Son varias las consideradas dietas saludables para el ser humano pero, de entre todas ellas, la mediterránea está más de moda que nunca entre la comunidad científica. En los últimos años, han sido muchas las instituciones, entre las que destacan la Organización Mundial de la Salud o la Universidad de Harvard, que han publicado estudios en los que se demuestra que este tipo de alimentación aporta un sinfín de beneficios, entre los que se encuentran la prevención del desarrollo de enfermedades cardiovasculares y del cáncer. Cada vez son más los expertos que la señalan como la clave para tener una vida larga y saludable. 

La dieta mediterránea se caracteriza por el alto consumo de verduras, frutas y frutos secos como nueces, legumbres y cereales integrales

A estos estudios se acaba de unir otro publicado en Journal of the American College of Nutrition y que ha sido llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Saint Louis en Missouri, en Estados Unidos, en el que buscaban comprobar los efectos de esta dieta en las personas que suelen practicar deporte de forma activa.

Los participantes siguieron durante cuatro días una dieta mediterránea y otra occidental, caracterizada por un consumo mayor de azúcares refinados, sal y grasas saturadas. Su objetivo era comprobar las consecuencias que estas dos dietas tendrían sobre la práctica de ejercicio anaeróbico y el fortalecimiento muscular.

El estudio concluyó que las personas eran un 6 por ciento más rápidas en la carreras de 5 km después de seguir la dieta mediterránea que después de seguir una dieta occidental.  Y eso que los ritmos cardíacos de los participantes eran casi iguales. Según los investigadores, estos resultados vienen a ampliar la evidencia de los beneficios para la salud de la dieta mediterránea, puesto que demuestra su efectividad a la hora de mejorar el rendimiento del ejercicio de resistencia en tan solo 4 días.

La grasa principal proviene del consumo de aceite de oliva virgen extra

La dieta mediterránea se caracteriza por el alto consumo de verduras, frutas y frutos secos como nueces, legumbres y cereales integrales. A esto se añade un moderado consumo de pescado y un bajo consumo de carne, sus derivados y productos lácteos (con la excepción de los quesos de larga conservación). La grasa principal proviene del consumo de aceite de oliva virgen extra.