365 días hablando de nuestra salud. Siempre la tenemos presente pero nunca es una prioridad hasta que nos saltan las alarmas. Hay muchos actores públicos en esta pandemia: políticos, periodistas, trabajadores del tercer sector y, obviamente, los sanitarios. El presidente del Col·legi de Metges de Barcelona, Jaume Padrós, no se ha contagiado de Covid-19. Sorprendentemente, según él mismo admite. Pero la ha tenido presente a todas horas y, ahora, lo invitamos a hacer un ejercicio para mirar atrás y reflexionar sobre lo que hemos vivido y en qué momento nos encontramos.

Foto: Sergi Alcàzar

También lo sometemos a unos breves test personales para conocer sus rutinas y su visión política. Jaume Padrós no tiene pelos en la lengua y combina a la perfección el discurso de presidente del Col·legi con el personal. Tan sólo nos indica cuándo responde desde un prisma u otro.

 

¿En qué se equivocó ahora hace un año?

Al decir que eso era una gripe. Querer intentar dar un mensaje de tranquilidad con noticias que nos venían muy confusas. Pensad que China había secuestrado mucha información, muchos probablemente no nos imaginamos que eso sería así y dijimos que era como una gripe, tampoco lo tenemos que minimizar pero entre mis apariciones en público de entonces, y después de esta pandemia, me he dado cuenta de que tenemos que ser más cuidadosos con las cosas que decimos y pensamos.

Y sí, dije lo que pensaba, pero es evidente que me equivoqué. Normalmente, a los médicos nos gusta equivocarnos cuando el pronóstico que hacemos es malo y después es bueno, pero al revés nos maldecimos.

Es evidente que me equivoqué

Habla de China, pero ¿lo que empezaba a pasar en Italia tampoco se tuvo suficientemente en cuenta?

Tenemos una mirada sobre China de superioridad y displicencia. La falta de transparencia de sus autoridades, hace que los científicos nos preguntemos qué nos están explicando o si lo estaban haciendo por intereses. La mirada de Occidente fue de incredulidad y cuando [la pandemia] llega a Italia, ya nos coge con el pie cambiado, no hay tiempo de reaccionar.

Hasta ahora, los europeos teníamos estructuras de salud públicas pensadas para pequeñas epidemias locales como la gripe. En Catalunya esto se ha quedado obsoleto y se ha evidenciado que tenemos que reestructurar y fortalecer los espacios de salud pública. La mayoría de los países iban retrasados, no hicimos bastante caso a los avisos que ya estábamos teniendo en las últimas décadas con otros SARS. De hecho, ya dicen que después de este puede venir otro. Pero también tiene que ver con el cambio climático, tenemos que cambiar el concepto de ausencia de enfermedad por aspectos como la incidencia en la economía y ahora la globalidad. Lo que pasa a kilómetros de distancia puede afectar en poco tiempo a la otra punta. La naturaleza nos ha hecho de corrector.

Dicen que cuando trabajas mucho, el tiempo pasa más rápido. ¿A usted, con la presión añadida, se le ha hecho más corto o largo, este año?

Ha sido ambivalente: cierras los ojos y ves que ha pasado el año muy rápido. A la vez, ha sido una pesadilla. Claro que hay consecuencias positivas, pero somos la generación de europeos que mejor hemos vivido en la historia donde cada 30 años hay una guerra o una epidemia. Nuestras generaciones son poco resilientes, ahora llevábamos 75, si exceptuamos lo que se vivió en la posguerra española que se pasó muy mal.

Acabamos de llorar la muerte de un compañero que han desenchufado, es muy duro

Foto: Sergi Alcàzar

¿Y tiene la sensación de que su papel ha sido más el de informador o portavoz que el de doctor?

He hecho de todo, pero también he pasado mucho miedo. Más allá de mi tarea, he aprendido a gestionar el luto. Cuando más arriba estás, más solo te sientes y menos posibilidades tienes de compartir tus incertidumbres, porque muchos depositan en ti que les aportes seguridad y tranquilidad. Lo que ha sido más duro es la gestión de la información cuando había incertidumbres y sobre todo en la primera ola.

Ver a compañeros hundidos porque no estaban preparados para esto, la falta de equipamientos... La primera ola fue muy bestia, sacó lo mejor, pero hemos pagado un peaje y ahora lo estamos viendo.

Nuestro trabajo no es ver estos espectáculos diarios

¿Ha necesitado ayuda?

