Se ha escrito mucho sobre el vino y su relación con la salud en las personas. Pero como suele ocurrir como con cualquier otra materia, algunos de los hechos que se suelen presentar no son siempre ciertos.
Como ocurre con otras bebidas o alimentos, el exceso de vino es perjudicial. De eso no cabe ninguna duda, pero también conviene desterrar otras creencias que hacen que muchas personas se alejen de esta bebida tan apreciada y, asimismo, mediterránea. Por eso, a continuación vamos a ver cuatro de los mitos más habituales entorno al fruto alcohólico de la uva.
El tinto es más saludable que el blanco
Habitualmente, el vino tinto goza de una mayor reputación que cualquier otra de las variedades. Tanto es así, que cuando se habla de vino, generalmente pensamos en tinto, cuando no tendría por qué ser así. Además, tiende a recibir toda la atención y elogios cuando se habla de beneficios para la salud, sobre todo gracias al contenido polifenólico que posee.
La piel de la uva contiene polifenoles como la quercetina, el resveratrol y el ácido elágico y, por lo tanto, son más abundantes en el vino tinto que en el blanco. Pero aunque estos compuestos tienen propiedades beneficiosas, no son los únicos elementos del vino que ayudan a mejorar la salud.
Por más que se quiera, no se puede afirmar si el vino tinto o el blanco es más saludable, porque depende de qué aspecto de la salud se valore más. Un estudio de hace un lustro reveló que quienes beben tinto tienen niveles más altos de colesterol bueno (HDL), mientras que, por otra parte, los que consumen vino blanco con regularidad, cuentan con menos niveles de azúcar en la sangre. Por tanto, no se puede asegurar que ningún vino sea mejor que otro.
El alcohol mata células en el cerebro
El etanol, un tipo de alcohol que se encuentra en el vino entre otras bebidas, puede dañar las células cerebrales, pero el cuerpo humano tiene sus propias maneras de procesarlo para frenar una destrucción importante y duradera. Normalmente, los síntomas que tienen lugar tras beber desaparecen después de que el cuerpo elimine el alcohol del cuerpo humano.
Lo que sí puede ocurrir es que sufran algún daño las dendritas –extensiones nerviosas que transportan información a las neuronas–, aunque en la gran mayoría de los casos se trata de procesos reversibles, tal y como se ha probado científicamente. Eso sí, un consumo muy grande y diario de vino puede tener repercusiones en la mente.
Los sulfitos causan dolores de cabeza y resacas
Los sulfitos son de origen natural, aunque la mayoría de los enólogos también agregan sulfitos al vino para ayudar a protegerlo contra el deterioro y la oxidación. Según diversos estudios científicos, solo el 1 por ciento de la población es sensible a los sulfitos. Y en todo caso, se conoce que los sulfitos no son culpables de las resacas, aunque sí pueden causar alguna reacción alérgica entre ese 1 por ciento de la población.
La resaca es más bien consecuencia de la cantidad de alcohol ingerida y de la rapidez con la que se ha bebido. Además, también tiene que ver con la deshidratación que se produce cuando se bebe en exceso.
Un vino es una buena ayuda para dormir
Beber alcohol produce somnolencia. Pero de ahí a pensar que consumir algo de algo para dormir mejor, hay un trecho. Sí permite dormirse antes, lo que no quiere decir que la calidad del sueño vaya a ser buena, ya que provoca interrupciones del sueño y periodos de permanecer más tiempo despierto por la noche.