Por mucho que el asunto esté permanentemente de actualidad de un tiempo a esta parte, no somos de todo conscientes del daño que nos provoca la contaminación en las ciudades. Pero de vez en cuando algún estudio viene a recordarnos el gran impacto que tiene sobre nuestra salud.

Un equipo de expertos del Hospital Infantil de Cincinnatti ha llevado a cabo una investigación que ha sido publicada en PLOS One para analizar el impacto de la exposición significativa a la contaminación del aire provocada por el tráfico en la primera infancia. Y los resultados parecen indicar que está asociada a cambios estructurales en el cerebro de esos mismos niños cuando llegan a los 12 años.  Concretamente, se produjo una reducción en el volumen de materia gris y el grosor cortical en comparación con los niños con niveles más bajos de exposición

El aire contaminado por tráfico contiene una compleja mezcla de contaminantes gaseosos, partículas finas y ultrafinas, metales pesados, carbono elemental y orgánico, hidrocarburos aromáticos policíclicos y otros elementos. En total, más de 40 contaminantes tóxicos. Este estudio viene a demostrar que ese aire que se respira los primeros meses de vida afecta al desarrollo de la cerebro. Y aunque el nivel de pérdida de materia gris es mucho menor del que se produce en una enfermedad degenerativa, esta pérdida puede ser suficiente para influir en el desarrollo de diversos procesos físicos y mentales.

De hecho, la materia gris incluye regiones del cerebro involucradas en el control motor y en la percepción sensorial, como ver y oír. Por otra parte, el grosor cortical refleja la profundidad exterior de la materia gris. Pues bien, según los investigadores las regiones específicas en los lóbulos frontal y parietal y el cerebelo se vieron afectadas con disminuciones del orden del 3 al 4 por ciento

El estudio

Para llevar a cabo el trabajo los investigadores analizaron el cerebro de 147 niños de doce años mediante resonancias magnéticas para obtener imágenes anatómicas. Los niños formaban parte de un grupo que pertenecía al Estudio de Alergia y Contaminación del Aire de la Infancia de Cincinnati, y habían sido examinados a los seis meses de edad para comprobar el grado de exposición en la primera infancia a la contaminación por el tráfico y las consecuencias para su salud.

Los niños pertenecían a diferentes zonas de Cincinnatti, concretamente 27, donde la calidad del aire era distinta. Después, volvieron a ser analizados  cuando cumplieron 1, 2, 3, 4, 7 y 12 años. Fue precisamente en la revisión llevada a cabo a los doce años en el grupo de niños que habían estado más expuestos a la contaminación de tráfico, cuando se comprobó la alteración en la estructura del cerebro.

Los científicos creen que esta circunstancia podría contribuir al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas y trastornos del desarrollo neurológico. Y, aunque es pronto para determinarlo, el estudio sugiere que se deberían tomar medidas más drásticas para proteger a los niños durante los primeros años de vida de la contaminación, sobre todo, en aquellas ciudades con índices muy altos durante la mayor parte del año.