Afortunadamente no he requerido de ayuda profesional, no me hagas decir por qué. Pero he encontrado espacios para las vivencias, aquí es muy importante la familia y tener buenos compañeros de profesión y extraordinarios desde el punto de vista humano como los que configuran la Junta del Col·legi de Metges de Barcelona. Cuando yo apelaba a los ciudadanos y les decía no nos presionéis, es porque muchas veces hemos estado al límite humano. Antes de que vinierais vosotros, hemos llorado juntos con mi compañera porque hemos sabido que hoy a otro compañero nuestro lo desenchufan.

Eso es muy doloroso y llevamos un año así. Y siempre nos dicen "seguíd trabajando", "al menos no dejáis de cobrar" o "es vuestro trabajo". Pues bien, eso es demagogia, también somos humanos, pero nuestro trabajo no la gestión política, es atender a los enfermos, pero en condiciones: no estábamos preparados para espectáculos diarios que hemos vivido haciendo medicina de guerra.

¿En este sentido, ha recibido presiones políticas para dar uno u otro mensaje público?

No, más bien lo he hecho yo y he tenido diálogo con todo el mundo y lo que hemos hecho es compartir. Más allá de juzgar que cuando una cosa no se ha hecho bien lo he verbalizado, he optado en su momento por no discutir en público sino por apuntalar posicionamientos desde la comunidad médica.

¿Y se ha sentido escuchado por ellos o sólo oído?

Me he sentido escuchado, se ha tenido en cuenta y algunas veces me han hecho caso. Tengo tendencia a empatizar, intento buscar la complicidad de mi interlocutor y ponerme en su piel. Intuyo mucho el sufrimiento que tuvieron la consellera de Salut, Alba Vergés, el president Quim Torra o el ministro de Sanidad, Salvador Illa. Han tenido el papel más difícil en décadas. Hay que criticar, pero no criminalizar, yo también he cometido errores. Los países nórdicos también han tenido este azote y podemos objetivar que ha sido por malas políticas, pero en otros ha habido diferencias con cifras parecidas. Se tiene que analizar serenamente, sin prejuicios, comprender todas las variables y trabajar con números en la mano.

¿Por lo tanto, qué es lo que más le ha cabreado?

Lo que más me ha molestado es cuando decían: "presionen al gobierno", pero no se asumía la responsabilidad individual. No te preguntes qué puede hacer el gobierno por ti, sino qué puedes hacer tú. Cuando llegaba la noche, pensaba, ¿lo que dependía de mí lo he hecho? ¿He dado lo máximo? En este sentido iba a dormir conforme con mi conciencia y es un ejercicio que todos tenemos que aplicarnos, porque esto todavía no se ha acabado.

Necesitamos comprensión. La peor enfermedad que ahora tendremos es la pobreza y cuando pedía restringir los movimientos era porque si lo bajábamos, aquella actividad económica podía reflotar antes. En este sentido, los políticos no me escucharon mucho. La Generalitat es obvio que no tenía los recursos para afrontar cierres y se esperaba que el Estado pusiera muchos. Me niego a creer que algunas partidas económicas no se pudieran aplazar y dedicar ahora a estos sectores con ayudas directas. También me preocupa la enfermedad mental.

Lo que veo ahora es tristeza, estamos en un momento tedio

Poniendo el acento en lo que ha dicho de la pobreza. ¿Hay una causa y consecuencia directa de la pandemia con los disturbios y la tensión que recogen las calles?

Es obvio que hay un malestar, tenemos un encarcelamiento de un señor [Pablo Hasél] a quien se le cuestiona la libertad de expresión y muchos, ya dan por agotada la vía de manifestación pacífica porque no tiene consecuencias. No la justifico, pero este es el caldo de cultivo, el estado de agotamiento es obvio. Eso no hubiera pasado hace cuatro meses, las cifras no son tan altas, pero estamos en una situación de fatiga. Ahora lo que veo es tristeza, estamos en un momento tedio. En la sociedad hay un estado de agotamiento.

Ahora bien, hay mucha gente que está enfadada y está cansada, pero que no se dedica a destrozar nada, el mobiliario y el servicio público están al servicio de los ciudadanos. Barcelona históricamente es una cuna del anarquismo y siempre ha habido una política, no mayoritaria, que lo ampara o lo justifica, pero yo lo encuentro inadmisible desde un punto de vista democrático. Tenemos tendencia, a nivel personal lo digo, a criminalizar ideologías fascistas, pero no condenamos, porque generacionalmente son más jóvenes o son catalanes, discursos que también son totalitarios. El estropear la propiedad privada no lo entiendo. Yo he gritado "las calles serán siempre nuestras", pero mal utilizado es la puerta al abuso totalitario. Tenemos derecho a defender la propiedad privada, hay que depurar responsabilidades.

