El Hospital de Sant Pau ha presentado la primera reconstrucción total de abdomen en el mundo, una operación pionera que recupera totalmente la funcionalidad del vientre. Se trata de la mejor opción en pacientes oncológicos que requieren extirpaciones muy grandes de la pared abdominal o que tienen graves defectos cerca las complicaciones de cirugías previas, radioterapia o traumatismos. Según ha anunciado el Departament de Salut, la técnica reduce significativamente el riesgo de complicaciones postoperatorias y mejora la calidad de vida del paciente —que puede volver a hacer vida normal—. "No existe ninguna evidencia científica que esta intervención se haya hecho en ningún otro sitio del mundo", ha remarcado Salut.
Según se ha explicado al acto de presentación de este miércoles, se utilizan colgajos microquirúrgicos con componente muscular antólogo reinervado en pacientes con grandes defectos estructurales y funcionales en la pared abdominal fruto de grandes resecciones oncológicas, secuelas de traumatismos o secuelas de radioterapia, o complicaciones postquirúrgicas de reconstrucciones anteriores. Así, no solo se reemplaza la pared muscular lesionada o resecada: el nuevo músculo es capaz de contraerse como el músculo original al cabo del tiempo y consigue una función exactamente igual, una vez culminada la reinervación.
Una operación ideal para los pacientes
La intervención se lleva a cabo por un equipo multidisciplinar integrado por diferentes servicios del Hospital de Sant Pau, como el de Cirugía Plástica, Cirugía General, Anestesiología, Enfermería... Supone ofrecer una opción reconstructora ideal a pacientes que serían considerados inoperables o que verían la calidad de vida reducida con la operación. Aparte de ser operables, este tipo de operación mujer ofrece a los pacientes un aumento de la supervivencia global y la recuperación de la calidad de vida normal.
Hasta ahora, la reconstrucción de la pared abdominal era solo estructural: una vez extirpado el tumor, se colocaba una malla para sujetar los órganos internos y se cubría la zona con piel. "Eso suponía la pérdida del músculo, que es la estructura funcional más importando de la pared abdominal, la que mantiene los órganos abdominales internos en su lugar y que es imprescindible para hacer cualquier movimiento natural, como levantarse de una silla, por ejemplo, y ya no decimos para hacer esfuerzos o ejercicio", ha explicado Manuel Fernández-Garrido, adjunto del Servicio de Cirugía Plástica de Sant Pau —que ha añadido que "también exponía el paciente a un amplio abanico de complicaciones postoperatorias: fístulas, infecciones crónicas, seromas o acumulación de líquido en la herida, alteraciones funcionales (no poder hacer deporte o levantar peso...), hernias gigantes..."—.
Una reconstrucción en tres fases
Las complicaciones son especialmente graves en pacientes oncológicos que después de la reconstrucción abdominal tienen que seguir el tratamiento de radioterapia, "porque la herida puede abrirse dejando expuesta la malla, porque la piel se puede ulcerar... y eso limita mucho su calidad de vida. Pero ahora, con la reconstrucción funcional, tenemos un tejido vivo, que está revascularizado y reinervado, de manera que ya no se atrofia y es más resistente a la agresión de la radioterapia local". Así lo ha indicado José A. González, ningún clínico de Cirugía General y Digestiva, que también ha destacado que "las secuelas en la zona del músculo dando son mínimas, en el caso del uso del músculo gracilis, y asumibles, en el uso del músculo latissimus dorsis. Tenemos musculatura que compensa su ausencia y, por lo tanto, al cabo del tiempo el paciente puede hacer una vida completamente normal".
Este tipo de cirugías son largas, de hasta doce horas y con tres etapas bien diferenciadas. La primera de ellas es la preparación del campo quirúrgico previamente a la intervención, donde los cirujanos plásticos identifican los vasos donantes y receptores mediante diferentes técnicas, como ecografías, Doppler... La segunda, la resección del sarcoma según los márgenes quirúrgicos oncológicos indicados en cada paciente. González ha señalado "podemos ser generosos con el margen oncológico, porque sabemos que no haremos un cierre simple, sino una reconstrucción funcional. También preparamos los vasos sanguíneos receptores del nuevo músculo, que pueden ser los habituales o a veces hay que buscarles dentro del abdomen, cerca del intestino, para la tercera fase de la intervención". Aquí los cirujanos generales también ponen una malla sintética que "cubre los órganos internos".
La tercera fase es la restauración de la estructura y función de la pared abdominal. Fernández-Garrido ha apuntado que "extraemos un músculo donante, que suele ser el músculo gracilis, el músculo vasto lateral, los dos en el muslo, o el músculo latissimus dorsis (dorsal ancho), localizado en la espalda. La elección depende del tamaño de la zona a reconstruir. Estos músculos son prescindibles, aunque siempre utilizamos aquel que genere las mínimas secuelas tanto funcionales como estéticas. Modelamos y colocamos el nuevo músculo en la zona receptora igual que estaba el resecado. Después, unimos los vasos sanguíneos y los nervios del nuevo músculo a los de la zona receptora, utilizando el nervio del músculo original".
Una vez los nervios se regeneran, el músculo donante hace exactamente la misma función que el original. La reinervación total acostumbra a recuperarse al cabo de un año, mientras que la funcionalidad muscular se recupera antes. De no hacerlo así, los músculos no reinervados se atrofian, "se produce una fibrosis y se quedan como una estructura rígida", mientras que de esta manera "no solo conseguimos mantener su función y que se contraiga de manera natural, sino también que mantenga su tono y, por lo tanto, la contención estructural característica de la pared abdominal", ha explicado Fernández-Garrido.
Cinco reconstrucciones totales de abdomen
El Hospital de Sant Pau ha llevado a cabo cinco intervenciones de este tipo y ha calculado que podría hacer tres o cuatro cada año en pacientes muy seleccionados, con un perfil muy específico: con la pared abdominal destruida por un traumatismo, por una hernia o por un tumor. La primera de las operaciones se hizo hace un año, en una paciente con graves defectos en la pared abdominal por un accidente de coche. En este caso, se utilizó un músculo reinervado de la espalda para la reconstrucción. "Al cabo de 6 meses se evidenció una simetría de la contracción de la pared abdominal. Ahora, un año después, hemos hecho una electromiografía (EMG), una prueba de diagnóstico que permite evaluar la salud de los músculos y de las células nerviosas que los controlan, con unos resultados que han confirmado que el nervio se ha regenerado y que, por lo tanto, se ha recuperado la función muscular completa", ha afirmado Fernández-Garrido.
El resto de pacientes presentaban sarcomas. Para la reconstrucción abdominal se utilizó el músculo gracilis en tres casos, mientras que se utilizó un músculo vasto lateral en el otro. "En cada caso utilizamos el músculo que necesitamos y que más se ajusta al resecado, ya que en el cuerpo existen diferentes zonas donantes", ha dicho al doctor. Después de la intervención, los pacientes tienen que hacer reposo para que el nuevo músculo no se mueva y no se deshagan las conexiones quirúrgicas del músculo transferido. El alta hospitalaria suele ser al cabo de 15 días si todo evoluciona correctamente. A partir de aquí, las indicaciones de los cirujanos pasan por no hacer ejercicio durante al menos un mes y medio y por llevar una faja durante tres–seis meses para contener el abdomen y que no haya distensión, iniciando la movilidad y el ejercicio de forma progresiva.