Donde antes todo era bullicio y rumor, ahora es soledad y silencio. Los comerciantes y restauradores del centro de Barcelona definen el panorama como "desolador". La mítica Rambla, hasta hace poco la vía más transitada de España y arteria de la ciudad, se ven pocos transeúntes que se pueden contar, prácticamente, con los dedos de una mano.

Una estatua humana espera en la Rambla, ahora vacía de turistas / Foto: Sergi Alcàzar

La situación no es muy diferente en los barrios contiguos, el Gòtic y el Raval, donde no hay ni rastro del turismo y las personas que pasean son locales que van de un lugar a otro, sin pararse a contemplar las maravillas de la ciudad o todavía menos a consumir en los negocios locales.

Una facturación escasa

"Muy mal. No se vende nada. No hay turismo ni gente", explica a El Nacional Gregòria Martínez, que trabaja en un puesto de frutas del mercado de la Boqueria. Las consecuencias de la pandemia de coronavirus han hecho estragos en este mítico mercado, que ahora se ve prácticamente vacío. "Un día se vende poco, el otro, igual y el otro, igual", añade compungida.

No muy lejos, en la Rambla se encuentra Flora Maria que trabaja en un quiosco donde vende comestibles. "Eso está muy muerto. No sé hacia dónde irá todo esto. Las pérdidas son totales, por todos lados, se caducan los productos", expone, mientras va señalando el género que tiene la parada. En este sentido, explica que el lunes hicieron diez euros de caja en toda la jornada y no esconde su temor de quedarse sin trabajo.

Uno de los problemas, apunta, es que como los restaurantes están cerrados no acuden personas al centro de Barcelona y los que lo hacen pasean por la Rambla, pero pasan de largo de los negocios. Donde se encuentra Flora, tan sólo hay una cafetería abierta que pertenece a una cadena internacional que ahora, acuerdo a la normativa, sólo hace comida para llevar. "Es que si no viene gente de fuera, turistas, aquí no tenemos nada. Esta zona se basa en el turismo, lo mueve todo", indica.

Los negocios especializados en turistas que no ofrecen un servicio a los vecinos de la ciudad permanecen casi vacíos durante todo el día / Foto: Sergi Alcázar

La tónica a lo largo de la Rambla es la misma: locales, tanto restaurantes como comercios, con la persiana bajada. José Moya, que trabaja desde hace 32 años en una de las floristerías de esta vía, asegura que han cerrado siete tiendas, de las dieciséis que había. Las que quedan abiertas, asevera, están en condiciones muy precarias porque la facturación se ha reducido un 80%.

"Estamos simplemente abiertos para intentar que nos cueste menos a finales de mes, pero se tiene que poner dinero cada mes", relata Moya, que añade que el objetivo es mantener el negocio hasta que todo vuelva a una situación más o menos normal y vuelvan los turistas. "Al final eso se tiene que arreglar. Tarde o temprano, la Rambla volverá a ser la Rambla, pero estamos intentando mantener viva la llama", valora.

La Rambla, el termómetro de Barcelona

Fermin Villar, presidente de la d’Amics, Veïns i Comerciants de la Rambla i la Plaça Catalunya, expone que, hasta ahora, la Rambla era una de las cinco calles más transitadas del mundo y la primera de España. En concreto, según datos del 2013, entre 100 y 120 millones pasan anualmente por esta vía, es decir, unas 300.000 personas diarias. Por lo tanto, también, es uno de los principales ejes comerciales y de restauración de Catalunya. Al detalle, alberga 800 negocios que dan trabajo a unas 10.000 personas.

Por todo eso, argumenta Villar, la Rambla es "el termómetro" de lo que sucede en Barcelona, ya que, por su volumen de gente, se respiran todas las tensiones de Barcelona. Ahora, sin embargo, Villar reconoce que el futuro es incierto. "La Rambla está desierta", enfatiza a la vez que añade: "La parálisis es absoluta, la Boqueria está al 30% de su actividad y la parte baja está desangelada".

El mercado de la Boqueria se muestra desolador a última hora de la tarde / Foto: Sergi Alcázar

Esta situación, obviamente, tiene sus consecuencias. De momento, una veintena de locales han tenido que clausurar definitivamente sus puertas porque no han podido hacer frente al paro de actividad de los tres meses de confinamiento ni a la caída de las ventas por la falta de afluencia de personas en esta vía.

El Gòtic, con las persianas bajadas

Pero no sólo se acumulan a lo largo de la Rambla los restaurantes y comercios con las persianas bajadas, sino también en las calles que mueren en ella como las del barrio Gòtic. Un buen ejemplo es la plaça Reial donde, prácticamente, todos los locales están cerrados, básicamente, porque son restaurantes, locales de ocio nocturno o salas de espectáculos.

Palomas y gaviotas se pelean por unas migas de pan en una Plaça Reial casi vacía / Foto: Sergi Alcàzar

De hecho, uno de los pocos que están abiertos es la cafetería Art i Sa, que hace comida para llevar. Su propietaria, Marisol Jiménez, que también es presidenta de la asociación Amics i Comerciants de la Plaça Reial, resalta que el problema es que se han quedado sin clientes. Básicamente, relata, los negocios del Gòtic vivían del turismo, pero también de personas que trabajaban a la administración pública ya fuera para la Generalitat o el Ajuntament. "Ahora esta gente hace teletrabajo", indica. También acudían personas del área metropolitana que con las restricciones de movilidad tampoco pueden venir a la ciudad.

Jiménez hace once años que tiene el negocio en la plaça Reial y asegura que el 2019 había sido su mejor año en cuanto a facturación, una tónica que ha caído en picado con la crisis económica que se ha desencadenado a raíz de la pandemia de la covid-19. "Ahora es un desastre", señala.

