El presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, se ha dirigido a todo el país para pedir que la gente utilice gasolina como desinfectante para las mascarillas protectoras de la cara por el coronavirus. Ante la sorpresa de los que lo han escuchado ha reiterado que sus consejos "no son ninguna broma". Una idea que ya se había empezado a extender desde su mismo gobierno desde hace unas semanas ante el peligro de quedarse sin gel hidroalcohólico. Duterte, en rueda de prensa televisada ha sentenciado: "Solo hace falta ir a la gasolinera y echar unas gotitas en la mascarilla, es un buen desinfectante".
Los despropósitos de Duterte no acaban aquí y añade que esta solución está pensada, sobre todo, para los "pobres que no puedan comprar gel. Además, considera que es muy económico porque con el propio gas que desprende la gasolina ya puede servir. Delante de aquellos que le han dicho que "está loco", Duterte ha sentenciado: "Si lo estuviera, tendríais que ser el presidente y no yo. Intenta entrar en mi cerebro". Sus declaraciones contradicen a la ministra de Sanidad de su gobierno, Maria Rosario Vergeire, que pide lavar y secar "con normalidad" las máscaras y en el caso de las quirúrgicas se tienen que "sustituir después de su uso".
El problema de recursos para frenar la propagación del coronavirus en Filipinas empieza por las mismas mascarillas con unos datos muy negativos. En estos momentos, es el segundo país con un mayor número de contagiados por coronavirus en todo el sureste asiático después de Indonesia. Los casos se han multiplicado por cinco, con 89.374 positivos, y la cifra de muertos se ha doblado llegando a los 1.983. Datos que se han dado, sobre todo la de los positivos, analizando tan sólo un 1% de la población. Después del anuncio de Duterte, las expertos en medicina han salido rápidamente para desmentir su mensaje: "No podéis utilizar gasolina como desinfectante. Inhalar esta sustancia puede causar daños y provocar todavía más problemas como enfermedades respiratorias graves", ha subrayado Jose Santiago, presidente de la Asociación Médica Filipina.
La polémica siempre acompaña Duterte. El pasado mes de febrero, con el estallido de la pandemia, aseguró que el virus de la Covid-19 acabaría muriendo "de forma natural" y ha escondido la crisis sanitaria tanto como ha podido siguiendo las buenas relaciones que mantiene con el gobierno chino de Xi Jinping. Filipinas es el aliado de China para la expansión naval y militar en el mar de China meridional, básico para que el gigante asiático pueda dominar la zona y plantar cara a los Estados Unidos. De hecho, Duterte ha ordenado romper el Acuerdo de Visitas de Tropas (VFA) con Trump que regulaba los entrenamientos militares de los americanos en terreno filipino.
Posteriormente cerró la principal isla del país, Luzon, al principio de marzo y modificó los presupuestos nacionales para incrementar el número de soldados y controlar las calles. Su popularidad ha caído: la respuesta a la pandemia ha pasado de ser "muy buena" para el 72% de la ciudadanía a "un poco buena" en tres meses.