La pandemia de la covid ha señalado otra pandemia que hacía tiempo que estaba silenciada. Hablar abiertamente de la salud mental no es algo fácil porque el estigma que sobrevuela la palabra todavía es altísimo. Precisamente de romper estos prejuicios va la campaña de Obertament, la asociación que trabaja contra el estigma y la discriminación en salud mental. Hace cerca de un mes, se presentó la campaña No és culpa meva, con el objetivo que los jóvenes que conviven con un problema de salud mental no se sientan culpables y pidan ayuda si la necesitan. Y es que a consecuencia del coronavirus, la Generación Z, se sitúa como uno de los grupos de edad más vulnerable a los efectos de esta sobre la salud mental.

En este sentido, hay unas consignas sobre la salud mental que la Generación Z repite para que la sociedad escuche y entienda. Así, constatan que los trastornos no definen, que hay un estigma sobre la salud mental y que no va tener la piel fina o ser la generación de cristal. Piden limitar el paternalismo en estos casos y constatan que es importante hablar y de la manera que se habla. También destacan que habría que preparar las redes sociales para poder hablar con cuidado sobre la salud mental, insisten en que nadie les tiene que obligar a sonreír y que hay que educarnos para educar futuras generaciones.

Romper el estigma

Y es que una de las cosas que pasan factura es la condescendencia o el hecho de invalidar las emociones. Precisamente eso es una de las cosas que comenta, Laia Rico, de 20 años, y activista de Obertament. "Creo que poco a poco se tiene más en cuenta la salud mental y muy poco a poco se va cerrando el estigma, pero falta mucho camino". "Empecé a encontrarme mal cuando tenía 15 años. Había tenido ansiedad relacionada con los estudios... y ahora me está dificultando mucho, también. Estoy en tercero de psicología y en diciembre tuve que dejar asignaturas porque no podía con todo. Solo estoy haciendo una y ya me cuesta. Leo dos frases y no sé qué he leído". Rico explica en conversación con ElNacional.cat, que hasta marzo trabajaba en una empresa de ocio, que le iba bien para desconectar, pero que también era muy intensa. Finalmente, lo ha tenido que dejar. La covid le ha pasado factura. "Lo que noté durante los confinamientos fue una especie de ansiedad", destaca. Aunque cuando lo pasó peor fue este mes de enero pasado, cuando cogió el virus. "Estuve confinada 8 o 9 días en la habitación, sola y cerrada. Se me fue la cabeza y empecé a pensar mucho más, cuándo pude salir, tuve que ir a urgencias porque no podía controlar los pensamientos".

Ahora, unos meses después, detalla que, con los pensamientos, todavía está trabajando, aunque tiene algunas herramientas para gestionarlos cuándo son muy intensos o cuándo se descontrolan. En este sentido, le han dicho que tiene que hacer una cosa que genere una sensación muy fuerte, como por ejemplo, morder un limón, subir escaleras arriba y abajo o ponerse hielo. "No funciona leer o mirar series porque no estoy centrada en lo que miro". En este contexto, destaca que hacer un seguimiento le ayuda "porque si no, me encuentro muy sola y a veces no sé gestionar las emociones que tengo. Hacer terapia es un tratamiento que cansa mucho, mentalmente". Por eso, las personas que tiene a su alrededor son vital. Aunque también habla de que hay gente con quien ha tenido más confianza que con otros para explicar sus cosas. "Siempre voy con mucho cuidado qué digo a quien para no sentirme juzgada, para no perder las relaciones sociales", insiste. Aunque constata haber perdido amistades.

Cerebro de plástico / Unsplash

Trastornos o síntomas

Guillem Lloret i Triola, estudiante de comunicación audiovisual, también sufrió una sensación similar porque, de repente, se ponía más nervioso durante los exámenes. "Hay gente que le gusta más hablar de trastornos, a mí me gusta más hablar de síntomas. Vas caminando por la calle y de repente te tienes que coger a un semáforo porque tienes la sensación que te desbordas. A mí me ha pasado y seguro que le ha pasado a mucha gente. No eres culpable de que eso te pase", insiste. El confinamiento fue muy duro, y para los jóvenes, especialmente duro. No habíamos tenido nunca conocimiento de nuestras emociones, estábamos estresados y nerviosos y no sabíamos cuándo saldríamos".

Lloret resalta que nunca ha conocido a nadie que se haya arrepentido de explicar lo que le pasaba. "Estás triste, tienes ansiedad, te da vergüenza decírselo a los padres porque tienen unas expectativas sobre ti y decir que tienes ansiedad rompe todo eso. Es una prisión muy dura, pero una vez lo explicas con los amigos, parejas o familia, ayuda muchísimo porque los tienes allí acompañándote". "Si tienes un hijo que llora mucho o que no duerme, y no sabes por qué, igual que si te duelen los dientes vas al dentista, pues vas a terapia. Tú lo puedes hacer hasta un punto, pero también te tienes que conocer a ti mismo y tener herramientas".

Guillem Lloret i Triola, durante la presentación de la campaña de Obertament / Cedida

Así, Rico comenta que campañas como estas ayudan a romper el estigma porque llegan a mucha gente. Y expone que quizás tendrían que salir más noticias sobre salud mental y dejar de lado las películas donde el malo tiene un trastorno de salud mental, para que se dejen de hacer paralelismos de ficción. "Seguramente, empezaría por las escuelas, es horrible el nulo trato de salud mental que hay. Nadie me habló nunca. Te dicen que son cosas de adolescente, que ya te pasará... los profesores no están formados. Me hicieron sentir sola y estigmatizada".

 

Imagen principal: una chica se sienta en el suelo con la mano en el pecho / Unsplash