Los estudios genéticos están permitiendo avanzar muchísimo en el estudio del comportamiento humano. Existen múltiples ejemplos, pero uno de los más evidentes acaba de darse a conocer. Se trata de un estudio mediante el cual se ha analizado a más de 1,5 millones de personas y en el que se han identificado 579 ubicaciones en el genoma asociadas con una predisposición a diferentes comportamientos y trastornos relacionados con la autorregulación, incluida la adicción, el suicidio, los problemas de comportamiento infantil e incluso la obesidad, las condenas penales o la mayor probabilidad de no encontrar trabajo.

Gracias a la investigación, los expertos, de la Virginia Commonwealth University, han elaborado una escala de riesgo genético, que refleja la propensión genética general de una persona en función de la cantidad de variantes de riesgo que tiene. Una de las autoras principales, Danielle Dick, profesora de Psicología y Genética Humana y Molecular, explica eso sí que este estudio demuestra “que los genes no codifican un trastorno o resultado en particular; no hay genes para el trastorno por uso de sustancias o para problemas de conducta”.

Lo que hacen los genes es “influir en la forma en que nuestros cerebros están conectados, lo que puede hacernos más expuestos a ciertos resultados. En este caso, encontramos que hay genes que influyen ampliamente en el autocontrol o la impulsividad, y que esta predisposición confiere un riesgo de una variedad de resultados en la vida”.

El estudio, publicado en la revista Nature Neuroscience, ha sido realizado por un consorcio de 26 investigadores de 17 instituciones en los Estados Unidos y los Países Bajos. Se trata de una de las investigaciones sobre la asociación de genoma más grandes jamás realizados. La puntuación de riesgo genético de los investigadores tiene uno de los tamaños de efecto más grandes (una medida del poder de predicción) que cualquiera de los realizados hasta la fecha.

“Demuestra los efectos de largo alcance de tener una responsabilidad genética hacia un autocontrol más bajo, lo que afecta muchos resultados importantes de la vida”, aseguran los expertos. “Esperamos que una mayor comprensión de cómo las diferencias genéticas individuales contribuyen a la vulnerabilidad pueda reducir el estigma y la culpa que rodea a muchos de estos comportamientos, como los problemas de comportamiento en los niños y los trastornos por uso de sustancias”.

La identificación de las más de 500 ubicaciones genéticas es importante, porque proporciona una nueva perspectiva de nuestra comprensión de los comportamientos y trastornos relacionados con la autorregulación, denominados colectivamente externalizantes y que tienen una responsabilidad genética compartida.

“Sabemos que regular el comportamiento es un componente crítico de muchos resultados importantes de la vida, desde el uso de sustancias y los trastornos del comportamiento, como el TDAH, pasando por los resultados médicos que van desde el suicidio hasta la obesidad, hasta resultados educativos como la finalización de la universidad”, explican.

Por lo tanto, caracterizar las contribuciones genéticas a la autorregulación puede ser útil de muchas maneras, porque permite comprender mejor la biología detrás de por qué algunas personas corren más riesgo, lo que puede ayudar con el desarrollo de medicamentos y ayudar a predecir quién está en mayor riesgo, para que se puedan implementar programas de intervención temprana y prevención.