Este año 2019 va a pasar a la historia como uno en los que más se ha extendido la conciencia global acerca de la importancia de implantar un sistema de vida y de producción más sostenible para el planeta. El impacto de la cumbre del clima celebrada en Madrid y le repercusión pública de la llegada y los mensajes de la joven activista medioambiental Greta Thunberg así lo demuestran. Todos en nuestra vida podemos aportar para contribuir a lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, incluido el tipo de alimentación.
Una dieta sostenible es aquella que, además, de saludable, tiene un bajo impacto en el medio ambiente y el suministro de alimentos. Su objetivo es contribuir a que el planeta tenga suficientes recursos para alimentar a las futuras generaciones. No hay reglas establecidas sobre qué hace que una dieta sea sostenible. Sin embargo, algunas dietas y alimentos pueden ser más sostenibles que otros, y elegirlos puede ayudar a una persona a reducir su impacto.
La Comisión EAT-Lancet, un grupo de científicos de 16 países diferentes, ha trabajado sobre esta cuestión y ha concluido que la producción de alimentos es la principal causa de cambio ambiental en el mundo. Según afirman, las dietas veganas y vegetarianas conllevan la mayor reducción en el uso de la tierra y las emisiones de gases de efecto invernadero y, más concretamente las vegetarianas, usan la menor cantidad de agua.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la producción de alimentos representa el 20-30% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y hasta el 66% del uso del agua. Aunque una dieta variada es crucial para la salud humana, una dieta verdaderamente sostenible tiene en cuenta el impacto que tendrá en el medio ambiente, el individuo y la cadena alimentaria en general.
Los factores que determinan cuánto de sostenible es una dieta determinada incluyen la disponibilidad nutricional, el impacto en la biodiversidad, la protección del ecosistema y la salud de los consumidores. Tener en cuenta todos estos factores debería ayudar a garantizar que el planeta pueda continuar proporcionando suficientes alimentos y recursos para una población en crecimiento y las generaciones futuras.
Las dietas más sostenibles son, en primer lugar, las vegetarianas o veganas. Según la Comisión EAT-Lancet, el cambio de productos de origen animal por productos de origen vegetal tiene beneficios para el medio ambiente y la salud. Subrayan que, en general, los estudios coinciden en que los alimentos de origen vegetal causan menos efectos ambientales adversos por unidad de peso, por porción, por unidad de energía o por peso de proteína, que los alimentos de origen animal a través de diversos indicadores ambientales. Los productos animales tienen impactos significativos, pues el ganado en general representa el 14,5% de todas las emisiones inducidas por el hombre.
En segundo lugar, las dietas locales, o el consumo de productos de kilómetro cero, hace referencia a la alimentación de productos del área en la que vive una persona. Sin embargo, dependiendo de dónde viva una persona, estas dietas pueden requerir una planificación significativa para su implementación. Es posible que las personas en las regiones del norte, donde se dan menos frutas y verduras, necesiten tomar medidas adicionales para asegurarse de que obtengan suficientes nutrientes. Este tipo de dieta enfatiza comer estacionalmente, y muchas personas también pueden optar por comprar en granjas locales orgánicas.
Aun así, todavía se requieren muchos más recursos para investigar e implementar este tipo de alimentación en la sociedad y, sobre todo, en aumentar la conciencia de lo que cada uno puede hacer para contribuir a hacer el planeta más sostenible.