Cuando se habla de la enfermedad inflamatoria intestinal (EII), se hace referencia a dos patologías: la colitis ulcerosa y la enfermedad de Crohn. Ambas tienen una incidencia parecida, algo mayor la de la colitis, y son enfermedades inmunitarias, inflamatorias y crónicas que generalmente están latentes y provocan brotes de vez en cuando que merman la calidad de vida de las personas que las sufren.
El intestino, en estos casos, no digiere correctamente los alimentos y la capacidad de absorber los nutrientes disminuye. Suelen producir dolores abdominales en mayor o menor intensidad, diarreas, sangre en las heces, cansancio prolongado y pérdida de apetito, entre otros síntomas.
Un estudio reciente elaborado por investigadores del Hospital Infantil de Filadelfia ha encontrado correlaciones genéticas significativas entre la enfermedad inflamatoria intestinal, el estrés y la depresión. Por lo tanto, no derivadas de las dificultades de los síntomas, sino de los genes. Según los científicos, genes involucrados en el riesgo de padecer la EII están presentes en una parte del cerebro que tiene un papel vital en el control del estrés y la depresión, así como en organoides derivados de las células del colon.
La investigación ha sido publicada en la revista Cellular and Molecular Gastroenterology and Hepatology. “Los datos epidemiológicos han mostrado anteriormente una relación entre la EII y el estrés y la depresión, y ahora hemos generado datos genómicos para respaldar esa asociación. Nuestros resultados sugieren que en estos casos hay que hacer un estudio más exhaustivo del hipotálamo, porque tiene un papel importante en la susceptibilidad genética a la EII”, aseguran los autores del estudio.
La investigación
Para comenzar, los investigadores realizaron análisis de correlación genética entre la EII y la depresión para evaluar el grado de similitud genética entre las dos condiciones, utilizando datos disponibles públicamente. Al analizar once enfermedades autoinmunes en busca de correlaciones con la depresión, los investigadores encontraron que la EII era el rasgo más estadísticamente significativo correlacionado positivamente con la misma, aunque se observó que el asma y la esclerosis múltiple también estaban altamente correlacionados.
Luego, midieron el enriquecimiento de las variantes genéticas asociadas con la EII en los patrones genómicos 3D dentro de las neuronas similares al hipotálamo y colonoides de biopsias rectales y encontraron un aumento de cuatro veces muy significativo en las primeras y un aumento de siete veces en las segundas.
Asimismo, los investigadores utilizaron un mapeo de variante a gen para determinar qué genes están implicados en la patogénesis de la EII e implicaron un total de 25 genes en el hipotálamo para conferir riesgo de EII. Once de esos genes tienen funciones conocidas en el cerebro, que codifican reguladores clave del estrés. Siete de esos genes también estaban implicados en los colonoides. “Creemos que algunas variantes asociadas a la EII alteran el eje hipotálamo-pituitario-adrenal y las respuestas al estrés, lo que a su vez podría desempeñar un papel en la predisposición de los pacientes a esta enfermedad y exacerbar su presentación” aseguran.