Durante el confinamiento, al acudir al supermercado, no era raro ver los carros de la compra llenos de alimentos ricos en azúcares, alcohol o snacks poco saludables. Desgraciadamente, un episodio tan tremendo con tanto estrés, provocó que muchas personas recurrieran a la alimentación como una forma de afrontarlo. En todo el mundo.
Hace poco se acaba de presentar un estudio llevado a cabo en Estados Unidos, en la Universidad Ball State, que tras encuestar a 838 personas, concluyó que el 31% había empeorado sus conductas alimentarias, disminuyendo la calidad de su dieta e incrementando notablemente la ingesta de productos azucarados.
La situación tampoco sorprende a los expertos. Se han realizado numerosos análisis para analizar lo que ocurre en el cerebro después de que una persona consumiera azúcar y el resultado muestra que se experimenta una suerte de recompensa química debido a la secreción de dopamina. La incertidumbre, el miedo, la tristeza, el estrés y demás sentimientos que nos embargaron durante el confinamiento y el resto de la pandemia han provocado que muchos se refugien en este tipo de alimentos para sentirse mejor.
A esto se une que la pandemia ha cambiado nuestra relación con la comida porque estamos muy limitados en nuestras relaciones con otras personas. Comemos más en soledad, en casa, cuando hacemos actividades como ver la televisión, no tanto en otros lugares donde la ingesta se puede limitar de alguna manera.
Uno de los grandes problemas es que está demostrado que los adultos de cualquier edad con ciertas afecciones médicas subyacentes tienen un mayor riesgo de padecer enfermedades graves, como hospitalización, ingresos a la UCI, intubación o ventilación mecánica y muerte por el virus que causa la Covid-19. Y claro, aumenta considerablemente el riesgo de padecer patologías como la diabetes, la resistencia a la insulina, el hígado graso o las enfermedades cardiovasculares.
Añadir una fuente de estrés como puede ser hacer una dieta estricta puede ser contraproducente, según afirman los expertos, por eso es bueno ir eliminando el azúcar y encontrar sustitutivos o desarrollar conductas que nos ayuden a limitar su ingesta. Porque la buena noticia es que nuestro cuerpo reacciona rápidamente para bien cuando eliminamos el azúcar de su dieta. De hecho, algunos estudios demuestran que los biomarcadores metabólicos, en un par de semanas después de seguir una dieta sin azúcar, mejoran mucho.
La recomendación es no superar los 36 gramos al día en el caso de los hombres de media y los 25 en el de las mujeres. Estos son algunos consejos para lograr esta reducción.
Evitar los factores desencadenantes
Limitar la compra de estos productos, procurar evitar una rutina que te lleve a comer azúcar e incluir otro tipo que induzcan a la relajación y también calmen el cerebro.
Planificar las comidas
Es uno de los mejores recursos. Los domingos por la noche, se puede hacer una guía para toda la semana con todos los platos que se van a cocinar y así evitar tentaciones.
Aumentar el consumo de proteínas y de grasas saludables
De esta forma se mantendrá estable el nivel de azúcar en la sangre y te sentirás saciado.
Evitar ingerir mucho azúcar por la noche
Lo de ponerse una película y atiborrarse a dulces antes de ir a la cama, tiene que acabar. Hay que desarrollar un plan para evitar caer en este hábito, bastante común, pero muy perjudicial para la salud.