Esta semana, World Wildlife Fund ha publicado un informe a partir de una investigación realizada por la Universidad de Newcastle en Australia que ha puesto de manifiesto que los seres humanos corren el riesgo de ingerir alrededor de 5 gramos de plástico por semana. Más o menos, el equivalente a una tarjeta de crédito cada siete días.

Los microplásticos son piezas pequeñas de plástico, de menos de 5 milímetros de largo. Se agregan a algunos productos de consumo, como los productos de limpieza para el hogar y los cosméticos (por ejemplo, algunos exfoliantes o lacas de uñas). Se acumulan en el polvo de nuestros hogares, lugares de trabajo y entornos más amplios. Además, llegan a la cadena alimentaria, no solo a través de los métodos de fabricación utilizados para procesar alimentos, sino también por medio de los cuerpos de los animales que comemos; como por ejemplo, los pescados que los ingieren en el mar.

Más estudios sobre plásticos

El publicado por World Wildlife Fund no es el único trabajo aparecido recientemente sobre esta preocupante cuestión. En el último número de la revista Environmental Science and Technology, se recoge una investigación en la que se concluye que los estadounidenses consumen aproximadamente entre 39.000 y 52.000 partículas de microplásticos cada año a través del marisco, el agua, los azúcares, la sal y el alcohol. Las personas que beben agua embotellada podrían estar ingiriendo 90.000 partículas más que las que beben solo agua del grifo.

Hay otros estudios que demuestran cómo forman parte de nuestro organismo. Un equipo de investigadores de la Universidad Médica de Viena y la Agencia de Medio Ambiente de Austria analizaron muestras de heces de personas en ocho países de todo el mundo. Encontraron partículas microplásticas en cada muestra.

La investigación existente acerca de las consecuencias para nuestra salud de la exposición a los microplásticos es por el momento escasa. Aunque los estudios practicados hasta la fecha sugieren que los productos químicos en muchos productos plásticos son perjudiciales para las personas. Por ejemplo, los componentes básicos de algunos tipos de plástico tienen efectos tóxicos conocidos.  Entre ellos se encuentra el bisfenol A (BPA), que genera una alteración endocrina que puede interferir con la actividad hormonal en los humanos.

La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos realizó una serie de pruebas de toxicidad estandarizadas en las que encontraron cantidades de BPA en seres humanos por debajo de los niveles que pueden causar peligro. Pero algunas investigaciones en animales y humanos sugieren que la exposición al BPA puede aumentar el riesgo de defectos en el nacimiento, partos prematuros y enfermedades metabólicas.

Otros plásticos controvertidos son los ftalatos. Se sabe que alteran el sistema endocrino y se usan a menudo para hacer que los plásticos sean más flexibles. Entre otros efectos en la salud, su exposición se ha relacionado con la reducción de los niveles de testosterona en los fetos masculinos, lo que pueden provocar que los testículos no se descuelguen completamente y se formen penes de menor tamaño. Asimismo, pueden afectar a la fertilidad en las mujeres, producir obesidad, endometriosis y resistencia a la insulina. Las partículas microplásticas también pueden estar impregnadas de otras sustancias contaminantes del ambiente que los rodea.

Para la comunidad científica, otro motivo de preocupación son los nanoplásticos que miden de 1 a 100 micrómetros de longitud. Con ese tamaño, pueden potencialmente entrar en el torrente sanguíneo y las células humanas, por lo que los científicos están estudiando sus posibles efectos secundarios.

¿Soluciones?

Los expertos abogan por dos aspectos. En primer lugar, que la industria utilice alternativas menos tóxicas y por otra parte, que fabrique plásticos que tengan una vida útil más corta para que no se eternicen en el entorno. Pero los consumidores tenemos también mucho que decir, sobre todo al elegir los envases de los productos que consumimos.