No sólo son la comida y el ejercicio. La obesidad es un problema que está en nuestros genes y los científicos hace tiempo que están estudiando el porqué. Uno de los caminos que se están siguiendo tiene que ver con la evolución. Los humanos y los chimpancés compartimos secuencias de ADN casi idénticas, sin embargo, a lo largo de la evolución, la forma en la que este ADN se empaqueta dentro de las células grasas cambió. Y con ello disminuyó la capacidad de las seres humanos para convertir la grasa mala que almacena calorías en una buena, que las quema.
Esta es la explicación –grosso modo– de un nuevo estudio llevado a cabo por la Universidad de Duke, concretamente por su departamento de Biología, que ha sido publicada por la revista Genome Biology and Evolution.
La investigación
Según los investigadores, mientras que otros primates tienen menos de 9% de grasa corporal, los humanos tienen entre un 14% y un 31% en valores normales. Es decir, los seres humanos llegan a triplicar el porcentaje. Pero no sólo eso. Para llevar a cabo el trabajo, compararon muestras de grasa de humanos, chimpancés y una especie de mono más relacionada, los macacos rhesus.
Utilizaron una técnica llamada ATAC-seq, mediante la cual analizaron el genoma de cada especie para encontrar diferencias en el empaquetado del ADN dentro de las células grasas. Es importante, en primer lugar, tener en cuenta una cosa: existen diferentes tipos de grasa. La llamada grasa blanca almacena calorías y es la responsable de los poco saludables michelines, mientras que la grasa parda se encarga de generar calor y mantener nuestra temperatura corporal utilizando para ello la blanca.
Normalmente, la mayor parte del ADN dentro de una célula se enrolla alrededor de las proteínas, de modo que solo ciertas regiones quedan lo suficientemente libres como para ser accesibles a la maquinaria celular que activa y desactiva los genes. Los investigadores identificaron aproximadamente 780 regiones de ADN que eran accesibles en chimpancés y macacos y que ayudan a convertir la grasa de un tipo a otro. Sin embargo, esas regiones se habían agrupado mucho más en humanos hasta el punto de hacerlas más inaccesibles.
Es decir, según el estudio, el hecho de que las zonas del ADN que ayudan a convertir la grasa blanca en parda estén más encerradas en el caso de los humanos, y no en los chimpancés, es una de las razones que explican por qué tenemos más tendencia a engordar.
La razón de este cambio evolutivo
Los científicos creen que los primeros hombres en la Prehistoria quizás necesitaban engordar más como una fuente adicional de energía para alimentar a nuestros cerebros en crecimiento o para protegerse del frío. Y por eso se produjo la transformación. De hecho, desde los seis a ocho millones de años que han pasado desde que los humanos y los chimpancés tomaron caminos separados en la evolución, los cerebros humanos casi se han triplicado en tamaño, mientras que el de los demás primates prácticamente han permanecido igual.
Aunque todavía es pronto, este estudio es interesante en tanto que abre nuevas vías para entender por qué se produce la obesidad, así como posibles tratamientos a futuro que tengan que ver con nuestra carga genética.