Las funerarias catalanas, con el recuerdo todavía fresco de los momentos complicados vividos durante los primeros meses de la pandemia, trabajan para afrontar con las máximas garantías una probable segunda oleada que vuelva a poner en peligro de "colapso" sus instalaciones.
Jordi Casanovas, administrador de Pomfusa, funeraria que da servicio a 16 municipios del Baix Llobregat Nord, Anoia, el Alt Penedès y el Vallès Oriental, explica que, básicamente, han incrementado la capacidad de sus frigoríficos para evitar la acumulación de cadáveres y han mejorado los protocolos de seguridad de su plantilla copiando modelos hospitalarios. "Hemos aprendido mucho y creemos que no se repetirá una situación igual a la vivida al inicio de la pandemia", asegura.
Jordi Casanovas asegura que las funerarias de todo el país rozaron el colapso durante dos o tres semanas al inicio de la pandemia con los incineradores y los cementerios "que no daban abasto" y las plantillas trabajando al máximo de su capacidad. Una situación, añade, que no cree que se repita en la segunda oleada de la Covid-19, porque "todos hemos aprendido", porque se están tomando las medidas necesarias para evitarlo y porque "parece" que la virulencia del virus es menor.
Uno de los aspectos donde más se incidirá es en la seguridad de sus trabajadores durante la manipulación de los cadáveres. Aquí, Casanovas recuerda que durante los primeros meses de la pandemia "estuvieron sometidos a mucha presión" trabajando en unas condiciones que no eran las óptimas a pesar de seguir en todo momento las indicaciones de las autoridades sanitarias con respecto a la manipulación y traslado de los cadáveres.
"Se ha hablado mucho de los riesgos que corrieron los médicos y sanitarios, pero no de los servicios funerarios que con la acumulación de cadáveres también estaban muy expuestos al virus", puntualiza.
Protocolos más estrictos
En el caso de Pomfusa, su gerente explica que se han revisado todos los protocolos para hacerlos "más estrictos" imitando modelos hospitalarios. Así, por ejemplo, en sus tanatorios se han delimitado mucho más las zonas expuestas a riesgos biológicos, se han extremado las medidas de desinfección, tanto de personal como de vehículos, y se han delimitado las zonas de entrada y salida y los accesos.
Unas medidas que incluso les han obligado a modificar "a toda prisa" el proyecto del nuevo edificio de servicios funerarios que empezaron a construir hace cosa de un año en Esparreguera. "En base a la experiencia adquirida, nos planteamos hacer una serie de cambios para poder ofrecer unas instalaciones más seguras y adaptadas a la Covid-19 y a otras pandemias o catástrofes que pueda haber", destaca.
Al proyecto, que ya preveía un edificio de última generación con un sistema de aprovechamiento de la energía innovador, se le sumaron mejoras no contempladas inicialmente como unos crematorios "más rápidos y seguros" para hacer frente al incremento de la demanda (que se ha estabilizado en el 40% después de superar en algunos momentos el 50%) y unos congeladores con más capacidad. "Uno de los problemas que tuvimos al inicio de la pandemia fue la acumulación de cadáveres y en este nuevo edificio hemos hecho un congelador con capacidad para unos 80 cadáveres", puntualiza.
También se ha separado la zona sucia (donde llegan los cadáveres de personas difuntas por Covid-19) del resto de espacios, se ha mejorado la renovación del aire en todas las instalaciones y se han intensificado las medidas de desinfección, tanto de vehículos como de personal, que tienen que pasar por arcos de desinfección, entre otros.
Por último, Casanovas explica que están en permanente contacto con Salut para hacer un seguimiento de la evolución de la pandemia y adaptarse a los nuevos escenarios.