La diabetes tipo 2, también conocida como de inicio tardío, es una de las dos clases de diabetes existentes. En concreto, aquella que se da generalmente en una edad avanzada –normalmente a partir de los 40 años– y surge cuando el cuerpo humano ya no es capaz de producir la suficiente insulina o de utilizarla adecuadamente.
En una reciente investigación realizada en colaboración por diversos centros médicos de Quebec (Canadá) y publicada por el European Journal of Endocrinology se ha trabajado para determinar si los suplementos de vitamina D3 resultan efectivos para mejorar la sensibilidad a la insulina en pacientes con diagnóstico reciente de diabetes tipo 2 o con alto riesgo de desarrollar la enfermedad.
El estudio
El trabajo se llevó a cabo con 96 pacientes tomados de manera aleatoria. A una parte de ellos se les suministró placebo y a otra, se les hizo ingerir 5.000 unidades internacionales (UI) de vitamina D diariamente durante 6 meses. Donde cada mil unidades internacionales de esta vitamina equivale a 25 microgramos.
Según revelan los resultados del estudio, “en individuos con alto riesgo de diabetes o con diabetes tipo 2 recién diagnosticada, la suplementación con vitamina D durante 6 meses aumentó significativamente la sensibilidad a la insulina periférica y la función de las células beta, lo que sugiere que puede retrasar el deterioro metabólico en esta población”.
El vínculo entre la diabetes y la vitamina D
Los bajos niveles de vitamina D son un problema frecuente en personas tanto con diabetes como sin ella. Pero en el citado estudio, los resultados parecen mostrar que con una suplementación antes del diagnóstico o poco después del mismo, el cuerpo humano responde mejor a nivel celular a la insulina, lo que contrarresta el mayor problema de la diabetes tipo 2, la resistencia a la insulina. Asimismo, parece permitir que la células beta del páncreas que producen insulina se mantengan sanas y operativas.
Las células beta juegan un papel central en la secreción de insulina y su disfunción gradual es el mayor culpable de la diabetes tipo 2 para alrededor del 60% de las personas diagnosticadas, según un estudio publicado en Diabetes Care en 2016. El 40% restante, pueden revertir el problema a través de importantes cambios en el ejercicio, la nutrición y el peso corporal de la persona.
Según se produce la degradación de las células beta debido al aumento de la incidencia de la diabetes tipo 2, la ingesta de medicación por vía oral deja de ser efectiva y las inyecciones de insulina se convierten en inevitables.
Sin embargo, gracias a lo que se ha descubierto en el estudio, la vitamina D puede tener un impacto positivo en la secreción de insulina debido a que entra en las células beta y comienza a interactuar con algunos de sus receptores, que se unen, activan el gen de la insulina, incrementando la sínstesis de la insulina. Pero eso no es todo, ya que la ayuda que la vitamina D proporciona a las células beta hace que también interfiera en las citocinas, una proteínas producidas por el sistema inmune.
Al parecer, la vitamina D también juega un papel crítico en la regulación del uso de calcio por parte del cuerpo. Y el calcio juega un papel pequeño pero decisivo en la secreción de insulina. Si un poco vitamina D afecta la capacidad del cuerpo para controlar los niveles de calcio, esto implica que afecta la capacidad del cuerpo para producir insulina.
También se cree que la vitamina D mejora la sensibilidad a la insulina al activar otros receptores que ayudan a regular el metabolismo de los ácidos grasos dentro de la grasa muscular y corporal. Al igual que la relación de la vitamina D con la secreción de calcio e insulina, la presencia de calcio es esencial para la respuesta de los músculos y las grasas a la insulina, lo que permite la absorción de insulina y glucosa. Sin calcio, esto no puede suceder. Y sin vitamina D, no hay calcio.
Conclusiones
El consumo excesivo de la vitamina D es peligroso para la salud, como también lo es su ausencia en el cuerpo humano. Así, para las personas que no padecen diabetes se recomienda una dosis diaria de 400 UI, mientras que para aquellos que la sufren la cantidad a ingerir cada día rondaría entre las 1.000 y las 2.000 UI. Eso sí, los pacientes cuyos análisis revelen carencias importantes de vitamina D, pueden tomar dosis diarias de 4.000 UI mientras recuperan los niveles considerados normales.
El exceso en la ingesta de vitamina D puede provocar niveles más altos de calcio en la sangre, pudiendo causar cálculos renales, debilidad ósea y trastornos en las funciones normales tanto del cerebro como del corazón. Por ello, para ajustar adecuadamente la dosis a tomar de vitamina D se aconseja consultar con el médico especialista para que evalúe todos los parámetros del paciente y poder dar así un diagnóstico preciso.