cualquier caso, la comunicación padres e hijos es fundamental en estos casos, para ayudar a afrontar los cambios que vienen por delante.