Adiós a las mascarillas al transporte público. Lo que era un deseo para muchas personas será a partir de mañana el miércoles una realidad en todo España, después de que el gobierno de Pedro Sánchez haya aprobado hoy su retirada en todos los espacios, menos en los centros sanitarios y las farmacias, ya que se entiende que son los lugares que más frecuentan las personas de riesgo. Si el encargado de anunciar en el 2020 que estas serían obligatorias, después de semanas de asegurar que eran innecesarias por el simple hecho de que no había lo suficiente para toda la población, era el entonces ministro Salvador Illa, ahora ha sido el actual titular de Sanidad, Carolina Darias, quien avanzó la buena noticia hace unos días. Durante los últimos meses, esta medida sanitaria contra el covid el último elemento que nos recordaba en nuestro día a día que justo hace un año los hospitales estaban llenos de personas enfermas y todavía teníamos restricciones. Y España era uno de los pocos países europeos que mantenía la mascarilla fuera de los hospitales, en espacios como el transporte público. Por eso, durante meses se ha rumoreado con su retirada, con peticiones en el Congreso por parte de partidos como Ciudadanos, pero estas han sido ignoradas hasta ahora.
33 meses llevando mascarilla al transporte público
Fue el 20 de mayo del 2020, cuando apenas había empezado el desconfinamiento de la población después de semanas en cuarentena, sin poder salir de casa más allá de ir al supermercado y pasear al perro, que el BOE publicaba la orden por la cual la mascarilla pasaba a ser obligatoria para toda la población cuando no se pudieran mantener los dos metros de distancia interpersonal de seguridad. Antes, el 3 de mayo ya se había decretado el uso obligatorio de la mascarilla en el transporte público. En el 2020 había mucha menos información que ahora sobre como se transmitía la enfermedad (se recomendaba, por ejemplo, desinfectar la comida al volver del supermercado). Eso, sumado al hecho de que durante el inicio de la pandemia no había suficientes mascarillas para toda la población, hizo que al principio esta no fuera obligatoria. Ante esta falta de existencias y con el miedo por un virus desconocido que nos había encerrado en casa, mucha gente optó por hacer mascarillas caseras que después se confirmó que no hacían bien su trabajo: hechas desde papel de horno a retales de telas que no servían para detener la transmisión de la covid.
El uso de la mascarilla ha pasado por diferentes fases dependiendo de la situación sanitaria, pero desde aquel 3 de mayo del 2020 hasta mañana, 7 de febrero del 2023 (cuándo la orden saldrá publicada en el Boletín Oficial del Estado), han pasado 33 meses en que hemos sido obligados a llevarla al transporte público. Durante estos prácticamente tres años, ha habido momentos en qué no solo ha sido obligatoria llevarla en espacios interiores, donde era más fácil contagiarse, sino también al aire libre cuando no se podía mantener la distancia de seguridad. Cuando la situación del covid empezó a mejorar gracias a las vacunas, la mascarilla pasó a ser solo obligatoria en los espacios cerrados, pero la llegada de la variante ómicron justo antes de las fiestas de Navidad del 2021 hizo que se recuperara en los exteriores. Esta medida del Gobierno fue muy cuestionada por los expertos, y ninguna comunidad autónoma la había pedido. Con todo, solo duró un mes y medio en vigor (de la Nochebuena del 2021 a mediados de febrero), y en abril del año pasado también desapareció de los interiores, como tiendas, oficinas, aulas o bares, menos en transporte público y en los centros sanitarios, farmacias y residencias de ancianos.
Más mascarillas en el bus que en el metro
A pesar de que durante el inicio de la pandemia y mientras la mascarilla ha sido obligatoria en todos los espacios interiores, el uso que se hacía en el transporte público era muy elevado por miedo al contagio, este fue disminuyendo a medida que pasaban los meses. El hecho de que dejaran de ser obligatorias en todas partes menos en el metro y otros medios de transporte provocó que muchos usuarios dejaran de utilizarla, a pesar de los reiterados avisos por megafonía de los vagones, recordando que esta era obligatoria en todo momento. En el tren, la situación era muy similar, pero, en cambio, en los autobuses, la ha llevado mucha más gente, ya que había más contacto con el conductor del vehículo. Estos han tenido que hacer de revisores y vigilar que los usuarios llevaran la boca y la nariz cubiertas. A partir de ahora, ya no será obligatoria en ningún medio de transporte, aunque desde hace unas semanas, su uso es prácticamente nulo, hecho que hace pensar que las personas que la han utilizado durante los últimos días la seguirán llevando aunque ya no tengan que hacerlo.