Con la información que existe socialmente, cada vez se detecta el Trastorno de Déficit de Atención con o sin Hiperactividad, antes, en la infancia. Sin embargo, no siempre ha sido así, durante muchos años ha habido niños problemáticos que no han sido tratados como debería y que no han podido desempeñar sus funciones de forma correcta arrastrando un sentimiento de culpa que, en realidad, no estaba justificado.
De hecho, el TDAH en un 50% de los casos, persiste en la vida adulta y puede causar graves perjuicios a quienes la padecen. Es decir, una persona con 40 que padeció este trastorno en los años 80 cuando apenas se sabía sobre el asunto, puede seguir conviviendo con ella sin saberlo, causándole actualmente perjuicios en su vida –no tan notorios como en su infancia–.
De hecho, las cifras lo reconocen. La OMS recuerda que el TDAH es una patología psiquiátrica grave que afecta a entre un 5 y un 7% de los niños y entre un 4-5% de los adultos. Normalmente, los síntomas que presentan son más relacionados con el déficit de atención: problemas de concentración y de atención, desorganización e incapacidad para emprender, desarrollar y finalizar trabajos o tareas, la inconsistencia, la imposibilidad de planificarse de una forma adecuada o los despistes continuos.
En menos casos se siguen presentando síntomas de hiperactividad. Cuando se dan, se manifiestan como dificultad para permanecer quieto, movimiento corporal excesivo, una adicción a la actividad constante o al trabajo, una mayor impulsividad, la pérdida de control, la falta de paciencia para realizar cualquier tipo de actividad….
La forma de diagnosticar el trastorno es mediante una serie de pruebas: historia clínica completa del paciente, cuestionarios autoadministrados de síntomas, como el Wender Utah Rating Scale (WURS), ADHD Rating Scale (ADHD RS), Adult Self-Report Scale (ASRS), Conners Adults ADHD Rating Scale (CAARS), un informe neuropsicológico y una evaluación de la comorbilidad psicopatológica. Cuando se presentan más de nueve síntomas o un deterioro significativo en la vida del paciente en determinadas áreas, se considera como positivo.
Cuando una persona mayor de 40 años sospecha que puede tener TDAH y las pruebas lo confirman, se debe hacer un análisis para encontrar el mejor tratamiento sin que interfiera en su vida de manera notable. Normalmente, se suele prescribir el tratamiento farmacológico, que generalmente consiste en la administración de estimulantes –el metilfenidato es el más común–, cuyo objetivo es equilibrar los niveles de dopamina en el cerebro. Otros medicamentos pueden ser antidepresivos. La forma de comprobar que funcionan es si bajan los niveles de inatención e impulsividad, más propios de los adultos.
A esto se añade una terapia cognitivo-conductual, que puede ayudar a modificar algunos comportamientos o pensamientos negativos. Unido a un cambio en los hábitos de vida más nocivos, como una mala alimentación o la falta de ejercicio, puede ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas que padecen este trastorno, aunque los resultados no son tan positivos como puede ocurrir en el caso de los niños.