Marisol Jiménez (41) pone para una fotografía en su cafetería próxima a la Plaça Reial de Barcelona / Foto: Sergi Alcàzar

Además, es crítica con la gestión que han hecho tanto la administración española como la catalana de esta crisis sanitaria: "Ha sido nefasta". En este sentido, lamenta que el Gobierno cerró de un día para el otro la restauración sin previo aviso. Una práctica que también realizó a la Generalitat que, sin consultarlo con el sector, el 15 de julio limitó los horarios de clausura de la restauración y a mediados de octubre decretó el cierre del sector en menos de 24 horas, que sólo pueden vender comida para llevar.

"No sabíamos ni que teníamos que hacer con los trabajadores", remarca. Además, los restaurantes han tenido que lanzar mucho de género porque se caducaba la comida a la vez que los gastos como el alquiler de los locales, el agua o la luz han tenido que abonarlos igual.

Desde su punto de vista, ha habido falta de previsión y lamenta que no se haya informado de las medidas con una antelación de una semana o quince días para dejar un margen a los negocios de poder gestionar los cierres de una manera ordenada para tener menos pérdidas.

Por otra parte, a raíz de la falta de turismo y de personas en el centro de la ciudad, manifiesta que están facturando entre un 10% y 20% de la caja que hacían antes de la crisis sanitaria. "Evidentemente, no tenemos ni para cubrir los gastos", resalta a la vez se queja de que las ayudas del Govern para el sector "son ridículas".

Todo eso ha comportado que, de momento, uno de los restauradores de la plaça Reial haya optado por cerrar definitivamente su negocio, mientras que dos más se lo están pensando. Además, varios restaurantes también han decidido que, hasta que no pase la pandemia o haya una situación más estable, no volverán a abrir.

A partir del lunes se flexibilizarán las medidas por la restauración, que podrá abrir con un aforo del 30% tanto en terrazas como en el interior hasta las cinco de la tarde. Eso, sin embargo, no genera ni esperanzas ni confianza entre los propietarios de los negocios. "Están desanimados, hay un sentimiento de incomprensión", deplora Jiménez, que recuerda que el 80% de los negocios de la plaça Reial son Pimes en manos de familias.

La población del Raval sufre las consecuencias

Tanto Villar como Jiménez explican que eso también comporta otros problemas para los vecinos: muchos de los trabajadores de la zona viven en ella, sea en el barrio Gòtic o en el Raval.

Desde la associació Veïns del Raval, su presidente, Antonio Martínez, subraya que el barrio se ha empobrecido. Eso, argumenta, se debe el hecho de que muchos hombres trabajaban en la hostelería en restaurantes de la zona y las mujeres haciendo tareas de limpieza en casas de la parte alta de la ciudad. Ahora, a raíz de la crisis económica, se han quedado sin trabajo. Una situación que se ve agravada porque muchos de ellos trabajaban en la economía informal, por lo cual tampoco tienen derecho a ninguna ayuda económica.

A consecuencia, apunta a Martínez, muchas personas no pueden pagar el alquiler. "Con la pandemia hay dos o tres desahucios cada día". Además, no existen perspectivas de mejora: "Todo es incertidumbre".

Las persianas pintadas de los locales cerrados decoran casi todas las calles de las proximidades del centro de Barcelona / Foto: Sergi Alcàzar

Desde el punto de vista de Martínez, el problema es que "Barcelona vivía la burbuja del turismo, que ahora la pandemia ha desinflado." Eso, matiza, no sólo ha afectado los comercios o restauradores, sino también otros negocios relacionados como los que aprovisionan de comer, bebidas o cualquier producto en los restaurantes, hoteles o tiendas.

Nuevo modelo de negocio

Tanto Moya como Jimenez creen que el problema es que la población local hace vida en los barrios y, por lo tanto, no acude a la Rambla, al Gòtic o el Raval a pasar el día. Además, los que viven en el centro de la ciudad se han quedado sin trabajo y tampoco tienen dinero para consumir en los locales de la zona, narra Flora. Todo ello conlleva que los negocios del casco antiguo de Barcelona no levanten la cabeza.

Un hombre sin hogar se refugia en una zona cubierta de la Rambla de Barcelona junto a una oficina de turismo, ahora cerrada / Foto: Sergi Alcàzar

Con todo, a pesar de las graves consecuencias que ha reportado la pandemia, Villar cree que ha nacido una oportunidad para apostar por un nuevo modelo turístico y atraer al visitante local. "La Rambla estaba a punto de morir de éxito", asegura Villar, que recuerda que en el 2014 la asociación a la cual representa fue la primera de la ciudad de pedir una moratoria para que no se establecieran más negocios en esta vía.

Según su opinión, en una época donde se han incrementado las ventas on-line, los negocios tienen que ofrecer experiencias. Por eso, cree que la Rambla tiene que mostrar sus atractivos culturales a los barceloneses. En esta línea enumera la infinidad de propuestas que engloba que, entre otros, incluye bares, restaurantes, museos, salas de baile y conciertos, tablaos flamencos, el Liceo, figurantes, caricaturistas o las golondrines.

De la misma manera piensa Jiménez que valora que se tendrían que hacer campañas al estilo Conoce tu ciudad, a través de las cuales los barceloneses puedan descubrir los encantos de los barrios del casco antiguo.

"Hemos fabricado un producto al gusto del turista, pero no muestra al cien por cien cómo somos", opina Villar, que considera que ha llegado el momento de que la Rambla se replantee a ella misma. "Los turistas volverán en dos años y tenemos que ver si queremos una oferta artificial o se encuentran la misma Rambla que disfrutan los barceloneses", concluye.