Se trata de un clásico para buena parte de la población. Cuidar la alimentación y llevar un horario regular de comidas entre semana, para luego llegar al fin de semana y cambiar totalmente los hábitos. Un nuevo estudio realizado en Catalunya concluye que este patrón termina derivando en un aumento en el índice de masa corporal (IMC). Los autores se refieren a este comportamiento como “desfase horario de comer” y afirman que puede ser fisiológicamente tan perjudicial como el jet lag.
El trabajo científico ha sido llevado a cabo en la Universidad de Barcelona y se ha publicado en la revista Nutrients. Los autores analizaron los datos de 1.106 estudiantes de pregrado y posgrado entre las edades de 18 y 25 años que registraron sus horarios de alimentación de fin de semana durante el año escolar.
Durante la investigación, que tuvo lugar entre 2017 y 2019, se tomaron medidas de altura y peso de todos los jóvenes para hacer un seguimiento, posiblemente el primero que se realiza para estudiar el efecto sobre la obesidad de los cambios en el horario de comidas entre semana y fines de semana.
A partir de las respuestas de los estudiantes, los investigadores pudieron determinar muchos datos: desde el horario en el que comían durante la semana y los fines de semana, la duración de la ingesta, la cantidad, el tipo de alimentación… Los expertos descubrieron que aquellos con un desfase horario que superaba las 3,5 horas de media entre las comidas realizadas entre semana y el fin de semana tenían valores de IMC más altos. La comida que más desfase horario tenía fue el desayuno. El 64% de los participantes comía más de una hora más tarde en el desayuno cada fin de semana, cifra que superó las 2 horas para el 22%.
El estudio hace hincapié en la importancia del ciclo circadiano, que funciona como una especie de reloj en nuestro organismo que está organizado como una máquina precisa preparada para desencadenar la misma respuesta fisiológica y metabólica a la misma hora del día, todos los días del semana. Por lo tanto, los horarios fijos de alimentación y sueño ayudan al cuerpo a organizarse y promueven la homeostasis energética, que es la responsable de mantener un equilibrio entre la cantidad de energía almacenada en forma de grasa corporal y la destrucción de la misma.
La autora principal del trabajo, María Izquierdo Pulido, del Instituto de Nutrición y Seguridad Alimentaria de la Universidad de Barcelona, subraya una cuestión de vital importancia: la relación que existe entre este reloj biológico y la forma en que el cuerpo procesa los alimentos.
Cuando la ingesta se realiza regularmente, el reloj circadiano posibilita que las vías metabólicas del cuerpo asimilen los nutrientes de forma correcta. Sin embargo, cuando los alimentos se toman a una hora inusual, se modifican las funciones metabólicas del cuerpo. Aunque todavía hace falta más investigación al respecto, este estudio pone de manifiesto que mantener un horario regular es muy beneficioso. Por eso, además de la dieta y el ejercicio físico, los horarios de alimentación regulares son fundamentales para luchar contra la obesidad.