Esta semana se celebra en todo el mundo la Semana Mundial de la Continencia, una patología que afecta a unas 400 millones de personas, bien sea urinaria, fecal o ambas. A pesar de las cifras, se trata de un problema que suelen mantener oculto, debido a la vergüenza que produce y que condena muchas veces a quienes la padecen al aislamiento, la depresión y una disminución en su calidad de vida. Algunos no se atreven ni a consultarlo con los profesionales sanitarios.
Para dar a conocer sus síntomas y los tratamientos, el Consejo General de Enfermería junto a las asociaciones de pacientes ASIA (Asociación Incontinencia Anal) y grupo IFE (Incontinencia Fecal España) y la colaboración de Coloplast han puesto en marcha una campaña divulgativa que pretende visibilizar este problema.
En primer lugar, resaltan la importancia de consultar con los médicos de Atención Primaria, así como la idoneidad de contar con unidades especializadas en las que enfermeras y médicos expertos sean los encargados del manejo de estos problemas. Los expertos creen que hay que trabajar para ayudar a romper con ese estigma asociado a un problema que sufren tantas personas en silencio y dar a conocer que hay diferentes tratamientos y métodos para ayudar a recuperar la continencia. Porque la incontinencia, tanto urinaria como fecal, tiene solución.
La incontinencia se puede producir por diversas causas: lesiones medulares, enfermedades neurológicas como esclerosis múltiple o espina bífida, operados de cáncer de colon o de próstata y de otras patologías o incluso hay mujeres que la sufren después de haber pasado por varios partos. Los que la sufren viven con angustia, ansiedad, inseguridad e incomprensión, lo que repercute en su esfera personal, pero también en su integración social, relaciones interpersonales, entorno laboral, vida sexual… En definitiva, el impacto es muy elevado.
Hoy en día existen muchos métodos, técnicas y herramientas que pueden ayudarles a ponerle solución al problema y vivir con normalidad, dicen los expertos. En primer lugar, medidas destinadas a modificar hábitos, limitar la ingesta de líquidos en el caso de la urinaria, reducir el consumo de excitantes, terapias destinadas a modificaciones de conductas como algunos tipos de entrenamiento para miccionar o para regular la vesícula y el ano.
También es recomendable la rehabilitación del suelo pélvico, que pueden hacerse mediante estimulación eléctrica o mediante ejercicios destinados a tal fin. El uso de terapia farmacológica está prescrita en algunos casos, al igual que la cirugía que puede ser una posibilidad que ayude a controlar el problema. Además, también en algunos casos es necesario el uso de antidepresivos y ansiolíticos.
En cualquier caso, los expertos señalan la necesidad de acudir cuanto antes a la consulta para ser derivado al especialista.