El 51,5% de los casos de coronavirus registrados en España están en la Comunidad de Madrid. A la hora de publicar esta pieza suman 1.955 de 3.793. Si contamos muertes, la proporción es peor, del 61,5%: 56 de 91. Dicho de otra manera, Madrid es una Igualada cien veces más grande en todos los sentidos, incluída su capitalidad radial, donde la incidencia del coronavirus (los expertos así lo dicen y es lo que sabemos del curso de la pandemia en China) aumentará exponencialmente estas dos o tres semanas. Son matemáticas sencillas. La diferencia entre Igualada y Madrid es que en la cuenca del Òdena se ha confinado a la gente por las buenas o por las malas, rodeando los municipios de controles policiales, y en Madrid, la presidenta, Isabel Ayuso, dice en el matinal más visto de España que "no sabe cómo se puede cerrar Madrid" y que, en cualquier caso, es responsabilidad del Gobierno de Pedro Sánchez. Le acusa de querer "cerrar" Madrid para evitar la expansión de la pandemia y de haberlo convertido en la zona cero del coronavirus para no suspender la manifestación del 8-M. Pelotas fuera.
Es cierto que las marchas del 8-M, el mitin de Vox en Vistalegre, etcétera, se celebraron en contra de los criterios de la Agencia Europea de Salud, el Centro para el Control y Prevención de enfermedades. También es verdad que lo que la presidenta de Madrid no sabe cómo hacer y el presidente del Gobierno no osa es lo que han hecho Italia —la desorganización organizada—, Dinamarca, Taiwán, Corea del Sur, Noruega, Singapur, Portugal (¡Portugal!), Bélgica y, sí, la Generalitat de Catalunya en los municipios de la riera del Òdena, a trancas y barrancas, con los recursos que tiene al alcance y el Hospital de Igualada que es, justamente, el núcleo del brote en la zona. De Igualada, como de Wuhan, no sale ni entra nadie.
¿Qué se sabe de Madrid? Pues que las medidas parciales de la Comunidad y el Ayuntamiento y las indecisiones del gobierno español han estimulado el afán viajero de madrileños, sanos e infectados, hacia Valencia, Murcia, Galicia y el País Vasco, donde tienen segundas residencias y acostumbran a pasar vacaciones y fines de semana. Es fácil suponer que también se han marchado a otras autonomías, pero las que se han quejado son esas cuatro. De Madrid, el mayor cluster de la pandemia de Covid-19 en España, entra y sale quien quiere. Claro que sí.
Pedro Sánchez, Isabel Ayuso y José Luis Martínez-Almeida, el alcalde, han ido tomando medidas parciales, relacionadas con la suspensión de algunos trabajos, actividades y acontecimientos, recomendaciones a la "buena voluntad" de la gente y etcétera. Por ejemplo, el gobierno español ha prohibido el atraque de cruceros de cualquier origen y de barcos de pasajeros procedentes de Italia. La orden no afecta a Madrid —de momento no tiene puerto— pero tiene gracia que los italianos, sanos e infectados, no puedan venir y los madrileños, sanos e infectados, puedan irse a teletrabajar a la playa valenciana, a la ría gallega o a la costa vasca. En la ciudad de Madrid, zona cero de la pandemia en España, hasta hoy no se han suspendido las licencias de las terrazas de bares y restaurantes para hacerles cerrar. A estas horas, mangas verdes, quizás sea más conveniente cerrar terrazas en Cullera, Donostia o Betanzos, adonde se ha desplazado buena parte de la parroquia de los locales madrileños.
Hoy por la mañana, el consejero de Salud de Madrid, Enique Ruiz Escudero, aseguraba a esRadio, la de Federico Jiménez Losantos, que el coronavirus ha matado a 40 personas en su comunidad. A la misma hora, su departamento informaba de 53 muertos. Madrid va a remolque incluso de sus propios datos y el gobierno no decide nada. El País Vasco ha declarado la emergencia sanitaria, cosa que le permitirá actuar con todas las seguridades de la ley —también de cara a los seguros— y en Catalunya confinan a 70.000 personas. Madrid va tarde y ya tiene dos ministras, la presidenta del Congreso y la consejera de Medio Ambiente infectadas por el coronavirus. Esperemos que no se muevan de su casa.
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