En los últimos años, se han sucedido diferentes investigaciones acerca de la inflamación crónica. La razón por la que se ha “puesto de moda” es que se ha comprobado que juega un papel esencial en diferentes enfermedades, especialmente las autoinmunes. La obesidad, la artritis reumatoide, la hipertensión, el asma, la diabetes, enfermedades cardiovasculares o incluso la depresión, tienen que ver con esta patología.
Se sabe también que el cáncer tiende a formarse en áreas con inflamación crónica. Y esta misma semana se ha publicado otro estudio en Neurology, la publicación que edita la Academia Americana de Neurología que concluye que las personas que tienen inflamación crónica en la mediana edad pueden desarrollar problemas relacionados con el razonamiento y la memoria en las décadas anteriores a la vejez.
La inflamación es una respuesta natural de nuestro organismo frente a las lesiones y las infecciones, y que consiste básicamente en la liberación de anticuerpos y proteínas, así como un aumento del flujo de sangre al área dañada para frenar el daño. El problema se presenta cuando esta respuesta persiste a inflamación crónica ocurre cuando esta respuesta persiste, manteniendo al cuerpo en un estado de alerta constante y provocando con el tiempo un impacto muy negativo en los tejidos y los órganos.
En un proceso inflamatorio ordinario, los síntomas son muy evidentes: dolor, enrojecimiento, picor, hinchazón… Pero en el caso de la inflamación crónica, son mucho más sutiles y pueden tardar meses en aparecer, lo que provoca que a veces pasen desapercibidos. Básicamente, consisten en una sensación de fatiga general, digestiones difíciles, y a veces úlceras en la boca y erupciones en la piel. En ocasiones, la causa que hace desarrollar esta patología es una herida o una infección mal curada o un problema autoinmune que provoca una respuesta exagerada de las defensas de nuestro organismo. Pero en los últimos años, la causa que más estudios está provocando es la adopción de hábitos de vida poco saludables, que incluye una mala alimentación, una vida sedentaria, fumar y beber, padecer un estrés crónico o estar en contacto con sustancias químicas o contaminación.
La revista Frontiers in Immunology ha publicado también otra investigación en la que analiza cómo los desequilibrios intestinales causan inflamación crónica en las personas mayores, lo que puede conducir a una variedad de enfermedades como el Alzheimer.
Una baja adopción de este tipo de alimentación se asocia directamente con un perfil peor de los marcadores de inflamación plasmáticos, especialmente en la población masculina adulta
Ante estas evidencias, la pregunta qué surge es: ¿cómo se puede prevenir? La revista Nutrients publicó recientemente un estudio llevado a cabo en las Islas Baleares en el que analizaba la influencia de la dieta mediterránea en los procesos de inflamación crónica. La conclusión fue que una baja adopción de este tipo de alimentación se asocia directamente con un perfil peor de los marcadores de inflamación plasmáticos, especialmente en la población masculina adulta.
Una de las partes más interesantes de la investigación es la evidencia de que “la sobrealimentación y la adiposidad contribuyen a la inflamación sistémica y al desarrollo del síndrome metabólico”, lo que pone de manifiesto que “las intervenciones en el estilo de vida pueden proporcionar medios efectivos para reducir los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares”.
Según la Fundación Dieta Mediterránea, este es el decálogo para lograr una máxima adherencia a este tipo de alimentación.
- Utilizar el aceite de oliva como principal grasa para cocinar
- Consumir alimentos de origen vegetal en abundancia
- El pan y los alimentos de cereales deben ser de origen integral
- Tomar alimentos poco procesados
- Consumir diariamente productos lácteos, principalmente yogur y quesos
- Consumir carne roja con moderación
- Consumir pescado en abundancia y huevos con moderación
- Tomar fruta fresca de postre habitual
- Beber dos litros de agua al día
- Realizar actividad física todos los días