Son infinitas las miradas sobre la alteración que producen en nuestra vida cotidiana las medidas de confinamiento incluidas en el Real Decreto Ley 8/2020. Entre todas, destacan las dificultades que afrontan las mujeres con cargas familiares, que viven esta etapa de confinamiento compaginándolas con su jornada laboral mediante el teletrabajo, que apenas era el 4% antes de la pandemia.
Esta es una mirada hacia la hipotética conciliación familiar y laboral cuando ambos acontecimientos confluyen y transcurren en el mismo espacio y tiempo, en un escenario donde todo se solapa y desdibuja.
Ha sido la división sexual del trabajo la que ha legitimado tanto la separación de espacios como los falsos discursos dicotómicos, dando lugar a antagonismos entre las identidades sexuales por un lado y entre los ámbitos público y privado-doméstico por el otro.
El primero (el ámbito público), dedicado a la producción de bienes, tradicionalmente atribuido a los hombres. El segundo (el ámbito privado), centrado en las tareas de reproducción y cuidado de la vida, tradicionalmente asignado a las mujeres e invisibilizado en su problemática y especificidad. Con todo, en este momento esa división queda diluida en muchos hogares como consecuencia de la conjunción entre el confinamiento y el teletrabajo.
La cultura y el discurso social
Por mucho discurso oficial emitido en pro de la igualdad de oportunidades, y pese a los cambios de modelo de paternidades y masculinidades, la cultura y el discurso social marcan los distintos usos de espacios y tiempos.
Mientras que para las mujeres este discurso ha condicionado un catálogo de prácticas de cuidado y otras tareas que les impedían apropiarse de un tiempo en singular, para los hombres se ha traducido en el beneficio del tiempo propio.
Buena parte de las prácticas cotidianas de cuidados vienen regidas por este uso del tiempo. Según la última encuesta de usos del tiempo disponible, las mujeres dedicaban el doble de tiempo a las tareas de cuidado que los varones.
Mujeres con menores a cargo
En este contexto de crisis sin precedentes ¿qué efectos puede tener esta situación sobre la conciliación entre las mujeres que teletrabajan y tienen menores a su cargo?
Un grupo de investigación de la Universidad de Valencia ha iniciado, desde la Sociología, un estudio basado en entrevistas telefónicas a mujeres que cumplen estas características, y del que ya pueden mostrarse algunos resultados preliminares. Además de las entrevistas en profundidad, se ha puesto en marcha un cuestionario que aun está abierto a respuestas.
Algunos resultados preliminares
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Las mujeres que teletrabajan mientras los niños y niñas están confinados en casa no solo tienen que trabajar y, a la vez, cuidar a los pequeños. En ocasiones también deben facilitar que sus parejas trabajen o teletrabajen. Suele ser así cuando los horarios de trabajo de la pareja son rígidos y no permiten interrupciones.
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Algunas sienten que están todo el día trabajando. A menudo, la flexibilidad de horarios se convierte en una demostración y un ejercicio de responsabilidad continuas para con sus superiores. Muchas de ellas trabajan a la vez que cuidan —durante todo el día.
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Son las madres las que, mayoritariamente, se ocupan del seguimiento escolar de los hijos e hijas. Es un elemento de ansiedad y estrés añadido que incluso podría llegar a dañar la convivencia con las y los menores recluidos.
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Las pantallas en criaturas de corta edad se están convirtiendo en un perverso recurso facilitador de la jornada laboral.
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En algunas parejas se ha observado una mayor disposición de los hombres a realizar tareas que no solían hacer antes: poner lavadoras, cocinar, ir a la compra, compartir horas de juego con los niños…
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Por último, es un recurso habitual de las madres con ocupaciones de desempeño flexible, y que requieren tareas de máxima concentración y silencio, teletrabajar durante la madrugada, bien sea retrasando el momento de ir a la cama o levantándose antes que el resto de la familia. Esto también permite a las madres atender la rigidez del trabajo de cuidados, organizar y gestionar la jornada educativa de hijos e hijas confinados en edad de escolarización obligatoria.
¿Cambiará algo tras el confinamiento?
Son muchas las preguntas que se vislumbran cara a un futuro inmediato. ¿Qué ocurrirá cuando la ciudadanía tenga que dar respuestas a la potencial crisis de cuidados que ya se deja entrever? ¿Cómo se resolverá la situación tras el confinamiento sin los servicios educativos esenciales que permitan el desarrollo de las jornadas laborales presenciales? ¿Seguirán siendo las mujeres las que con mayor frecuencia se constituyan como el eslabón flexible cuándo el requerimiento de los cuidados se vuelve rígido y exigente?
Cristina Benlloch, Departamento de Sociología y Antropología Social, Universitat de València y Empar Aguado Bloise, Profesora del Departamento de Sociología y Antropología Social de la UVEG, miembra del Institut Universitari d'Estudis de la Dona UVEG, miembra del Consejo del IET de la UAB, Universitat de València. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.