Acabo hablando de temas delicados por la ausencia de políticos

Tener policía quiere decir que de vez en cuando pasan cosas, en Francia o los Estados Unidos también. Podemos cambiar el sistema, pero me sorprende que haya tantos expertos en orden público. Es lamentable que una persona pierda un ojo, es lamentable y se tienen que depurar responsabilidades, pero no podemos cuestionar a la policía, un servidor público, constantemente. Lo que no sirve es esta cosa naïf que con los atentados del 2017 recibían rosas.

Dudo de que haya policías más democráticas que los Mossos d'Esquadra. Y lo digo a título particular, pero no quiero entrar en la arena política. Muchas veces, también durante la pandemia, he acabado hablando de temas delicados por la ausencia de políticos diciendo cosas. Ya me han dicho que tendría que dar el paso político, pero no. Yo tengo un compromiso con la profesión y como médico y ya estuve en la actividad política hace más de veinte años.

¿Qué le pediría al nuevo Govern de la Generalitat?

Cuando acabó la primera oleada, impulsamos una hoja de ruta sanitaria para los próximos años. Eso está hecho y hay algunos grupos políticos que explícitamente han dicho que la seguirán, lo que tienen que hacer es agendarla. Es una de las prioridades esenciales que dieron a 29 expertos independientes, es un documento público y de consenso. No es académico, sino operativo, y ahí están las líneas de pensamiento de médicos, enfermeros y gestores operativos. Nunca se había dado una voz única y una línea tan consensuada sobre hacia dónde tenemos que ir.

La CUP explicita un gran desconocimiento del sistema sanitario

Foto: Sergi Alcàzar

Concretémoslo más con ejemplos. Si nos centramos en las propuestas en sanidad como la creación de una farmacéutica pública que quiere sacar adelante la CUP, ¿qué le parece?

La CUP, con todos los respetos, explicita un gran desconocimiento del sistema sanitario y una gran retórica de principios a la vez. Algunas de sus propuestas son un brindis al sol. Hemos intentado interlocutar con todo el mundo, es un ejercicio de realismo muy grande, pero los 29 expertos están libres de conflictos de intereses. No estamos defendiendo ningún interés de ningún grupo especial. Pero digamos las cosas como son: cuando el sistema sanitario catalán ha tenido la musculatura que hacía falta, ha sido un referente mundial. Ahora necesitamos ponerlo al día con el marco jurídico, la financiación, etc.

En tres o cuatro mandatos nos podemos equiparar con algunos países avanzados de la Unión Europea, no nos podemos atascar en discursos estériles. Por ejemplo, necesitamos que los hospitales tengan NIF propio, que el nivel retributivo de los profesionales se ajuste a su grado de excelencia. No puede ser que tengamos profesionales para los que su horizonte sea ganar 1.500 euros, aunque ya sé que hay mucho paro y fuera hace frío. Lo que tenemos aquí es precariedad y sobre todo se ensaña con médicas jóvenes, se tiene que tener presente la conciliación. También dar estabilidad en el ámbito de la investigación, mantener la calidad de la docencia y el nivel colaborativo entre hospitales grandes y pequeños, y sistemas que retengan talento por todo el territorio.

Pongamos la bola de cristal encima de la mesa: ¿cómo estaremos el mes de junio?

Mejor de lo que nos podíamos imaginar hace un año pero peor de lo que nos pensábamos hace un mes con respecto al suministro de las vacunas. Yo hace seis meses que no salgo de Barcelona, la necesidad de moverse está, y más fuerte que la pasada Navidad. Entonces teníamos una necesidad por tradición y ahora es de agotamiento psicológico.

Sufrimos más depresiones, demencias, y las pérdidas de rutinas pueden ser precipitantes. Habrá variaciones de estrategia de vacunación y si se hiciera como en el Reino Unido, nos podemos encontrar con unos niveles de vacunación importantes, pero no al 70% como decía el ministro Illa. En definitiva, será un verano mejor que en el 2020, pero no como el del 2019.

¿Y para la próxima Navidad?

Ahora diré una cosa: equivocarse cuesta muy poco y cuando digo aquello que puede generar expectativa, puede crear confusión, vamos paso a paso. Yo espero que para Navidad nos podamos reunir con las familias.

Foto principal, el presidente del Col·legi de Metges de Barcelona, Jaume Padrós / Sergi Alcàzar